Enrevista

Sergio Manes expone su muestra fotográfica

19-05-2016 / Agenda, Entrevistas
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Desde el sábado 28 de mayo en Cocina de Culturas, se podrá disfrutar de «Miradas en clave de Fa», una serie estupenda de doce retratos de músicos de Córdoba y el país. Conversamos con su autor.


Sergio Manes expone su muestra fotográfica

Por | redaccion351@gmail.com

Hay que verlo trabajar al tipo. Dos cámaras colgadas, una en cada hombro; los pasos a un centímetro del suelo buscando ángulos y gestos; los brazos agazapados; la pasión fundida en el ojo derecho para gatillar; el resplandor de la pantalla en las cejas al revisar las tomas; una sonrisa leve y una mirada lenta, como de agradecimiento, al músico que acaba de fijar para siempre.

Cada recital en que se lo vea recorriendo pasillos o dando vueltas entre las mesas es una garantía de registros impecables. Como los grandiosos mecanismos de las viejas réflex bien cuidadas, o de las últimas bestialiadades de la tecnología, Sergio Manes no falla. Después de la música, sólo hay que esperar algunas horas para disfrutar sus imágenes.

Luego de una cantidad de años que no recuerda apuntando escenarios, llega su primera muestra de retratos de músicos. «Miradas en clave de Fa» es un resumen formidable de su actividad, un devenir que lo ha posicionado como referente ineludible de la fotografía en Córdoba y le ha regalado grandes amistades, viajes y alegrías.

Muchos de sus notables trabajos han sido publicados en nuestro espacio. Nos debíamos una charla para conocer su historia. El anuncio del estreno de la muestra en Cocina de Culturas este sábado 28 de mayo, con un recital igualmente imperdible a cargo del Horacio Burgos Quinteto, sirvió como ocasión inmejorable para arrimar palabras claves y recibir mucha vida vivida.  

Con ustedes, Sergio Manes. Sus palabras, videos y fotografías.

El primer contacto con la fotografía.

Mi recuerdo más temprano de la fotografía se remonta a principios de la década del 70. Por ese entonces mi familia vivía en Buenos Aires, en el barrio de Retiro, justo enfrente del Palacio de las Flores, un distribuidor inmenso donde los fines de semana funcionaba una tanguería a la que Calamaro le dedicó un tema. Era casi pleno centro y mi vieja siempre me llevaba a la plaza San Martín. Ese era mi lugar de esparcimiento. Curiosamente, era una plaza enorme pero sin juegos para niños. De todas maneras yo me entretenía jugando a la pelota y había dos personajes habitués, de los cuales me hice amigo… Un heladero de triciclo blanco que vendía helados Laponia, y el  fotógrafo de la plaza… Era un viejito de guardapolvo gris y gorra que fotografiaba con su cámara de madera, montada sobre un trípode de madera también, a las parejas, a los niños, a las familias, a todo aquel que le pidiera una foto por unos pocos pesos. Recuerdo que era mágico para mí ver cómo el tipo desaparecía debajo de una tela, metiendo su cabeza adentro de una caja. Después de sacar la foto maniobraba adentro de la caja y al rato salía una foto en blanco y negro… ¡Era magia para mí! Todavía conservo muchas fotos sacadas por el fotógrafo de la plaza San Martín.

 

La familia.

En mi casa no teníamos cámara de fotos. Mis viejos eran melómanos, con cierta destreza para el piano, y en casa, más que imágenes, reinaba la música todo el tiempo… Desde el Mono Villegas, pasando por Johnny Mathis hasta Bach. Mi viejo era arquitecto. Dibujaba unas perspectivas de venta de los edificios que proyectaba que eran muy reales… casi fotográficas… Y eso era lo que más me atraía de su profesión, esa posibilidad de representar en una imagen un fragmento de una realidad que por ese entonces era inexistente, pero que se veía tan real como una fotografía. Aprendí a dibujar bajo el método de la perspectiva polar a la edad de 10 años. Me enseñó mi viejo. Y tal vez desde ahí comencé a arrastrar el germen de la arquitectura en mí, pero siempre movido por la imagen.

 

Las primeras cámaras.

