» Elena Roger en concierto redaccion 351

Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com

Hay cantantes que multiplican el sentido de la libertad.

Antes de «En Concierto. Recorriendo el rock nacional» y de «Vientos del Sur», Elena Roger trascendió desde la comedia musical, tal vez una de las expresiones más complejas por la versatilidad que exige en los intérpretes. Una forma de observar ese género tan plural supone aperturas para quienes sobresalen en la actuación antes que en el canto, porque el texto y la puesta justificarán limitaciones vocales. Otra forma encontrará en las virtudes de la interpretación musical un punto decisivo. Desde que pisó un escenario, Elena le ahorra discusiones a cualquier comentarista.

El recuento de sus presentaciones a sala llena en varios países, de sus participaciones destacadas en cine y de sus premios y nominaciones en teatro, bastaría para entender la dimensión de una artista en el marco de su llegada a Córdoba. Pero nos tomaremos unos minutos.

En ocasiones, la trayectoria es un alud, una profecía autocumplida a partir del acuerdo multitudinario sobre méritos verdaderamente incuestionables. Por supuesto. Pero otra inquietud impulsa esta recomendación, otra posibilidad, una que ha intentado detenerse en la simple escucha de su música y en varios de sus videos que andan por ahí.

La experiencia de dejar todo para escuchar una voz… Hasta pareciera un ejercicio. Algo que podría comenzar con un «supongamos que…» Muy bien, supongamos que este jueves viene al Teatro San Martín una cantante, cuya obra no conocemos en detalle y andamos con ganas de ir al teatro porque, supongamos, hace mucho tiempo no vamos, menos un jueves. Un dato de la realidad favorece el ejercicio: este jueves 23 de octubre a las nueve y media de la noche, Elena Roger se presenta en el Teatro San Martín. Dato más que conveniente al ejercicio.

Supongamos que alguna vez vimos por televisión una entrevista a Elena Roger a partir de su fama por actuaciones descomunales, entre ellas una aún más impactante, donde representa a Edith Piaf. Es decir que tenemos a Elena como una artista famosa, que justo viene este jueves y nosotros andamos con ganas de volver al San Martín, o tal vez, quién sabe, andamos con ganas de ir por primera vez, para ver y escuchar a esa cantante que una vez vimos por televisión y quedamos impactados, pero no sabemos mucho más.

Supongamos que la buscamos en internet y encontramos su página, después de un paso rápido por Wikipedia, esa cosa que parece igualar profesionales con lectores revoloteantes y, claro, enoja tanto a los médicos cuando sus pacientes dicen haber leído sobre lo que salió en el informe de la resonancia. La página de Elena Roger es una maravilla. Supongamos que vamos a la biografía, escrita por Eduardo Álvarez Tuñón. Es posible que, sin haber llegado a los discos, la sola lectura baste para decidir nuestra presencia en la platea.

Pero supongamos que llegamos al final del ejercicio y finalmente escuchamos los discos que Elena compartió en su página. Que dejamos sonar el primero, una celebración en vivo de grandes canciones del rock nacional. Recorremos la lista de temas y ahí están Charly García, Fito Páez, Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati. En el recorrido, empezamos por el último: «Las cosas tienen movimiento», o por «Himno de mi corazón», o… Y acá, justo acá mismo, en esa «o» con puntos suspensivos, descansa todo, posiblemente. Porque la escucha de un disco es, sin suposiciones, un ejercicio real e intransferible de la libertad. Puede ser diminuto, insignificante, desesperadamente insuficiente, pero alguien sentado frente a una pantalla y un par de parlantes, tomando contacto con un disco, recorriéndolo, eligiendo una canción y dejando que suene para descubrir una música, una cantante, una instrumentación, es un ser que empieza a dibujarse un sentido de la libertad, una fuerza que tal vez germinará diminuta, pero nadie más que ese espíritu frente a esa pantalla sabrá qué otras libertades convocará, qué alegrías, qué consuelos, qué emociones.

Una de las formas de la libertad podrá nacer de los dos discos que Elena ha publicado. «Vientos del sur» es otra gran posibilidad, tan inmensa como incontables dibujos puedan desplegarse en sabrá dios cuántas almas que dejen sonar «Milonga en el viento», o «Una canción», o «Las ciudades», temas que antes de Elena ya eran verdaderas glorias, pero que vienen a despertar otra cosa, por obra y gracia de su canto.

Pero falta lo más importante. El dibujo libre de una primera escucha en solitario podrá recorrer paisajes que mejorarán la vida, pero una grabación siempre es lo que podemos tener cuando no es posible el encuentro en vivo. Es esa distancia de metros frente al artista lo que decide si el dibujo encontrará colores inesperados, hermosos, irremplazables.

Una posibilidad.

Este jueves, Elena compartirá las obras de su último disco, «Tiempo Mariposa», grabado hace pocos meses. «Azúcar del estero», de Lisandro Aristimuño; «Punto de fuga» de Lucio Mantel, «El tiempo de los mares», de Lisandro Etala, “O Mundo” de André Abujamra, “Ka Ha’i Mai Koe” (canción en lengua Rapa Nui, núcleo conceptual del disco) y «Flores» de Javier López Del Carril, son algunos de sus temas. La acompañarán Javier López del Carril en dirección musical y guitarras, Carlos Britez en piano, acordeón y violín; Osvaldo Tabilo en batería y percusión; Andrés Dulcet en bajo, contrabajo y Christine Brebes en violín.

Supongamos que pudimos escuchar algo en este ratito, o después de hacer alguna cosa, y que la música es un dibujo incompleto de la libertad. Este jueves habrá lápices de sobra en el San Martín.