Por Luciano Debanne.
Era práctica común, durante la Campaña del Desierto, quemar viva a la gente.
Violar a las niñas, mutilar a los hombres, quemar a las mujeres.
Pasó en el sur patagónico, y parecido pasó también en la selva que crece entre los ríos del noreste, pasó en los montes, y en la puna.
Y aunque no fue hace tanto, la sangre pronto se secó sobre la tierra, y las bestias se comieron la carne podrida y sufriente, y las tierras tuvieron dueños y apellidos, y perdieron los nombres viejos.
Y los dioses abandonaron muchos de esos lugares.
Lo que era tierra viva se volvió apenas propiedad.
Pero, vean cómo son las cosas, siguen soñando las niñas de hoy el sufrimiento incendiado de las abuelas.
Se despiertan de noche con esa llama quemándoles la mirada.
Lo vuelven a ver como aquellas otras niñas que generación tras generación lo vieron, con sus ojos mojados de furia y de dolor.