Cada Navidad le pedía a Papá Noel que me trajera una cámara de fotos. Recién a los 8 años mi abuela me regaló una cámara, con la que tomé mi primera fotografía. Todavía conservo esos negativos. Era una Kodak Instamatic 177x que cargaba una película de formato cuadrado 126. De esas con el flash Magicube, que tenía cuatro disparos nada más. No saqué demasiados rollos con esa cámara, pero fueron mis inicios. Me gustaba fotografiar a las personas. Mis abuelos eran mis modelos favoritos… Cuando murió mi abuela heredé una minolta Hi-matic G de 35mm. Un lujo para la época en donde reinaba el formato pocket de 110. Era una cámara compacta que me acompañó hasta mis 18 años.

 

Los viajes.

Por aquel entonces era fanático de las travesías en bicicleta y con esta cámara registré varios de los cruces de la cordillera. A los 19 años, en un viaje a Chile, se me rompió en medio de la travesía. Estaba desesperado porque no tenía cámara para registrar los paisajes que iba descubriendo. Estaba en Pucón recuerdo, y fui a una casa de fotografía a comprarme una cámara. ¡Necesitaba una cámara! Sentía eso de registrar cada lugar que conocía. No recuerdo bien cómo fue, pero la cuestión fue que salí de esa casa de fotografía con mi primera cámara réflex y un pequeño manual Kodak para principiantes. Ahí me enteré que, técnicamente, la fotografía tenía muchas variables. La distancia focal, la velocidad de disparo, la sensibilidad de la película… ¡El foco! Era un mundo totalmente nuevo y apasionante, lleno de desafíos, de interrogantes. Era una cámara Zenit, rusa, con un lente fijo de 58mm. Y ahí empecé… En el resto de ese viaje saqué como 6 rollos de 36 fotos. Probando, experimentando, disfrutando de ese mundo nuevo de posibilidades que se incorporaban a mis ansias de registrar cada momento… Volví de viaje y me compré un montón de libros de fotografía, enciclopedias en fascículos, etc… Me metí en la fotografía hasta el cuello. Me compré lentes, filtros, una ampliadora, me armé mi laboratorio blanco y negro en la cocina de mi casa y me pasé noches y noches enteras revelando cosas. Poco a poco la fotografía fue inundando todos mis ratos libres…  Empecé a programar vacaciones en función de lugares que quería fotografiar. De repente me encontré haciendo zafaris fotográficos por lugares recónditos del mundo sólo por el placer de fotografiar lo que veía… Anduve por Europa, Sudamérica, Estados Unidos, Nepal, India, Egipto, etc…

 

Los aprendizajes.

Siempre fui autodidacta. Siempre aprendí haciendo. A prueba y error, y así lo sigo haciendo. Después pasé por muchas otras cámaras, empecé a participar en concursos de fotografías y a obtener mis primeros logros. Por aquel entonces, mediados de la década del ’90, viviendo ya en Córdoba me empecé a dedicar a la fotografía de arquitectura. A la par de todo esto mi carrera profesional como arquitecto también se iba inclinando a la creación de imágenes. De hecho mi desempeño como arquitecto fue siempre más orientado a dar vida en imágenes (ilustraciones digitales, rendering) que al diseño y construcción de edificios.

 

Música y fotografía.

La música no es ajena en mi formación como fotógrafo ni como arquitecto. Me acompaña desde muy niño. Siempre fui un apasionado por la música. Estudié piano con grandes maestros como Guillermo Iscla en Buenos Aires por ejemplo. Me acuerdo que cuando entraba a tomar clases con él, salía Alejandro Lerner de su clase. En Córdoba estudié con Eduardo Gramaglia hasta que en el 2001, en plena crisis económica y ante el tiempo libre que era lo que sobraba en ese entonces por la falta de trabajo, decidí ponerme a estudiar más seriamente e hice la carrera de Composición, Arreglos y Producción en La Colmena. Esos años de estudio me sirvieron para interiorizarme en la música de otra manera. Pude conocer “el otro lado”, todo aquello que subyace y que antecede al sonido proveniente de un instrumento o de una garganta. Pero por sobre todas las cosas, conocí grandes personas, tanto compañeros como profesores, que hasta el día de hoy me acompañan en la vida. Personas de una altísima sensibilidad que llevan la música en la sangre.

