Entrevista

Rodrigo Carazo presenta «Oír e ir»

12-05-2016 / Agenda, Entrevistas
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En el marco del ciclo Disco es Cultura, este viernes 13 de mayo a las 21 horas en la Sala de las Américas, el cantautor compartirá las obras de su último disco, más un repaso por viejas y nuevas canciones. Aquí una charla sin preguntas, larga como la vida misma.


Rodrigo Carazo presenta «Oír e ir»

Por | redaccion351@gmail.com

Lunes 9 de mayo. Cinco y media de la tarde. Timbre, abrazo y avanti. Criollos de visitante con grabador. Mates de local con música en cada centímetro cuadrado de la casa. Paulina Muratore confeccionando las prendas para el viernes.

Pocas ganas de editar de tan linda charla. Sólo desgrabar dos horas largas que resuman una parte de la vida de Rodrigo Carazo, desde sus palabras. Y sacar las preguntas. No son necesarias. Este viernes 13 de mayo, presentación más que esperada de un disco emocionante: «Oír e ir». Antes y después, un poco de sus actividades en el ajetreo de la campaña de prensa; un ir y venir por las canciones, un recorrido por la vida, cosas locas que pasan y planes hermosos. Tiempo de lectura: un rato.

-Che… Prendo esto.

-Dale. Te decía, es la segunda vez que nos cruzamos con Mario Díaz, que va a tocar con Lucas (Heredia). Me fui a lo de Lucas y me lo cruzo en el ensayo. Nos pusimos a tocar y a hablar. Nos emocionamos los tres. Estábamos ahí, medio a los llantos. Nos leímos el Manifiesto del Nuevo Cancionero que hizo Armando Tejada Gómez en los sesenta, con Mercedes Sosa y otra gente, sobre qué significaba para ellos el nuevo cancionero. Todas las características que tenía que tener una música para ser popular, digna, de comunicación abierta, de amplitud folklórica… Hay un montón de músicos que hacen cosas rezarpadas pero no necesariamente piensan en ciertos movimientos, en ciertas cosas, y otros que sí, incluso hay algunos que piensan más de lo que tocan. Siempre me interesó tratar de leer lo que está pasando alrededor, a la vuelta de la esquina, darle importancia al pibe que toca la armónica acá al lado. Preguntarle qué está haciendo.

El disco.

No me había dado cuenta de que la primera frase del disco en «Ave que sabe» era “Ni un segundo más quieto”. Es verdad. “Ni un segundo más quieto, no hace falta más, suelto ya me estoy moviendo, para qué parar. Ahí va la vida…” Es como la primera reflexión del disco. Termina siendo una excusa el ave enjaulada, que además es lo opuesto de las posibilidades, de la libertad. Pero también digo: “No voy solo, esto no es nuevo, muchas alas hay…” No vengo a inventar nada con respecto a la sabiduría de buscar esa libertad.

Rodrigo Carazo – «Ave que sabe»

Un amigo me relacionó “Sabia suena” con la teoría de las cavernas de Platón, donde por la proyección de las sombras la luz toma un sentido máximo. Si no existe la oscuridad, no existe la luz. Como el Yin y el Yan. Y se relaciona con algo que hemos discutido con muchos músicos: basta de quejarnos. Eso es lo que quiere decir en el fondo ese tema. En la queja potenciamos la oscuridad, que ya sabemos que es inevitable. Y no es un optimismo tonto. Tiene que ver con llevar una bandera propia. Ahí sí da para observar la oscuridad y después ir hacia la luz, para darle sentido desde las inquietudes de cada uno. Tenés que cantar tu propia canción.

Rodrigo Carazo – «Sabia suena»

En Bandcamp hay una selección de temas de cualquier parte del mundo que cambia todas las semanas. El otro día me avisa un amigo que “Astrolabios” estaba quinto en esa lista. El único en español. Sacá la cuenta que no lo podía creer. Y lo más loco es que el tema anterior era de un chabón de Sudáfrica. La canción del loco termina con el mismo acorde con que empieza “Astrolabios”. Esto pasó hace una semana. En dos días, la canción tuvo cinco mil reproducciones. De repente apareció un chabón de Mongolia, dos de Inglaterra, uno de California y tres o cuatro más de no sé dónde. Es muy loco todo…

