Jazz

Ron Carter pasó por Córdoba

4-10-2013 / Crónicas
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Ayudado por un bastón, gafas y traje, cerca de las 22 horas del martes 1 de octubre, ingresaba parte de la historia viva del jazz moderno al escenario del Teatro San Martín.


Ron Carter pasó por Córdoba

Por Mariano Barsotti | cultura@redaccion351.com

Apenas unos pasos por detrás, lo seguían Rusell Malone y Donald Vega, guitarra y piano. Se sentó en una banqueta de bar, reemplazó su bastón por el contrabajo y abrió el espacio musical con una figura melódica de tensión que caló hondo en los oídos de un teatro colmado. Chelista frustrado, y no por insuficiencia técnica sino por discriminación racial (“una mancha negra en un tapiz blanco” le había dicho a su padre un docente de música), Ronald Carter  continuó el surco emancipatorio que Jimmy Blanton, Oscar Pettiford y Paul Chambers habían trazado para el contrabajo. Sería ocioso ubicar su punto de partida en otro lado que el quinteto de Miles Davis. Si bien su carrera comienza antes, es con el ingreso a la banda de Miles que su trayectoria empieza a ser reconocible. Junto a Herbie Hancock y Tony Williams conformó la mejor base rítmica de la historia del jazz. Relata Hancock que cuando terminaban los recitales, mientras George Coleman se iba a dormir (en el mejor de los casos) se recluían de madrugada en un café para tratar de analizar y tomar conciencia de lo que habían tocado esa noche. Y sobre lo aprendido seguían construyendo la noche siguiente, en el próximo escenario. Sólo a través de su imperturbable sentido del tiempo, su notable capacidad para crear figuras melódicas de tensión y belleza, y ese inconfundible swing, Miles Davis pudo relajarse y forjar el período musical que configuró la dinámica jazzística contemporánea.

Luego del quinteto, su prestigio se disparó por las nubes. Esas cualidades, que tan sabiamente había identificado Miles, resultaban fácilmente usufructuables, y provechosas para cualquier proyecto musical.  Y así lo atestiguan los más de 2500 discos en los que ha participado.

Pero está claro que ni la innovación ni la experimentación fueron parte de la sintaxis edificada.

Y es eso en definitiva lo que pudo apreciarse ayer por la noche. Elegancia, swing, un sonido de una sofisticación extraordinaria (que incluso pudo sobreponerse a los problemas técnicos que sólo al final pudieron ser superados). Y un sentido del tiempo superlativo que le permite abrir, prolongar, articular, cambiar y cerrar la música a su antojo, sin perder el eje en ningún momento. Incluso en el único solo largo, a colla voce, que hizo en el recital, las referencias a la línea melódica principal siempre estuvieron presentes.

Acompañado por dos músicos solventes, apegados a un libreto muy claro, fue armando un recital en el marco de la convención en el que las tensiones se resolvieron rápidamente y en donde gran parte del tiempo se pusieron en acto estructuras de interacción musical si bien interesantes, no demasiado sorpresivas (contrapuntos, tiempos doblados, cambios de ritmos, llamadas y respuestas, etc.). Algunos de los temas interpretados fueron Wave, Soft Wind, My Funny Valentine y Parade.

Nos dejó ese swing infalible, construido de silencios, presente también en su voz. Una voz hermosa que arrastraba los consonantes y cantaba las ideas. Una voz que remite al Dexter Gordon de Round Midnight (Bertrand Tavernier 1986). Un decir original, pausado, fluido y rítmico… como el jazz.

Más cerca de una clase magistral que de la intensidad del recital en vivo, pasó Ron Carter por nuestra ciudad. Con sólo haberse parado en el medio del escenario se hubiera merecido el aplauso efusivo que le dispensó el público hacia el final. Córdoba fue testigo de la historia.