Silvia Nataloni

Silvia Nataloni

2019

Yo, que no tengo poder de síntesis ni claridad en las ideas me pregunto cómo se mete un año en unas líneas; cómo se escriben los escarmientos de trecientosesentaycinco días con una calibri once; cómo se resume bronca risa angustia entusiasmo y me caigo y me levanto en una A4 blanca y vaya a saber de qué gramaje.

Yo, que vengo a ser un conglomerado de animales y de ríos; que voy y vengo de un mar de lágrimas a un big bang de carcajadas sin tomarme la molestia de hacer una parada de emergencia en otros lugares que no sean bares, bares de pisos engrasados, pisos de mosaicos amarillentos y mesas con hules pegajosos… Yo, que no tengo conversaciones serias ni en serio con casi nadie, porque me reservo la seriedad para pegar el grito por las calles de las marchas y los reclamos. Yo, que ahora me levanto a la maldita siete de la mañana sin despertador y eso que sigo sin irme a dormir antes de que empiece la madrugada. Yo, que hasta me hice hacer lentes porque estirar el brazo tiene un límite que la vista no respeta. Yo, yo le quedo mezquina al año pasado si hablo de mí; le quedo ingrata, le quedo aburrida, le quedo sosa y tediosa, pero sobre todo lo dejo incompleto. Porque yo, que no puedo asegurar lo que hice hace un rato, sé, y quisiera nunca olvidar, que el dosmildiecinueve fue un año de luciérnagas. Luciérnagas que resistieron, luciérnagas que, sin importar los mecanismos ni las potencias de las cegadoras luminiscencias artificiales, siguieron volando y llevando su ración de luz íntima y natural a todas partes para alumbrarnos un poco. Luciérnagas que un día se disfrazaron de mujeres con pañales de tela en la cabeza y otro día de mujeres con pañuelos verdes en los puños y otras veces las escuché gritando ni una menos, y dos veces, lo recuerdo muy bien, las descubrí vestidas de nietxs recuperadxs; también las vi por las plazas del barrio meta trasplantar espinillos y amasando bombas de barro con semillas y saliendo con luciernaguitas por los caminos con montañas para bombardearlas… Ahhh! Claro! Ahí está! Ahora lo sé!!! Las luciérnagas resistieron porque la luz que llevan debajo del abdomen es su gran mecanismo de defensa, se defienden así: iluminando, iluminándonos.