Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com
Fue quien perdió a un hijo al año de vida. Fue quien tuvo dos hijas que a los pocos meses de nacer quedaron ciegas y junto a su compañero dejó todo en La Falda para establecerse en Córdoba, donde pudo enviarlas a un colegio especial, por aquellos años en barrio Alberdi.
Fue quien cada día puso lo que había que poner y de donde no había para que a su familia no le faltara nada, sobre todo felicidad.
Fue quien enseñó a rezar, a cebar mates, a cocinar, a disfrutar de la música y la literatura como placeres cotidianos.
Fue quien aprendió de su hija menor a leer música y le dictó cientos de partituras, durante décadas, para ser traducidas al sistema Braile.
Fue quien contagió de voluntad extraordinaria y sensibilidad a quien tanto admiramos, por su voluntad extraordinaria y sensibilidad, entre incontables razones.
Fue la madre de Elvira Ceballos.
En este capítulo de Lo que se nos canta, Silvia Lallana y Sergio Manes visitan a la gran gran artista para acercarnos una de sus composiciones predilectas, dedicada a quien sigue por ahí, cerca de su piano, en cada recuerdo y oración.
Otro encuentro para agradecer. Otra vez la alegría de compartir.
Silvia Lallana
Quien no conoce a Elvira Ceballos, quien no la vio en algún escenario, quien no escuchó un piano sonar a través de sus manos, se ha perdido gran parte de la historia viva de nuestra cultura. Muy agradecidos a ella y a la vida misma, presentamos nuestro octavo capítulo: Elvira Ceballos.
De su trayectoria como artista no vamos a hablar mucho… Ponga Elvira Ceballos en Google y la va a encontrar tocando su piano en Cosquín, cantando con Jairo, grabando discos con Raly Barrionuevo, participando de Mundo Alas junto a León Gieco, o visitando en innumerables ocasiones al Chango Rodríguez en la cárcel…
Dueña de una sonrisa permanente, de un optimismo envidiable, de una fuerza inagotable y de un empeño admirable, hoy Elvira Ceballos nos abre las puertas de su casa y de su alma, al regalarnos este bello vals inédito que le dedicara a su madre tiempo después de su partida.
Siéntese diez minutos delante de su computadora, póngase auriculares y disfrute de esta hermosura de persona a través de su palabra y de su música.