Literatura

Extracto de «Yo también fui un careta» de Ricardo Cabral

3-11-2015 / Lecturas
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En nuestra sección destinada a las letras de autores cordobeses, compartimos cinco textos, a manera de adelanto, de uno de los escritores más inquietos de los últimos tiempos.


Extracto de «Yo también fui un careta» de Ricardo Cabral

Foto: Eluney Ayún

Ricardo Cabral vive en Buenos Aires. Es, tal vez, una aclaración tan innecesaria como provisoria que intenta definir parte de sus días, plagados, casi desde sus primeros años de juegos con la literatura, de inquietudes siempre plasmadas en todo tipo de soportes: papeles únicos, publicaciones compartidas, escenarios colmados de talentos.

Ricardo Cabral es la palabra y sus fiestas multitudinarias con la música, el dibujo, el cine. Las imágenes como bellezas que esperan su llegada para volverse poesía.

Aquí compartimos una parte de sus últimas búsquedas. Cinco relatos de muchos que reflejan su sensibilidad para traducir historias en instantáneas sorprendentes, algunas veces abruptas, otras veces libradas al placer. Siempre imperdibles.

El título, nos cuenta, es una suerte de homenaje al «Yo también fui un boludo» de Juan Carlos Maraddón.

¡Gracias Ricardo!

 

Yo también fui un careta.

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Al momento que me tanteo, se me viene a la cabeza lo que contó el primo Maicol y al toque se me baja: la Bobe lo agarró con el malambo en la mano, una vergüenza que le va a durar hasta después de que se vaya al cielo. No me gusta fichar mucho por la ventana, cada tanto ves algo raro. Raro como que sacan tres de la mañana del domingo un contenedor con residuos patógenos, como dijo el vecino: “bueno, acá se va el cuerito de Dylan, acá la pierna de Tito, la mano de David”. Casi siempre los pacientes son hombres, la mayoría porta muleta y a todos les gusta el fútbol.

 

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Los Denoir (o Denuá) vieron inquietarse la noche una fría velada de agosto de 1937. “Las estrellas estaban furiosas”, relataba con frecuencia en sus últimos días Pilar, adornando la anécdota con una nevisca y una mudanza repentina al campo. Se rajaron cientos de casas de Coronel Espinosa, los perros se volvieron locos corriendo en círculos, a un paisano en el apuro se le trancó la pata en el excusado, pero no hubo vidas que lamentar. Fueron bendecidos por la Santa Patrona de Escudero, virgen de la orden de los castos Escribas del siglo XVII, respetada por unos pocos colonos bávaros llegados al sur de la pampa húmeda en 1887.

 

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Ya no sé si extraño a Vane cuando no la veo por un par de semanas porque viaja con el equipo de volley, siempre me habla bocha de lo que hacen en la concentración y yo me quedo al muere. Somos un mar de pajas. Paja moto, paja rebote, a manga, levito, subidón, de coté, alverre, de tripa, gansoatado, marabunta y sifón. No sé de qué juega porque me chupa un huevo ese deporte de minas, pero eso de que tenemos que pajearnos virtualmente a las tres de la tarde me tiene harto. Un día de estos me volteo a la prima Julia y todos contentos. No, si yo soy un vivo bárbaro.

 

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¡Sí sí sí! ¡Vení Pedro! Mirá esto, esta es nueva, ¡síiiii¡ ¡Por fin una alegría para ese chabón! ¿La habrá sacado de Tinder? No man, mirá, se parece a una cantante de esas que escuchaba hace diez años mi hermano… No man, se sacó todo así como si hubiese ido a comprar pan. ¡No tiene un solo pelo ahí abajo! Es como las chicas de XXXX, de esas modelos que les pagan un vagón de plata para coger un par de veces y chau. Pero no man, le baila diferente, no le pinta sado ni fetiche, la mina no es obvia, hay algo raro. Suena como rock electrónico, medio dab, pero… ¡por qué no cogen y listo!

 

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Dos luceros en la noche de su pelo enredado, la boca lista para devorarme en un suspiro, la lingua longa para atrapar un pez. La primera vez que di con Bianca sostenía entre las manos la prenda de una niña invisible, la niña que fue o la niña que perdió una tarde de invierno, porque sólo la gelidez o el excesivo calor pueden llevarse intempestivamente la inocencia. Desde hace unas semanas empecé a verla con cierta regularidad ingresando a las reuniones de comisión. Casi siempre va con un jardinero de jean, el pelo bien corto, cero make up y una impresión de certezas en su semblante que avasalla.