Rodrigo Carazo – «Astrolabios»

El arpegio de “Almagesto” nació de un cuatro desafinado. Un día estaba viendo no sé qué cosa y me entero de que los astrolabios son unos objetos que buscan estrellas en el mar. Yo no sabía y ya había hecho la canción. Porque me gustaba la palabra y además por esto que tengo en el labio (una especie de vertedor de canciones) que es genético. Y después de andar buscando cosas sobre astrolabios aparece la palabra «almagesto». Entonces pensé que podía hacer una especie de familia de canciones. ¿Y qué era “Almagesto”? Trece libros de Ptolomeo. Y ahí encontré el epigrama que tomé para la canción, donde el loco quiso sintetizar algo muy profundo en una frase breve, poética y picaresca, porque claro, me puse a buscar qué es un epigrama… Y ahí quedó eso de “Bien sé que soy mortal, una criatura de un día, pero si mi mente observa los serpenteantes caminos de las estrellas, entonces mis pies ya no pisan la tierra…” Leí eso, me volví loco, descolgué el cuatro y salió (y tararea el arpegio). Me acuerdo que me fui al baño, que es como mi templo, con el grabador y el cuatro. Me senté en el inodoro y salió todo el tema, de punta a punta. Después, cuando le pedí el cuatro a la Maru Chamella para grabar la canción en el disco, me pongo a tocarlo y no me sonaba. Claro el cuatro donde nació la canción estaba desafinado así que tuve que adaptar todo para que sonara el mismo arpegio. El tema es rarísimo armónicamente. Si bien suena, hay unas modulaciones ahí que no tienen ningún sentido teórico.

Rodrigo Carazo – «Almagesto»

Me han dicho alguna vez que la primera parte de “Eso” tiene un estilo medio Leo Masliah, sí. Fue un elogio, me encantó, es un prócer. Uno de los dioses que hay en la tierra. Me gusta jugar con las palabras, te habrás dado cuenta. Me han hecho unas lecturas de ese tema… No sabés. Cuatro distintas, además de mi hermano que sintió que era para su hija porque es como que ya la conocía desde antes de haber nacido. Lo más importante para mí de esa canción es eso de que cuando alguien se va por primera vez, también sirve para abrir y hacer todo más grande. La segunda parte de cada estofa nunca cambia, porque siempre es para bien. Mi hermano me decía: “cuando mi hija se vaya a estudiar, va a ser para abrir y hacer todo más grande, pero se va a estar yendo por primera vez.” Y también pasa con una novia o con los amigos. Porque también está eso de que nos es muy fácil recibir, pero nos es muy difícil soltar.

 Rodrigo Carazo – «Eso»

“200 eucaliptus” está dedicada a un momento  que yo viví en una casa en Cabana, que quedaba en la calle Los Eucaliptus al 200. Igual, no había eucaliptus en esa calle (risas). La letra dice: “Encontrar, compartir, liberar y sentir, llevan en el alma canciones viejas, suenan a otras vidas ecos peregrinos… Aprender, construir, superar y elegir.”

Rodrigo Carazo – «200 eucaliptus»

Gonza Sánchez es sanjuanino, de Leo, la misma edad que yo, el más chico de cuatro hermanos… Seis millones de coincidencias tenemos. Hice “El no plan plan” con él. Y además, el viernes va a tocar insospechados instrumentos en la presentación: la mandolina, la percusión, el saxo y seguro algo más.

Rodrigo Carazo – «El no plan plan»

