La importancia de los colores y la identidad de los clubes

«Se puede cambiar de sexo, pero no de colores»

27-04-2011 / Política y Sociedad
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Avellaneda y Escuela Presidente Roca, alguna vez, fueron Deportivo Colón. Pero la pasión y los colores de cada uno pudieron más.


«Se puede cambiar de sexo, pero no de colores»

Por Gabriel Morfini | gmorfini@redaccion351.com

Un mal necesario… una relación amor-odio… un “dormir con el enemigo”… póngale el rótulo que quiera. El quid de la cuestión no es el rótulo, sino la situación, la sensación… el sentimiento. El 2 de julio de 1986 los socios de Escuela Presidente Roca y Avellaneda colmaron las humildes instalaciones de la cancha de básquet ubicada en Asturias y Gorriti, allá por barrio General Urquiza, donde definieron lo que luego se cristalizaría en realidad: las dos entidades se unirían para darle vida al Deportivo Colón.

 

“A raíz de la resolución 1309 vino una debacle en el fútbol de Córdoba, y varias instituciones comenzaron a hablar de fusionarse para formar un fútbol mas grande y los dirigentes de aquella época creíamos que se podía crecer”. Las palabras corresponden al actual presidente de la Liga Cordobesa de Fútbol, Emeterio Farías, quien fue el mandatario de Escuela durante la fusión.

Pero no se trataba de una unión cualquiera. Sucede que el “Panza Negra” y el “Rojo” eran dos clásicos rivales, dos acérrimos enemigos de los viejos campeonatos de la Liga, y a pesar de todo, sus fanáticos decidieron unir fuerzas por el bien común.

A la hora de la asamblea hubo gente a favor y gente en contra de la fusión. La tensión en el ambiente se podía cortar con un hilo, pero en ningún momento las cosas llegaron al extremo. Quienes apoyaban el proyecto de Farías y Raúl Cámpoli, presidentes de las dos instituciones, entendían que la unión era el camino antes que la individualidad. Mientras que otros escuchaban a su corazón anteponiendo los colores de su pasión.

Pero no sólo estos clubes tuvieron la idea de fusionarse. Huracán y Peñarol formaron la Alianza San Martín. Palermo y Lavalle se juntaron para darle vida al aún hoy existente Unión San Vicente, y con esos antecedentes Escuela y Avellaneda tomaron el mismo camino, pero sin el éxito esperado. “Si bien en lo futbolístico el equipo se clasificó para el Torneo del Interior, la verdad es que en un momento nos dimos cuenta que llevaba mas gente Escuela o Avellaneda que Colón” recuerda Farías.

“Iba de vez en cuando a ver a Colón. Lo que pasa es que era tanto lo que habíamos vivido que era como una traición ir a la cancha y así pensaba mucha gente, tanto de Avellaneda como de Escuela”. Mario Díaz, fanático del “Rojo”, con tono agudo enfatiza que al fin y al cabo, el sentimiento por los clubes que dejaron de ser, iba a ser muy difícil de olvidar.

Y un día la realidad tapó las buenas intenciones. La gente fue perdiendo el entusiasmo, sólo un racimo de 20 o 30 personas asistía a la cancha para ver a Colón, y el bolsillo del club estaba cada vez más flaco. Por eso, y luego de 12 cortos años, el sueño que forjaron Emeterio Farías y Raúl Cámpoli, llegó a su fin. Los padres de la criatura debieron afrontar la dura realidad: el Deportivo Colón, fundado en 1986, decía adiós, y los clubes que lo formaron se separaban en 1998 para seguir nuevamente por veredas opuestas. Escuela Presidente Roca y Avellaneda volvían a ser dos equipos de barrio.

Esta especie de “Luna de Avellaneda” genera un dilema y da para la reflexión, ¿hacerle caso al cerebro o al corazón? Quizás, según su anecdotario, Emeterio Farías pueda concluir: “Me acuerdo que cuando terminó la asamblea en la que decidimos que los clubes se iban a unir, yo salí contento, entusiasmado, pero ahí nomás me increpó un hincha y me dijo: Farías, te equivocas… se puede cambiar de sexo, pero no de colores”.