Por Guillermo Cienfuegos.

Foto: Simón Templar.

Toda vez que la escena rockera cordobesa pasa por un bajón anímico, generado principalmente por la falta de convocatoria, nos ponemos a buscar en nuestro entorno un “culpable” o alguien con una realidad diferente. En la volteada cae, en primer lugar, el cuarteto, género que envidiablemente (y sin dudas es mérito de sus ultra fieles seguidores), colman los recintos, entre tres y cuatro noches a la semana, a pura fiesta y diversión.

Este fenómeno es imposible de utilizar como parámetro ya que no hay posibilidad de que el rock logre algo similar. Imaginemos por ejemplo una banda de rock muy convocante tocando todos los fines de semana, en la misma ciudad y llenando todas las noches… Parece imposible.

Seguimos buscando y encontramos un nicho que tiene muy buena respuesta: Las bandas tributo. Desde Dios Salve a la Reina, hasta nuestros Power Of Hell, pasando por The Beats o Planeador V, cada presentación logra una gran convocatoria, ya sea en el Orfeo, el Quality, Guernica o Urban. Sorprendente, ¿no? Analizando un poco, sólo encontré un factor común: “Tocá una que sepamos todos”. Ésa parece ser la clave, aun considerando las diferencias de estilos o entre los lugares en que se realizan estos recitales de acuerdo a sus segmentos.

Hay en estas presentaciones, tal vez, un punto en común con los eventos cuarteteros: la fiesta. Sí, cuando uno escucha la canción que ya sabe y que tanto disfruta en la radio o en sus propios auriculares, se despierta la diversión. Y eso es lo que seguramente buscamos cuando vamos a un show. ¿Son mejores las canciones de Queen, Soda Stereo, Beatles o Pantera, que las del resto de las de las bandas locales? No lo creo. Sólo que las canciones autóctonas no se conocen en forma masiva.

Son cosas que las bandas locales debemos tener en cuenta: difundir, entretener y conmover.

¿Que hacemos? No sé. Traigo el problema, no la solución.