Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com
Tantos artistas admirables que se roban las palabras para describirte, Estrella. Tantos tipos queribles. Mujeres queribles. Gente que está para el abrazo largo. No el abrazo de despedida de un mensaje escrito. El abrazo de abrazarse y emocionarse abrazando. Artistas que abrazan con la obra y con la vida a hombres y mujeres que los abrazan con aplausos, con peritas que tiemblan y agüitas que brotan. Seres que se merecen todo el respeto y el prestigio ganado por tanta maravilla creada. Pero entonces, qué queda para vos, Estrella.
Queda, tal vez, una medida posible. Una escala que sólo podremos dimensionar reproduciendo palabras ajenas. Primero las tuyas cuando medio apurado tuviste que describirte en un programa de radio:
«Yo soy un señor que toca el piano, hermano. Todo viene del piano. Yo leía todo lo que pasaba en Buenos Aires con la música y veía chicos de mi generación, como Martha Argerich o Barenboim, y yo decía por qué ellos sí y yo no la puta madre, tengo que ir a Buenos Aires, y bueno hubo un consejo familiar, era lindo porque se reunían a comer, después de morfar nos mandaban a los chicos a jugar y ellos se quedaban hablando de sus hijos, y yo estaba que me comía las uñas porque sabía que iban a hablar de mí. Entonces mi vieja me dijo mijito, mi conejito (porque era dientudo) vas a ser pianista pero no ahora. ¿Sabés qué pasa? A los doce años, tu padre y yo no te podemos mandar a una ciudad que vive en singular. Porque allá la gente vive en singular. En cambio acá, en Tucumán, nosotros vivimos en plural, todos sabemos quién es quien. Vos tenés doce años, tenés que hacerte hombre. Para hacerte hombre necesitás muchísimo amor, y ese amor sólamente te lo podemos dar nosotros, tus padres, tus tíos, tus tías, tus hermanos. Hagamos un trato: tus tíos, tu padre y yo, de nuestro sueldo vamos a separar un poquito, va a ser la alcancía que va a ser tu beca. Entonces, hacete hombre acá, terminá tu bachillerato y vas a tener una beca de la familia para estudiar en Buenos Aires, pero vas a ir muñido por todo el amor que hace falta para que vos crezcas como hombre… Y queremos que seas toda la vida un chico del Norte…» *1
Segundo, las de un escritor también inabarcable, cuando en su novela igualmente inabarcable, cambiándote el apellido, te describe:
«Teresa estudiaba Historia del Arte y estudiaba piano con un pianista tucumano llamado Miguel Ángel Estévez, con quien también había estudiado, un año, año y medio, Pablo, y a quien Estévez le dijo No aparezcas más por aquí, o te dedicás a la filosofía o al piano, las dos cosas, entendámosnos, Pablo, las dos cosas como vos querés hacerlas, imposible, hermano, y Pablo deseaba decirle yo no soy tu hermano, sólo quiero ser tu alumno, pero decir hermano era parte de la puesta en escena que Estévez hacía de su tucumaneidad, una puesta sincera, tan sincera que había llegado a creer en ella más que en cualquier otra cosa, tanto la creía que daba conciertos entre los cerros, para los campesinos, para los trabajadores de la zafra, les tocaba Beethoven y Bach, o Mozart, y hasta cierta vez un bombisto, o sea, un campesino que tocaba el bombo, lo acompañó en una sonata de Scarlatti y Estévez tocó el cielo con las manos, dado que para él eso era el cielo, tocar para los campesinos tucumanos, que un bombisto lo acompañara, tal era su pasión, una pasión que muchos criticaban porque la creían falsa, pero no lo era, Estévez no tenía nada de falso y lo demostraría a lo largo de una vida en la que una y otra vez regresaría a los valles tucumanos, en busca de algún bombisto para Scarlatti, o para Beeethoven o Mozart, quienes, para Estévez, sonaban incompletos si no se les adosaba un bombo tucumano, de aquí también que le dijera a Pablo lo que le dijo, el piano, le dijo, exige una consagración total y la filosofía, por lo que yo sé, hermano, también, así que si querés seguir tocando el piano andate a tu casa y practicá y tocate lo que quieras, pero para eso no me necesitás a mí, te alcanza con lo que ya sabés, la que sigue conmigo es Teresa, Pablo, porque ella, si bien, dijo, toca con la frialdad de una zapatilla en invierno, sólo piensa en eso, en el piano, y acaso yo pueda entonces hacer algo por su sonoridad, no se trata además de andar perdiendo todos los clientes porque si no me cago de hambre, perdoná la franqueza, hermano…» *2
Ojalá podamos, algún día, abarcarte Estrella. Por lo pronto, no nos perderemos tu recital de este miércoles en el Auditorio de Radio Nacional. Javier Estrella, Narciso Omar Espinosa y Raúl Mercado, te acompañarán desde el escenario. Nosotros, desde el silencio y el aplauso.
*1- Testimonio tomado del programa «Decime quién sos vos», conducido por Eduardo Aliverti en Radio Nacional, domingos de 10hs a 11hs.
*2- José Pablo Feinmann. La crítica de las armas. Ed. Norma. Año 2003. Pág. 245.