«Vacío abundante» fue así. Me levanté un día en Los Quebrachitos. Me hice unos mates, me senté en la mesa. Había estado escuchando el disco “Living in the Material World” de Harrison. Estaba más jipi que nunca. Cada uno tiene su relación con los Beatles. Yo no sé, no te puedo explicar lo que siento. Y ese tema (“Vacío abundante”) fue como para traducir a Harrison. Si alguien no cachó al maestro, este tema intentar explicarlo de alguna manera. En el disco de hecho se lo dedico a George, a mi infancia y a los Beatles. Hay una teoría que manejo de la cosa. Soy yo de chico a quien le hablo cuando le digo: “Qué pensarás cuando mirás, cuando tus manos tiemblan sin paz, sólo soltando el miedo te desatarás, en ese vacío abundante dan ganas de amar… Pienso tal vez, sueño quizás, con que mis manos te hagan pasar, cuando tu cuerpo se encuentre con todo su ser, y no haya más laberintos para recorrer… Sabés que sí. Ya no hay más cruz, en los abrazos te espera la luz.” Claro, después de escribirla me di cuenta de que soy yo, yendo a buscar al niño que fui. Soy yo entrando a la pieza de mi casa en Río Grande, donde estoy yo mismo, haciendo temas. El vacío abundante es el afuera… Yo estaba todo el tiempo encerrado. Por eso puse «A mi infancia» en la dedicatoria. Y por eso también a los Beatles y sobre todo a Harrison. Viste que hay guitarras con slide del Edu (Valdés). El final tiene un pedacito de «From a Little Help of My Friends». Y ella (Pau) también me apuntó eso que está diciendo la letra, eso de los amigos que están ahí, para que sepas que no estás solo. Encima lo canta Ringo, que es como el amigo que acompaña. (Pau: Y a ese tema se lo hacen a Ringo como para tirarle una onda.) El pide que le saquen la parte que dice que le van a tirar tomates si canta mal. (Pau: Porque tenía miedo de que le tiren tomates en serio… Es buenísimo…) La versión que voy a hacer el viernes es bien Folk. De hecho hasta la mitad del tema estoy yo solo. Después entran todos.

Rodrigo Carazo – «Vacío abundante»

“Pasantía” dice algo así como: “Para aliviar desnudo ideas que volarán transformando”. Estoy en esa búsqueda. No iba a tocar esa canción el viernes pero el Fede Seimandi me dijo que no podía no estar en la lista. Es una de las que más le gustan así que la haremos.

Rodrigo Carazo – «Pasantía»

La gráfica es todo azul y violeta. Ahí está la “Grinchu” (Griselda Castro) y la doña (señalando a Paulina Muratore, que escucha y sigue cosiendo el vestuario para el concierto) que me está ayudando mucho con todo, sobre todo con la imagen. Nos volvimos locos con el azul. Y en las canciones empezó a aparecer. Viste que hay un tema que se llama “Mirando arriba”. Es el cielo de Los Quebrachitos. Están los grillos del estudio del Seba Palacios y la voz de Raly Barrionuevo, que me mandó su parte desde Alemania, justo andaba de gira.

Este disco fue una especie de tesis breve sobre la observación del cosmos y su aplicación en el día a día. Es como decir “yo no puedo no hacerme cargo de esto que está pasando acá arriba. No puedo pensar en que da lo mismo vivir en la vorágine de una ciudad que no observa. No me da lo mismo que haya una luna anaranjada gigante atravesando la ciudad, o que esté en cuarto menguante, o que no haya luna. No es lo mismo tomarse un mate acá en el edificio con el vecino que no sabe si la moto que está ahí afuera es choreada o no, a tomarse un mate bajo un algarrobo que tiene 200 años, que lo han querido voltear tres veces y sigue ahí, en Mendiolaza. Esa idea de que no me da lo mismo es a partir de la observación de lo que hay a mi alrededor. No me da lo mismo cuando brota ese árbol que parece que nadie lo ve, ahí entre el cemento, y tira unas flores blancas enormes, se muere el árbol por mostrarnos cosas, se muere y vive por mostrarnos eso, y de repente pasa uno y lo mea… No, ¿entendés?

Rodrigo Carazo – «Mirando arriba»

Cuando digo “Arbolar” puedo decir “un montón de árboles” o puedo tomarlo como un verbo. En realidad no digo ninguna de las dos cosas y todas a la vez. Por ahí digo, al final, “quiero vivir entendiendo el árbol” y después “Arbolar, volar, volar”. Porque me pasó que “che, ¿te diste cuenta de que si decís ‘árbol’ muchas veces decís ‘volar’ ‘volar’?” Es un juego de palabras con el árbol y el vuelo. Así termina el disco, con esa palabra que muda a otra. (Pau: hay un libro que se llama “Los pajarraigos”, que es como la historia de los pájaros que decidieron quedarse y transformarse en árboles, o al revés, y lo que ves es un montón de árboles que en realidad son pájaros formando árboles. Me lo regaló Mariano Medina. Es como esa relación entre los que deciden volar y los que deciden arraigarse.)

