Chubut: entre la Masacre de Trelew y el Juicio a los Espías

11-06-2012 / Política y Sociedad
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En Rawson se llevan adelante dos juicios a marinos. Uno producido en 1972 y otro en 2006. Uno, la Masacre de Trelew, el otro, el Juicio a los Espías


Chubut: entre la Masacre de Trelew y el Juicio a los Espías

Por | fmartinez@redaccion351.com

Las paradojas de la historia son más poderosas que las producidas por los agujeros negros. Incluso, me atrevo a decir que tienen más gravedad los componentes sociales que los físicos. Tal es así que, actualmente, en el Centro Cultural José Hernández ubicado en la pequeña pero bella ciudad de Rawson se investigan, al mismo tiempo, dos hechos serios producidos por marinos. Uno, con consecuencias trágicas no sólo para las vidas de los presos políticos en lo que después pasó a llamarse la “Masacre de Trelew”, sino también para la sociedad que debió soportar a los dictadores. El segundo hecho ocurrió ya en democracia y se trató del espionaje realizado por al menos 14 marinos -quiénes aún hoy siguen desempeñando sus funciones- a todos los funcionarios del Chubut, periodistas, militantes y aborígenes, entre otros. Néstor Kirchner y la entonces Ministra de Defensa, Nilda Garré, también fueron espiados ilegalmente.

A pesar de que los hechos ocurrieron con más de tres décadas de diferencia, algunos pareceres entre los procedimientos, tristemente, revelan que aún quedan cosas graves por solucionar en las Fuerzas Armadas: debe ser una institución que se subordine a la democracia, sin ánimos políticos, que responda a la soberanía popular.

El Juicio a los Espías

Hace más de seis años, un cabo, Carlos Alegre, se resistió a obedecer órdenes para cometer hechos de espionaje ilegal. Alegre había comenzado en la Marina como electricista de submarinos. En los primeros años, se destacó por sobre sus compañeros por las excelentes calificaciones. Años más tarde, ocupó un cargo dentro de la sección de Inteligencia de la Base Almirante Zar. La misma base que había sido testigo de la cruenta masacre a 19 militantes en 1972. Descontento por su formación y con ansias de saberes, Alegre se propuso estudiar Derecho y así lo hizo. De esta manera, comenzó a darse cuenta de que muchas de las tareas que en dicho destacamento se realizaban eran contrarias a las impuestas por la Constitución Nacional.

Alegre les explicó a sus superiores esta incongruencia con la idea de que, tras citarles algunos artículos, ellos dejarían de infringir las leyes. Pero, como se afirmó anteriormente, los agujeros negros de la historia  ocasionaron todo lo contrario. A Alegre le costó mucho encarar una denuncia formal, dado que la mayoría de los abogados a los cuales se remitió le dijeron uno por uno: “Dejalo pasar”; “Hacete el boludo”; “Agachá la cabeza y hacé carrera”; “En la Armada siempre pasó lo mismo”. Con el paso del tiempo, el cabo comenzó a sentir la presión de sus superiores y ciertas molestias que se transformaron en injustas reprimendas. Con pocas esperanzas, envió un mail contando su caso al Centro de Estudios Legales y Técnicos, a la mesa de entrada: cels@cels.org.ar. Fue como meter un mensaje escrito con un lápiz tímido en un inmenso oleaje, dentro de una frágil botella y dejar que el mar haga lo suyo.

Juicio Masacre de Trelew

En agosto, en el sur, encerrado en una cárcel, lleno de frío en los huesos, no hay muchas cosas en qué pensar para pasar el tiempo. Cómo escaparse es una. En 1972, esta inquietud les vino a todos los presos políticos, pero Marcos Osatinsky empezó a tomárselo en serio cuando con Mario Santucho se pasaron algunos datos relevantes. Lo demás, ya se sabe. El primer grupo, la fuga, el revanchista Ford Falcon, aeropuerto de Trelew, el avión secuestrado y Chile; “Chicho” Allende de cómplice y luego, Fidel. Ni menos ni más.

Lo demás, también se sabe: el segundo grupo se atasca, la incomprensión de Arturo Lewinger, algunos taxis improvisados, el aeropuerto de Trelew, 19 que alucinan con un avión que no está, la rendición, las falsas promesas y la prisión en la Base Almirante Zar. El 22 de agosto, por la madrugada, una guardia comandada por el Capitán Emilio Sosa, luego de una arenga, hizo salir a los presos y, con metralladoras PAM y pistolas calibre 45, dispararon contra 19 presos políticos, de los cuales, tras hacerse los muertos, sobrevivieron tres jóvenes: Carlos Camps, María Berger y Ricardo Haidar.