Ana Robles – «Penas Luz»

 

El vivo.

A partir de esos años de estudio en La Colmena, la ejecución de la música en vivo fue notoriamente diferente a cualquier otra manifestación de ese arte. Yo ahora disfruto mil veces más escuchando cantar o tocar a quien sea en vivo que escuchar a mis grandes ídolos en un audio grabado. Sea Spinetta, Ella Fitzgerald, Bach, interpretado por el más virtuoso. En la interpretación en vivo hay vida, hay alma, hay luz hecha sonidos. Hay una persona dando lo mejor de sí en cada nota, en cada compás… Me siento un afortunado de poder registrar esos momentos… Cuando fotografío un músico en acción, de alguna manera me pongo en su piel, en su sentimiento, en su amor por lo que está haciendo, como si fuera yo el que está en el escenario. Lo vivo así. Por eso me da tanto placer fotografiar a los músicos…

 

Los cruces.

No sé si existen grandes paralelos entre la arquitectura y la fotografía, entre la arquitectura y la música, o entre la música y la fotografía… Yo siento que cada disciplina tiene ciertos ingredientes que son afines entre sí y que contribuyen a la formación de una manifestación artística que trasciende un arte en particular… Y que sumados dicen mucho más que una u otra disciplina por separado. Me parece que para cierto tipo de fotografía es necesario tener un background importante en el tópico que estás fotografiando… Y en ese sentido siento que el hecho de ser músico te conecta de otra manera con lo que ves a través del lente.

 

Los gustos.

No necesariamente tiene que gustarme la música que estoy retratando… No me parece que se pueda llegar a juzgar una fotografía por el gusto que me provoque escuchar la música que se está interpretando… Obviamente uno tiene sus preferencias en materia de música, de géneros, de intérpretes… Pero la fotografía va mas allá de lo que se escucha mientras se fotografía… El acto de fotografiar involucra mucho más que el sonido que se está ejecutando en ese momento… Tiene más que ver con el registro de una energía vital que se desprende de quien está ejecutando su instrumento… Es un acto de entrega absoluta del músico, que con su virtuosismo o sus limitaciones está poniendo lo mejor de sí para que su instrumento pueda transmitir la vibración de su alma para llegar al corazón de quien escucha, no por lo que se dice o lo que se toca, sino por la energía puesta en llegar de un ser a otro… No pocas veces se me han caído las lágrimas escuchando a músicos que tal vez no hayan sido tocados por la varita mágica, y no otras pocas veces he sido testigo de excesos de virtuosismo que no llevaban ningún mensaje especial en su despliegue de armónicos… Es muy relativo… Yo intento captar ese instante mágico en donde el músico se entrega en cuerpo y alma… Independientemente de si suena bien o no… De hecho me pasa que muchas veces, al finalizar un concierto, me doy cuenta de que no lo escuché realmente… No con oídos de músico o de espectador. Muchas veces me pierdo los shows tratando de capturar ese momento cúlmine en donde el músico deja todo en una nota… Y no escucho el acorde completo…

 

La muestra.

La muestra se titula “Miradas en Clave de Fa”. Por un lado son “miradas”. Es mi mirada sobre la mirada del músico. Las fotografías fueron tomadas en sesiones de estudio, algunas muy cortas, de 10 minutos, y otras muy largas, de 5 horas. Algunas con muchísima producción y otras con nada. En el género del retrato existe una conexión muy íntima entre quien fotografía y quien es retratado. Mi intención en cada una de estas fotos es lograr mirar en el interior de quien está delante exponiéndose y poder retratar algo más que sus facciones. En este caso hice hincapié en la mirada, en los ojos del músico. Hay quien quiso posar acompañado por su instrumento, incluso ejecutándolo durante la sesión fotográfica, y quien sólo posó emanando música desde su propia mirada. Hay quien se vistió especialmente para la foto y quien ni siquiera se peinó… Pero es parte de su esencia, y eso es lo que busco en cada retrato.

Por otro lado, la “clave de Fa” es un juego de palabras. En música la clave de Fa es la clave baja, es el pentagrama de la mano izquierda del piano que subyace bajo la clave de Sol. En fotografía, la clave baja es un tipo de fotografía muy particular, comúnmente asociada al blanco y negro, aunque no necesariamente es así, en donde los valores más débiles de luz (las sombras) prevalecen por sobre la luz en la superficie de la foto. Todas las fotos escogidas para esta muestra están hechas con esta técnica que es una de mis preferidas y que requiere de una iluminación muy particular.