Rodrigo Carazo – «Oír e ir»

En Soundcloud hay una selección de los dos discos anteriores a “Ríe Río” y «Oír e ir». Uno se llama “Pasos descalzos”, donde asimilé un montón de cuestiones con lo afro, que es sólo instrumental. Ahí grabé todo yo, hice programaciones electrónicas, todo. El otro se llama “Creo que sí”, que fue el fin de mi etapa popera y el comienzo de mi visión transpersonal. Ahí ya invité a un par de músicos, los chicos de Estudio A (Ramiro Camaño). Tenía una conexión ahí con el Rodri Saldaña (que tienen un proyecto que se llama No tan Trío). Después terminaron grabando en “Ríe Río”.

Rodrigo Carazo – «Tus sueños, tus manos»

La infancia.

Yo vengo de Tierra del Fuego, mi casa es un edificio… Nací en Córdoba en el ’85, en un hospital que había en la calle Igualdad, acá a la vuelta. Mi viejo laburaba en Entel. A los tres años nos fuimos a Río Grande, ciudad al norte de la isla. Pocos árboles, mucho viento, llanura, estepa. Durísimo. Ahí hice jardín, primaria y secundaria. Primeras novias, todo.

A los 9 años empecé a tocar la guitarra. A los 14 empecé a tocar el piano, a los 15 el bajo. Todo autodidacta. Cero clases. Terminé la secundaria y me vine a Córdoba. Año 2004. Entré al conservatorio y ya tenía diez años tocando. Mirá, mi viejo falleció cuando yo tenía 17 años. Hubo ahí una especie de click, una fuerza extra que recibí. El período de su enfermedad fue durísimo viste… Y hay una cosa en mi familia que vengo investigando, las raíces, ¿no? Son gitanos, de Granada. Al norte de España hay un pueblo que se llama Carazo. En Costa Rica hubo un presidente, Rodrigo Carazo, y resulta que hay regiones con nombres asociados a esa parte de mi familia. Mi apellido es español, porque es con una sola Z. Mi vieja es Juan, que son todos moros. Le pusieron Juan pero era un apellido del norte de África. Entonces, tengo plena confianza en los poderes humanos. Intuitivamente siento que es cotidiano todo esto. Pensar en alguien y que aparezca… Tener mucha telepatía con los seres que están cerca. Nos pasa a todos, pero le doy mucha cabida a eso. A veces digo: “Pará, tranquilo…” Y sucede lo que tenía que suceder… ¿Entendés?

Vengo de una familia melodramática. Como son las familias argentinas, al mango. Mis abuelos fueron medios timberos. Hay toda una historia. Todos eran de San Juan, o sea que de allá se vinieron a Córdoba y de Córdoba a Tierra del Fuego. Por eso tengo también un amor total por la música cuyana, que capaz que no se nota mucho en mis canciones, o se nota pero desde otro lado. La guitarra está presente… Pero digo, es como si hubiera podido leer en el tiempo cuál era mi verdadera misión.

Tengo unos cassettes, eso que está ahí (a un metro de la charla) es un reproductor de cassettes del año ’40, alemán. A los 10 años tenía una banda que se llamaba “Los Hamsters Boys”. El otro día lo escuché y te juro que tenía la misma sensación ahí que la que tengo ahora cuando grabo. No parecida: la misma. La sensación de estar haciendo algo que me corresponde, que me es afín. Es la no duda. Ahí ya cantaba cosas que se me ocurrían. A todos los amigos que pasaban por casa los transformaba en músicos. Llegabas, te daba dos cucharas y vos eras el baterista. Había un tema que se llamaba “Todos al Show”. Decía: “Yo tengo un bar que es chiquitito, es de block, lo llaman ‘Show’, todos al Show, todos al Show… Unos me afanan y me comen todo, otros me pagan pero me cagan… Yeah, Todos al Show.” Después tenía otro que se llamaba “Pepa y Reyes” y decía: “Pepa viene aquí a cantar esta canción, Reyes viene aquí a acompañarlo. Pepa es el mejor y el tocador, Reyes el cantor y el escritor de esta canción. Pepa y Reyes, un nuevo Show.” Recién ahora estoy cazando qué quiere decir todo eso. Ahora me veo que yo soy Pepa y Reyes, los dos.

