Violencia de género

«Mercado rosa» cordobés: ¿elección o imposición?

28-03-2014 / Política y Sociedad
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El sábado por la madrugada una patota atacó a un grupo de lesbianas en uno de los clásicos boliches del «ambiente gay» cordobés. Pormenores, causas y consecuencias de que este tipo de hechos sucedan.


«Mercado rosa» cordobés: ¿elección o imposición?

Por Gastón Casabella y Sofía Daghero (especial)

Beep Pub  apenas elige nombrarse como un pub “de ambiente”, hasta  podríamos decir que no salió del closet del todo. Quienes han tenido la oportunidad de asistir habrán notado el eclecticismo de subjetividades que convergen y florecen en este ya clásico espacio. Quizás esta es una de las características por las cuales “el beep” ha subsistido a lo largo de los años convirtiéndose en un clásico under-after para lxs cordobesxs o un lugar de paso casi obligado para turistas afines. Podríamos decir también que no fue la deco berreta, la mala iluminación, la hostilidad del personal, el alcohol barato o las decadentes instalaciones sanitarias lo que nos atraía del Beep, sino que probablemente esta forzada alteridad haya hecho florecer una fauna para “todos los gustos” y en la cual nos sintiéramos cómodxs.

Difícilmente alguien que conoce  y vive la noche cordobesa haya obviado dar una vuelta por el Beep. Es más, probablemente casi todxs hemos escuchado alguna anécdota real o imaginada del improvisado y famoso túnel. ¿Quién no esbozo una sonrisa irónica al escuchar hablar de “los hetero del beep”? ¿Cuantxs asistentes recuerdan  haber actuado colectivamente la puesta en escena de un bar a mitad de la noche frente a los agentes municipales por que el espacio no contaba con la habilitación correspondiente? ¿Cuantas veces la noche termino precipitadamente porque la puesta no fue convincente o porque el boliche estaba excedido en su capacidad y nos desalojaron a las 3 de la mañana? Es así, ir al Beep formaba parte de una aventura, formaba parte del folclore cordobés.

Un capítulo aparte merece el hecho que desde ese minúsculo escenario al fondo de la pista de baile se hayan proyectado las Reinas de la noche diversa. Estas grandes artistas, celebradas, queridas y marcas registradas del transformismo cordobés, también en su momento han manifestado disconformidad  con el trato hacia su persona o la falta de valoración hacia su trabajo por parte de lxs empresarixs.

Todo esto y mucho más fue y es el Beep para quienes solíamos asistir con frecuencia a divertirnos.

Además hay otra historia

El sábado por la madrugada -y aparentemente no es la primera vez que sucede-  una patota  de “machitos”, que seguramente no ignoraban el tipo de público del espacio, increpó a un grupo de lesbianas. El “líder” de la banda buscaba cortejar a una de ellas quien se negó rotundamente varias veces hasta que comenzaron a seguirlas y  a acosarlas al grito de “tortas”, con un tono claramente peyorativo. Esta situación no tardó en traducirse en violencia: el grupo, compuesto por alrededor de siete varones y dos mujeres, golpeo salvajemente a las tres chicas con puños y patadas. Luego de que fueran separados en una primera instancia por clientes del lugar -ya que el rol que jugaron los empleados es dudoso- volvieron a arremeter contra las víctimas luego de arrojar por el aire algunas sillas (testigos oculares afirman esto). En un contexto de inacción de personal de seguridad y de la policía, los agresores fueron expulsados del pub por los propios clientes-testigos. La policía decidió no hacer nada. Las chicas fuertemente golpeadas debieron hacerse cargo por cuenta propia de la denuncia ante autoridad competente y de las atenciones médicas. Lo que siguió a estos hechos confirma la violencia institucional ejercida por la policía, la justicia y el sector salud hacia tres lesbianas golpeadas por ese solo motivo: ser lesbianas.

Beep pub  ha jugado a ser un lugar amigable para la comunidad LGBTI durante mucho tiempo, y todxs hemos soportado muchas veces este maltrato quizás porque el folclore era más fuerte, quizás porque estamos cansado de batallar la discriminación y el maltratado en lo cotidiano y los sábados solo queremos divertirnos o quizás porque lo hemos naturalizado una vez más.

Néstor Latorre, el dueño, es una reconocida figura de la noche y empresario bolichero, la cara visible y más frecuente en Zen -otra disco de ambiente LGBTI que también le pertenece. Este hombre ha usufructuado durante más de dos décadas la discriminación que pesa sobre las personas LGBT y que sufrimos incluso en los lugares de divertimento, sin darnos absolutamente nada a cambio, ni siquiera lo que lógicamente se espera del pago de la entrada: un espacio para divertirnos en donde nuestra integridad física este resguardada.

