Esto no es un chiste. Desde temprano ya se pueden ver las banderas, los trapos, los colores y las inscripciones de alguna canción que a alguien le generó algo. El rock en todas sus expresiones e interpretaciones se estacionó en el medio de los cerros bajos que caracterizan esta parte del mundo. Desde muy temprano -bajo las nubes- los cinco escenarios recibieron a distintos grupos y solistas.
No es broma. Se puede ver como ingresan al predio en fila y desde muy temprano, adultos, jóvenes y niños. Todos buscan lo mismo: que la música, sea cual sea el género de esa noche, les llene el alma. Hay de todo para hacer en este predio inmenso de 9 hectáreas. Hay espacios para pintar murales, para comer, para jugar en el toro mecánico, para ver fotos, una U para los bikers, ver películas y documentales, hay una vuelta al mundo y una tirolesa desde la que se largan los más valientes.
Entre los documentales más representativos, se puede hacer alusión a Blues de los Plomos. Un film que demuestra el trabajo de las personas que no ocupan el lugar visible de los show, para los «invisibles». El trabajo de los «cargas» o los «plomos» queda plasmado en este documental y en la letra de la canción que le da título.
Las bandas de Córdoba estuvieron presentes en diferentes escenarios. Entre ellas París París Musique, Un Día Perfecto para el Pez Banana, Hipnótica y De la Rivera. En el Hangar de Córdoba The Chicken Faces, Los Cocaleros, The Tristes, Anticasper, Planeador V, Segundo Nova, Numeral, Toque de Queda, Odoghan, Los Smoke Sellers, Esteban Kábalin y Nómades representaron el espacio ecléctico que la docta genera con diferentes propuestas musicales.
En el escenario principal desfilaron desde la tardecita Circe, Armada Cósmica, De la Gran Piñata, el Kuelgue, Banda de Turistas, Iván Noble, León Gieco, IKV, Sky y los Fakires y cerró Charly, «la frutillita del postre» como lo nombró Sky.
La lluvia sorprendió a todos los escépticos de los pronósticos climáticos apenas caía la noche. Pero no importó, no es joda. Todos siguieron bailando, todos siguieron cantando. El que tuvo suerte se puso el pilotín, el que no se abrazó a otro cuerpo, siguió saltando. Siguieron las palmas, los pogos y las cabezas descubiertas empezaron a gotear y las remeras y los pilotines y los impermeables y los pedales de los músicos en los escenarios se llenaron de agua.
La fiesta de las sierras, del rock no paró hasta entrada la madrugada. Si bien los escenarios apagaron sus luces y sus voces entre las dos de la mañana, la música electrónica continúo con Djs de diferentes lugares de Argentina.
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