MÚSICA EN CÓRDOBA

La guitarra de Paco de Lucía deslumbró a Córdoba

21-11-2013 / Crónicas
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El martes pasado 19, a sala llena, el flamenco más puro llegó a Córdoba con un espectáculo inolvidable.


La guitarra de Paco de Lucía deslumbró a Córdoba

Por | dnicodemus@redaccion351.com

Foto y colaboración: Exequiel Scoccia

Después de 16 años, Paco de Lucía desembarcó en el escenario de la Plaza de la Música. Desde las 21:30 horas, puntual como pocos, la guitarra comenzó a rasgar los sonidos por rondeña, con una afinación especial. Casi una decena de artistas mantuvo al público atónito y en un silencio respetuoso por más de una hora y media.

El artista fue invitando a los músicos de a poco para interpretar distintas piezas: una soleá por bulería llamada Antonia, la bulería Río de la miel y la seguiriya Luzía. El baile estuvo a cargo de uno de los bailaores más importantes de la actualidad, El Farru (Antonio Fernandez Montoya), quien también colaboró en el cante con los dos cantaores del elenco, el rubio de Pruna y David de Jacoba. El grupo de músicos se completaba con Antonio Sánchez en segunda guitarra, Israel Suarez en percusión, Alain Perez en el bajo y Antonio Serrano en armónica.

Dentro de los distintos palos flamencos que se abordaron, se escucharon distintos fragmentos de canciones conocidas como Solo quiero caminar o La Cañada. Vale decir que la ejecución de esas citas requiere una gran destreza en la técnica instrumental, que fue excelentemente llevada a cabo por todos los músicos que acompañaban al guitarrista. Esto quedó demostrado con mayor profundidad en la canción Zyryab, en la que cada uno hizo un solo utilizando la base armónica como un standard de jazz.

En el bis, Paco de Lucía tocó una de sus rumbas más conocidas, Entre dos aguas, y cerró así una noche inolvidable en la que el mayor exponente de la guitarra flamenca demostró que es una verdadera leyenda de la música universal.

La perfección en la técnica llegó a los oídos de los que más saben, pero también al cuerpo de los que poco entienden de teoría, pero mucho de sensaciones. Muy pocas luces iluminaban el escenario, por lo que se generaba el clima perfecto para trasladarse a una noche cualquiera en Andalucía, sentir la congoja del rasguido de la guitarra o la fuerza del zapateo de los pies cansados de caminar.