Por Luciano Debanne.
Todo es un preludio de la lluvia que, agazapada, se esconde tras el indicio del calor, tras los incendios infernales, tras los pastos secos de las plazas, tras las alergias de polvo y ceniza, tras las casi noticias de los casi informativos, tras las declaraciones altisonantes y los resultados magros, tras la mirada frente al jefe o el patrón, tras la tensión contenida en las charlas entre vecinos, colegas, compañeros del trabajo, estudiantes, convivientes, oficialismo oposición.
Todo a punto de estallar.
Como estalla el llanto contenido, o la furia sin regreso, o la última coda de la depresión.
Como estallan las molotov en mil pedazos astillados.
Como estalla la semilla en brote y el pimpollo en flor.
Como el pururú que se infla por dentro, invisible su nube interna cubierta por la cáscara amarillo sol.
Hasta su explosión contra la tapa impenetrable de la olla, que uno sabe que ya es redondo, rubicundo y blanco por el sonido que hace y por el olor.
Todo ahora es un preludio de la lluvia, y si no llueve pronto será un desquicio.
Ojalá que llueva pronto, quiera dios.