Por Luciano Debanne.
A veces, todo lo importante depende de lo circunstancial.
Así las cosas en la tierra esta de parir los hijos con dolor y ganarse el pan con el sudor de la frente.
Llenas de barro las plantas de los pies, de espinas, de piedras el camino.
Es lo que es. Y nosotros adentro.
Después vino el error de separar las ideas de las manos que las construyen, de inventarnos una moral de cielos e infiernos y no de tierras y ríos, de creer en una pureza que está imposiblemente lejos del mundo y su materialidad.
Al paraíso de la política, de lo humano, le dicen utopía.
Ambos promesa, imposible de alcanzar.
Que es horizonte, dijeron. No está mal.
Siempre que un ojo esté en el cielo y el otro siempre mirando lo terrenal.
Porque sino, el riesgo del abismo al alcance de un tropiezo.
Por andar mirando todo el rato más allá.
Y es que a veces, todo lo importante depende de lo circunstancial.
Vivimos aquí y ahora, el próximo paso, el próximo minuto, la próxima elección.
Está bien saber para dónde queremos ir, no hacer cualquiera, no arrancar para el otro lado sino para donde teníamos que arrancar.
Horizontes, utopías, paraísos donde ranchar.
Pero, no hay utopía posible cuando lo que está al frente es puro final.
Y es que a veces, lo importante depende de lo circunstancial.
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Cuando la casa está oscura
Cuando duermen como animales mansos las sillas y se pudren en silencio las frutas en el canasto de la cocina, y los espejos se vuelven líquidos, y te sentís los pies, las manos, los pulmones adentro, y el aire.
Antes de todo
Hay una claridad que tintinea como un arroyo bailando sobre las piedras grises, y el fresco de la primera mañana. Después la vida, y los avatares de ser entre muchos.
