Cultura tecnológica

Compartir o no compartir, esa es la cuestión

16-08-2012 / Política y Sociedad
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Durante el 2012, los cibernautas han encontrado inéditas dificultades que provocan un replanteo de la función social de la Red.


Compartir o no compartir, esa es la cuestión

Por Manuel Arias | politicaysociedad@redaccion351.com

20 de enero. Un día caluroso en la Docta. La mayoría de los medios y de los portales digitales se hacían eco del cierre de Megaupload (el mayor servidor de archivos de Internet), a raíz de una disposición del FBI y la CIA. Ese fue el inicio oficial de la batalla contra la piratería en el mundo.

Por esos días, no se hablaba de otra cosa que no fuera la Ley S.O.P.A, un intento sin precedentes para frenar el intercambio (¿ilegal?) de archivos, promovido por el senado de Estados Unidos y avalado por las principales compañías que se veían afectadas, por ejemplo, Sony y Universal.

Toda esta introducción histórica nos sirve para revisar qué ha cambiado en el mundo digital desde entonces, y también para analizar conceptos que se mantienen confusos y mezclados.

Internet nació para conectar-nos. Surgió de un proyecto militar para intercambiar información. Si en las mismas bases de su concepción la idea de compartir siempre estuvo presente, ¿por qué recién ahora empieza a ser cuestionada?

Evidentemente, estamos frente a una situación singular, en la que la cantidad de personas que puede acceder a Internet crece día a día. Con ello, han surgido negocios que no han simpatizado a la mayoría de las multinacionales.

Sin embargo, si se observa sólo el caso citado, Megaupload supo explotar como ningún otro servicio el alojamiento de contenido. La página no discriminaba ni controlaba lo que era subido por los usuarios, hasta que la situación se puso tensa y comenzaron a dar de baja ciertos archivos que violaban las leyes de propiedad intelectual y de autoría. Finalmente, todos conocemos cuál fue su destino.

Ahora bien, son los mismos usuarios los que deciden poner en circulación la información y cualquier otro contenido que ellos poseen. Lo que antes se hacía con determinados programas (a los que no tenían acceso la mayoría de las personas), ahora se logra con dos clics. Una revolución por donde se lo mire.

El negocio del cine y la música se vio directamente damnificado. Pero fueron las compañías, no los artistas, los que se quejaron masivamente. Los cantantes y actores tienen más reconocimiento que nunca, siguen ganando millones y los shows se han incrementado. En Córdoba, cada vez más artistas llegan desde diferentes partes del mundo a brindar sus espectáculos, y eso es producto de un aumento del mercado que los conoce.

Entonces, ¿a quién afecta el espíritu de “compartir”? Una de las posibles respuestas es que perjudica directamente al viejo paradigma de negocios que quieren seguir perpetuando las empresas que monopolizan los mercados audiovisuales.

Un caso con tonada cordobesa

Al leer o hablar de Cuevana, son pocas las personas que aún no conocen de qué se trata o todavía no han pasado por la página. Pero no todos saben que su creador, Tomás Escobar, estudió en nuestra ciudad y desde aquí ideó y creó la página que, junto con Taringa, cambió la manera de consumir contenidos en Argentina.

Cuevana tuvo su máximo reconocimiento durante el año pasado, pero a su vez llamó la atención de las empresas que no concebían la posibilidad del acceso libre y gratuito de sus productos. En este punto, entramos en un terreno muy pantanoso, lleno de “vacíos legales”, como se suele decir. Las regulaciones sobre lo que se comparte en Internet se han ido creando luego de ciertos conflictos específicos y, casi siempre, se reducen a limitar los derechos de los usuarios.

Lejos de buscar una resolución o una salida milagrosa, lo que suponen estos casos ejemplares es la posibilidad de pensar una forma de consumir diferente, moderna, digital y renovada. El público ha cambiado. Internet sigue evolucionando. Compartir es el nuevo lema.