La primera música que me voló fueron los Beatles (y señala un cuadro de John Lennon viejísimo, colgado en la pared). Me lo regaló una amiga junto con un libro, que era del padre, que había muerto. La loca hacía dos semanas que me conocía y me regaló ese cuadro y el libro.

Mi tío loco, hermano de mi mamá, fue el iniciador. Estaba en Córdoba y se fue de mochilero hasta Tierra del Fuego. Yo tenía 9 años. Llegó con la mochila, pelo largo, un tarot… Yo lo conocía y lo amaba, pero era difícil encontrarlo, era muy viajero. Cayó a Río Grande y me hice la idea de que llegó caminando. Pensé que había cruzado el Estrecho de Magallanes caminando, no sé. Cayó con una guitarra sin funda, en la espalda. Lo del tarot no me lo olvido más. Me imaginé un tipo que andaba por el mundo tirando las cartas para hacerse unos mangos. Aparte es médico. Un bocho tremendo. Y tenía una agenda llena de canciones que cantaba. Fanático de Spinetta, de los Beatles. Calculá que mi casa era Los Manseros Santiagueños, o Luis Miguel, o Perales. El loco me trajo unos cassettes de regalo. No lo podía creer.

De chiquito escuché sobre todo los tres primeros discos de los Beatles. Me los sabía de memoria. Todo por fonética. Después resulta que mi hermano tocaba la guitarra y conocía un poco. Y mi hermano más grande tenía unos cassettes grabados. Empecé como a investigar desde ahí.

Yo soy el menor de cuatro hermanos. Uno trabaja en un juzgado; los otros dos son operarios en una fábrica. Todos en Río Grande. Están mis sobrinitos. Y mi vieja que ya es jubilada y va y viene. Mi viejo era enfermero, pero era un clown el loco. Y mi tío es médico.

Córdoba y África.

Cuando termino el secundario y llego a Córdoba -bueno, tengo un recuerdo de venir en un 504 escuchando los Manseros Santagueños. Hermoso. Bueno, mi viejo antes de morir me dijo: “Rodri hacé música. No te vas a meter a hacer otra cosa, por favor… Salvo que quieras…” Yo no me acuerdo de haber estado pensando siquiera qué otra cosa podía hacer. La cosa era hacer música. No tenía dudas. Eso me ayudó mucho a nivel personal, porque de nuevo, era la no duda. Y vine acá y no sabía nada, no sabía qué era lo público y lo privado. Y me metí en el Conservatorio a estudiar canto lírico. Hice cuatro años y ya me empecé a mezclar con gente, a hacer proyectos. Hice “La Octava Trío” con la Sandra Figueroa y con la Mari Polé. Canté un tiempo en el Coro Gospel, ahí estuve dos años, viajé con ellos, empecé a conocer lo que eran las giritas y todo eso. Entonces, todo un kilombo de experiencias y de cosas que fueron pasando. Y nada. Estudiaba y vívía acá, en este mismo departamento.

Antes, yo tenía en mi cabeza la música que salía en la tele, me gustaba mucho el pop melódico tirando a afroamericano. Me gustaban los Boyz II Men, Whitney Houston, entonces hacía canciones de ese estilo. Lo que mejor podría producir hoy sería un disco de pop, de baladas. Tengo más de mil temas hechos en ese estilo. Están escondidos igual… Los quiero vender te juro. Son baladas, todos hits de novelas… Con los acordes, las letras, todo. Algunos con arreglos de cuerdas.

Siempre hice canciones. Mi mejor época fue de los 10 a los 13 años. De los 13 a los 18 me la pasé haciendo música envasada. No me di cuenta. Estaba buena, era creativa, linda. Después me alejé y me di cuenta de otras cosas, empecé a incorporar todo lo otro. Me di cuenta de que atrás de Whitney Houston estaba el gospel, y que atrás del gospel estaba el negro espiritual y que atrás estaba África. El primer músico que escuché fue Soungalo Coulibaly.

Rodrigo Carazo – «Nema Musasa»

Siempre digo que todavía no sabemos bien qué va a pasar con internet. No sabemos cómo va a repercutir toda esa data en la cabeza. Estamos jugando, viendo fenómenos de un tipo que hace malabares con el tobillo, cocina un huevo y toca la batería… Cualquiera… En esa angustia que te da pensar por ahí qué hace uno con su vida, lo de “Sabia suena” también habla de eso, de «cantar tu canción», porque de otra manera estás perdido. Ante tanta información, es importante que encontremos lo simple.

