
Por Luciano Debanne.
A Di María le hacen decir.
Y él dice. Usa una argumentación donde lo personal es político pero versión pueblito o barrio de las orillas, versión cuento de bar con sifón en la mesa.
Di María para decir, cuenta. Cuenta su historia. Da testimonio.
Cuenta que de niño se cagaba de hambre, cuenta que su viejo se hizo carbonero para parar la olla y el niño que él era se hizo carbonero también, que las paredes de su casa eran grises pero se fueron volviendo negras.
Cuenta que su vieja lo llevaba a entrenar en una bici, una bici que tenía nombre. Graciela se llamaba la bici.
Que su vieja pedaleaba kilómetros con él atrás y su hermana sentada en un canasto adelante. Un canastito con dos huecos recortados así nomás, a pulso, para que pase las piernas la niña. Él cuenta y vos te la imaginás.
Cuenta de cuando lo verdugueaban entrenadores insensibles y de cuando lo protegían los compañeros. Dice que eso no es usual; que acá en el sur eso no es usual, porque todos los pibes que van a jugar a los clubes de las ciudades están cagados de hambre -así como estaba él- y luchan por sobrevivir como sea, a veces a costa de otros.
Cuenta de esa vez que viajó a jugar a Colombia, sentado a oscuras en colchones viejos en el espacio de carga de un avión militar Hércules: «Que nadie apriete el botón rojo que se abre la puerta y nos vamos a la mierda» cuenta que dijeron.
Di María es un negrito, y se le nota la infancia de pobreza. Porque hay marcas que quedan en el cuerpo y en los modos para siempre, aunque ahora seas millonario de muchos millones.
Cuenta cuando jugó con Messi por primera vez. Y se llena de luz su cuento. Cuenta que nunca se había divertido tanto, eso dice, eso recuerda, que nunca se había divertido tanto.
Dice que Messi es distinto, dice que él no sabe bien cómo funciona esa magia que tiene Messi: dice que Messi mira como el resto, para los costados; pero además mira como un pájaro desde arriba y los ve a todos.
Mira como un pájaro Messi. No es una metáfora, es una afirmación.
Al cuento de Di María lo escribió García Márquez o Liliana Bodoc.
Di María es Latinoamérica metiéndole un gol a Europa. Aunque con eso no alcance.