Con permiso
El fin de la melancolía
Se agita la savia y la sangre, y entra en celo el mundo, que de tanto desearse es como si todo fuera puro amor.
Por Luciano Debanne.
Septiembre se pasea por el año como una diosa, bordado de flores su pelo, su sonrisa verde, su tibio calor.
Se agita la savia y la sangre, y entra en celo el mundo, que de tanto desearse es como si todo fuera puro amor.
Septiembre se asoma a la tapia y ya ve el fin de año.
Tiene ruido a latas que se abren, a risas abejas, a terrazas compartidas, y patios de puestas de sol.
Septiembre es río que corta el año, las patas descalzas, y ahí nomás, la promesa brasa del asador.
Septiembre es el fin de la melancolía, daga ardiente en el pecho del almanaque, herida abierta borboteante, encendido y brillante corazón.
Notas relacionadas
Una previa que estalla más adelante, un cansancio silente, el antes de lo que va a pasar. Sin embargo, y como siempre, la vida en marcha: alguien da batalla, alguien se hace respetar, alguien lucha por su libertad.
El alboroto de los pájaros, los motores a lo lejos, el vaivén de las hojas movidas por el viento, los gatos de la noche retirándose, la llegada de los perros. El sol saliendo como marco silencioso y eterno.
Pobrecito dios, que nunca le soplaron las rodillas peladas, ni lo peinaron, ni lo vistieron con abrigo de más, ni le dijeron "cuidado" con ese miedo reto advertencia brava te voy a cascar.