Horacio Burgos – «Un tal Lucas»

 

Las fotografías escogidas.

El proceso de selección de las fotos que integran la muestra no fue para nada fácil… He trabajado en 40 sesiones de fotografías a distintos músicos de la escena local. Por una simple cuestión de espacio y de presupuesto, tuve que acotar la muestra a 12 músicos. El número tampoco es casual, está relacionado con las 12 notas de la escala cromática: Do, Do#, Re, Re#, etc) De hecho, son 12 músicos pero son 13 fotos. El Do que comienza la escala se repite al final para resolver nuevamente en la tónica una octava más arriba) Me queda material para hacer futuras ediciones de esta misma muestra, teniendo que dejar de lado para esta edición fotos de gente muy querida y admirada.

Elegí a 12 personas para ilustrar mi amor por la música y la fotografía por diversos motivos. He tratado de armar una muestra lo más heterogénea posible. Se podrán ver artistas de fama internacional al lado de otros no menos grandes artistas que se desempeñan como sesionistas, por ejemplo, que no están en las primeras planas. Si hay un criterio que guía la muestra es el tipo de fotografía tratando de encontrar una homogeneidad desde la imagen y no desde la personalidad del artista. Yo no retrato egos ni talentos, retrato gente común que tienen en común su amor por la música…

 

«La llamada».

Entre las muchas fotos tomadas en una sesión, o en una cobertura, siempre hay una especial. Es como una llamada, un signo de admiración. Siempre digo que esa foto “me llama”, yo no la elijo, ella me elije. Vibra en mi misma frecuencia en ese momento, y es ésa foto y no otra… También me pasa que días más tarde, dependiendo de mi estado de ánimo, puedo vibrar con otra foto distinta a la que antes había elegido… Es arte, y como tal es muy subjetivo, está sujeto a los vaivenes emocionales de quien lo aprecia… No me importa si la foto está oscura, desenfocada, movida o desencuadrada. Si la foto me llama, ésa es la foto…

 

El color o el blanco y negro.

El blanco y negro es mucho más expresivo desde mi humilde punto de vista… Deja la imagen librada a la luz o la sombra que le da forma a la foto… El color es una variable más que hace que la foto sea menos descarnada… De todas maneras la elección no siempre pasa por ahí… Hay veces en que el blanco y negro se utiliza como recurso para ambientar cierto tipo de música,como el tango o el jazz, y hay veces que la iluminación de los lugares es bastante escasa, y no hay un iluminador por detrás que pueda colaborar con su aporte para iluminar a los artistas. En esos casos el color le juega en contra a la foto… A veces la misma foto te pide ser en color o no…

 

Los rostros y los gestos.

Hay músicos que tienen facciones muy especiales… Una nariz especial, una frente especial, unos ojos especiales etc. Pero no creo que esto ayude o perjudique al registro fotográfico… El instante es el instante. En ese momento, no importa si la persona tiene rasgos armoniosos o no. Es una persona entregando su alma en una nota. No es la belleza de su rostro lo que intento que se vea en una fotografía; es su vida entera congelada en unas pocas milésimas de segundo…

No tengo músicos favoritos para fotografiar… de todos aprendo, de todos disfruto poder indagar en lo que están manifestando. Me gusta Damián Torres cuando cierra sus ojos; me gusta la Guada Gómez cuando canta en cunclillas; me gusta Germán Náger cuando se retuerce sobre el piano; me gusta la Euge Menta cuando acaricia su cello; me gusta Mario Tozzini cuando flota sobre sus teclas; me gusta Horacio Burgos cuando te mira como si nada mientras está tocando tres voces simultáneas de Libertango en su guitarra. Me gusta la gente, la música, la gente que hace música, la gente que ama haciendo música.

Agendá:

Sergio Manes expone «Miradas en clave de Fa». 

Desde el 28 de mayo. Martes a sábados de 10 a 19 horas.

Cocina de Culturas – Julio A. Roca 491. 

Entrada gratuita.