Latorre claramente no tiene intención de colaborar con la comunidad LGBTI en iniciativas que tiendan erradicar la discriminación. Como activistas nos hemos hecho de esta idea hace tiempo, considerando su actitud resistente y ciclotímica al respecto durante estos años, que va desde  limitadas y dudosas ayudas hasta la ignorancia total, pasando incluso por el entorpecimiento del trabajo de lxs activistas. De esta manera hemos presenciado cómo este empresario ha puesto en funcionamiento toda su maquinaria empresarial para distraer o generar alternativas nada menos que a las convocatorias de las Marchas del Orgullo y la Diversidad, por citar un ejemplo. Esto responde a cierta lógica: si se termina la discriminación, probablemente se le termine el negocio.

Por otro lado es necesario tener en cuenta que existen quienes afirman que los boliches son espacios donde rige un fuerte control social y se refuerzan estereotipos. No es extraño que una masa de gente quede fuera de lo que cada local bailable considera su “target”, por lo que el ideal de ‘boliche gay frendly’ es un sello comercial incluso perjudicial. Todo esto también es plausible de sumar al prontuario de Latorre tanto en Zen como en el Beep, pero eso nos ocuparía páginas enteras de nuevas reflexiones.

Volviendo al caso que nos convoca: el personal a cargo de seguridad del local no asistió a las víctimas en el momento de los hechos. Parte de la justificación que esgrimen desde el Beep es que no podían actuar ya que no se contaba con “personal femenino”, quienes serían las únicas plausibles de intervenir en tanto pueden tomar contacto físico con las víctimas. El personal policial consignado en la puerta tampoco lo ha hecho a pesar de estar contratados por el pub para resguardar la seguridad de lxs asistentes. Finalmente, y en agregado a lo anterior, desde el pub no se ha comunicado absolutamente nadie con las víctimas para expresar siquiera su preocupación y solidaridad a pesar de que todo esto sucedió en el interior de las instalaciones.

¿En dónde está la responsabilidad empresarial? ¿Será que necesitaremos de una ley para dar efectividad a una ética empresarial acorde a los días que corren? ¿Será que necesitaremos recurrir a otro tipo de sanciones más efectivas por parte de los clientes?

¿Y lxs clientes qué hacemos? Somos nosotrxs los que sostenemos en última instancia este aparato comercial; somos nosotrxs quienes a pesar de todo lo antes dicho pagamos una entrada y perpetuamos este sistema a lo largo de los años; somos nosotrxs quienes obviando el maltrato elegimos hipotecar mejores condiciones para divertirnos a cambio de correr estos riesgos por las pésimas condiciones de seguridad que tenemos en boliches a los que acudimos bajo falsos silogismos multicolores.

Quizás no todos vayamos a denunciar penalmente estos hechos, quizás estamos cansados de pelear con el patovica o con el cana en la puerta del boliche, quizás no nos atraiga la idea de ‘organizarnos’ para poner en evidencia estos atropellos, pero sí debemos asumir que tenemos responsabilidad en la cuestión y que también existe -al menos en parte- una solución al alcance de nuestra mano: no banquemos a estos empresarios inescrupulosos. No compremos una entrada sino está garantizada, como mínimo, nuestra integridad física dentro de cualquier establecimiento.

Nuevamente, y por paradójico que parezca, la solución a la discriminación homolesbotransfóbica debe ser asumida por el colectivo LGBTI. Desde nuestro lugar de consumidores y miembros activos del llamado “mercado rosa”, debemos concientizar cada paso de nuestro accionar para no retroceder jamás en las batallas ganadas. No dejemos de salir, ni de divertirnos, ni de disfrutar las noches cordobesas; simplemente, tengamos en cuenta si cuando lo hacemos no estamos potenciando el poder de aquellos quienes, en última instancia, jamás velaron ni velarán por nuestros derechos y seguridades. Porque hoy fueron Vero, Eve y Leti, activistas LGBTI, quienes recibieron una atroz violencia hacia sus cuerpos que tiene hoy repercusiones emocionales bajo la sola premisa de atentar contra su elección sexual. Y si no laburamos entre todxs para hacer de ésta una sociedad en la que se despeguen las leyes de la diversidad del papel y pasen a ser moneda corriente en cada familia, escuela, oficina e institución, algún día lxs que suframos estas vejaciones podemos ser nosotrxs. Hoy por ellas, mañana por vos.