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Por Esteban Torino | etorino@redaccion351.com

Fotos: gentileza N/Narco

Lejos de cuestionar un tema punzante y sin la más mínima relación con “narco-escándalo”, N/Narco tira la casa por la ventana en lo que se vislumbra como una auténtica fiesta rosa. En medio de un éxtasis musical, Rodrigo Cuesta (su director) no escatima en despliegue ni en color, y queda demostrado que una avalancha popera puede resultar muy atractiva a la hora de contar una historia de dramas y enredos.

De esta manera, la obra que se presenta los sábados de junio a las 23 hs. en El Cuenco responde a una premisa básica: la música como rectora de la acción. Y es tan arbitrario como acertado que los hits pop de los noventa (en intérpretes icónicos como Madonna, Erasure o Roxette, entre algunos otros) confluyan en un relato que deambula entre el policial y la comedia, para dar con una secuencia deliberadamente hilarante.

Una historia simple bien condimentada

En N/Narco el cuento es claro: Narciso y Nicolás son dos medios hermanos a los que su madre los dejó a la deriva en su departamento, a expensas de los gustos musicales de su novio DJ que permanece encerrado en una de las habitaciones. En definitiva es éste quien marca el pulso de la casa con sus pistas. A todo esto, los hermanos reciben la visita de Nacho que, además de su presencia, les trae un maletín repleto de cocaína que dispara todo tipo de posibilidades. Por último, será Nazareno quien irrumpa y quiebre todo lo predecible.

n/narco

Con secuencias rítmicas para el recuerdo, la historia pasa de la liviandad a la densidad en pocos instantes. La diversión y el juego pueden llegar a convertirse en algo muy peligroso, aun cuando la música no los deje descansar y los invite continuamente a bailar, como si de un videoclip se tratara. Las consecuencias pueden ser las peores, pero ellos igual bailan.

La precisión del desbande

Lo más destacable en N/Narco es su ritmo. Es una obra que nunca cae, a pesar del riesgo que implica estar siempre arriba. Los apagones y la invasión sonora demandan una exactitud cronometrada que no falla y que evidencia un trabajo finísimo y mesurado. Cuando todo parece volar por los aires, la prolijidad técnica y actoral queda en evidencia. La puesta y la dirección,claramente también.

Y aquí resuena uno de los pilares fundamentales de la obra: las interpretaciones. Maximiliano Gallo, Adrián Azaceta, Facundo Domínguez y Samuel Silva componen un escuadrón de actores a prueba de todo. Gallo le impone su compás a la escena y el clima nunca se fisura. La fiesta se sostiene todo el tiempo.

La obra está definitivamente atravesada por la temática gay. A veces plagada de colores, a veces de manera caricaturesca y paródica, pero siempre igual de efectiva. Y de eso se trata N/Narco, de una fiesta. Una fiesta oscura, por cierto, pero una fiesta al fin y al cabo.