La semana pasada se dieron las declaraciones indagatorias de los acusados, la inspección ocular en la cual habló Bautista. También declaró Alicia Bonet, esposa de Pedro Bonet,  quien brindó un relato por demás emotivo y, con prueba documental contundente, gritó sin levantar el volumen de su voz: “A Pedro lo asesinaron dos veces”.

Espías: allanamiento de la Base Zar

Cuando el CELS leyó el correo de Carlos Alegre, se preocupó, se ocupó y, tras la denuncia, el juez Jorge Pfleger ordenó un allanamiento a la Base Almirante Zar, el 17 de marzo del 2006. Un lector precavido se estará preguntando por qué pasaron tantos años desde aquella orden al correspondiente juicio. En realidad, se llevaron a cabo una cantidad impresionante de artilugios legales (incluso 11 conjueces tomaron y dejaron el caso) logrando una triste y lamentable dilación, situación que también se vio reflejada en el transcurso del juicio.

Pero no nos adelantemos, porque en esos seis años pasaron cosas gravísimas que desgraciadamente nos retrotraen a los años oscuros de la última dictadura militar. Como anticipamos anteriormente, Carlos Alegre empezó a sufrir sendas presiones. Algunas un tanto inmaduras, como la prohibición para realizar deportes con sus camaradas, otras más serias, como la quita de la obra social a su familia por intermedio de papeleos burocráticos. Más grave fue la amenaza que le propiciaron en su hogar al “ofrendarle” 14 molotov en la puerta de su casa, sumadas a una amenaza de muerte escrita con aerosol. Inaceptable fue el “accidente” automovilístico que sufrió Alegre en la ruta camino a su Bariloche natal. Ese choque lo dejó postrado en coma tres durante cinco semanas.

Acusados de la Masacre de Trelew


Los que están y los que faltan

Los imputados en el Juicio por la Masacre de Trelew son: Jorge Enrique Bautista, Emilio Jorge Del Real, Carlos Amadeo Marandino, Rubén Norberto Paccagnini y Luis Emilio Sosa. En los primeros días, el juez Enrique Guanziroli desestimó que quedaran presos de manera preventiva dado que “no hay razones para entender que podrían perjudicar en la causa”. Sin embargo, no hay que olvidar que Horacio Alberto Mayorga es uno de los acusados que no está presente en el momento del juicio, por problemas de salud. A su vez, Guillermo Bravo se encuentra en Estados Unidos, en libertad, dado que dicho país decidió protegerlo con razones poco precisas.
A diferencia del Juicio a Videla-Menéndez, en donde el ex cabo Pérez esperó hasta el ocaso del juicio para arrepentirse, en la segunda jornada del Juicio por la Masacre de Trelew, el por aquel entonces conscripto Marandino tiró por tierra todas las versiones (inverosímiles por cierto) del grupo comandado por Sosa. Sin dudar, admitió que sus camaradas le hicieron abrir los calabozos y le pidieron que se retirara: “Al término de mi guardia era todo normal, hasta que llegaron los señores oficiales, parece que venían un poco tomados de copa, me obligaron a desarmarme. Me entregaron las llaves de los calabozos y me pidieron que me retirara, dije: ¡Sí, Señor! Hablaban muy fuerte y a muchos gritos, (los detenidos) cantaron el himno nacional argentino. Después, gritaron: ¡se quieren escapar! Me entregaron una pistola 45 mm y ordenaron que verificara los cuerpos, hice dos pasos y temí por mi vida. Me llevaron a enfermería de la base. Me dieron un sedante para que me tranquilizara, era el más moderno de los militares. En ningún momento sentí gritos ni desmanes”.

Bayer, el implacable

Hace algunos días, tuve la oportunidad de hablar con Osvaldo Bayer, quien estaba de visita por Puerto Madryn. Hablamos del Juicio a los Espías y, como nos tiene acostumbrados, acertó, una vez más, en sus comentarios: “La democracia se construye y hay que construirla. No hay que descuidarse, hay que pelear por cada desaparecido, por cada trozo de memoria, por cada derecho”.