Alguien que fue muy importante en mi vida me dijo una vez: «Lo único que te falta es que te escuches cuando hablás y que tengas confianza.» Por ahí me pasaba que antes de terminar de decir algo, ya estaba fuera de mí, mirándome y juzgando. Y de esa manera tampoco escuchaba al otro. También me pasó eso de que sos chico y viene alguien y dice: «Este va a llegar muy lejos». Todos esos karmas viste… O sino: «Ya vas a llegar…» No sé a dónde quieren que llegue cuando dicen eso. Si bien uno lo maneja y tiene criterio para darse cuenta de dónde vienen esas cosas, te carga también, porque pareciera que entonces nunca estás en ningún lado. Esa línea la tengo resuelta, pero la laburo todos los días. No pasa por mi familia directa. Mi familia es simple. No están esperando nada. Ya están contentos con cualquier cosa que pasa. Pero el entorno en general te pone a correr una carrera y no es así. Yo le quiero dar importancia a cada cosa que hago, y ver qué se genera. Mi hermano el otro día me dijo que siente que el tema “Eso” es para su hija. Cosas así, emocionantes. Otra cosa es que te pregunten si vas a tocar con algún famoso, como si te fuera a validar, no sé…

Búsquedas.

No uso partituras. Sé leer pero no las uso. De hecho todos los temas que registro en Sadaic me los escriben otros. Es todo a través del audio, de la percepción. Obviamente que sé en qué nota está una canción. Puedo hablar en lenguaje musical, de lo que es un canon, una fuga, lo que quieras, pero no me pidas que escriba.

Te vas a llevar una sorpresa. Nunca leí un libro de poesía entero. Nunca leí un libro básicamente. Tengo consonancia poética o inquietudes que tienen que ver con la transmisión directa. Tengo amigos actores y poetas. Y me llegan sus experiencias. Puedo hablarte de Cortázar, que en un momento lo leí por arriba. Podría hablar de poetas de medio oriente a través de un libro que me llegó por el padre del Fede Seimandi. Me acuerdo que le pregunté de todo sobre su viaje. Esa avidez por recibir información oral, hace que después recuerde nombres, poetas, libros que no leí. Me pasa eso. Después de tres meses de que más o menos absorbí el Reiki, le saco dolores de cabeza a toda mi familia… Dolina dice por ahí algo así como que hay personas a las que les gustaría haber leído, pero nunca leyeron. Bueno, ese soy yo. Entonces mi participación es asimilar y traducir. No tengo la costumbre de leer. Tengo libros hermosos que me han regalado. Pero por ahí me interesa más el formato audiovisual. Y lo que sí hago es escuchar. Es todo para mí. Escuché millones de discos. Los tengo catalogados. Ahí está mi pasión real. Por ejemplo, música africana por países, por etnias, por año. Cuando empecé buscaba todo: de dónde era el música, el país, buscaba la bandera del país, todo. ¡Tengo todo! Y ahora lo estoy haciendo con música de Gran Bretaña, de Irlanda, de Escocia, el folk de ahí, la música medieval.

Rodrigo Carazo – «Welcome to Gambia»

Volviendo a lo de la poética, hasta el 2008 no tenía desarrollada mi capacidad de hablar, no me expresaba bien, no escribía más que cosas muy precarias, muy de televisión… Después me pasaron varias cosas. Conocí personas que me marcaron mucho porque me metieron del otro lado del mundo viste… Empecé por ejemplo a conocer gente de grupos de teatro independiente, como Cirulaxia. Hice talleres de clown, de teatro. Hice música para nueve obras y después me fui al campo. Antes de 2010, no conocía casi a ningún músico de Córdoba de los que hoy tocan conmigo. Porque pasé del teatro al campo. Empecé darme cuenta de que tenía un cuerpo. O sea, ¿por qué respiro? ¿Por qué como? Soy carnívoro, pero che, pará, no se trata de ir al súper, gastar un montón de plata y consumir sin darle a la comida ese sentido sagrado de alimento. Empecé a volar con esas cuestiones. Esa introspección, más la búsqueda de la autoexpresión, más la conciencia del cuerpo, más la naturaleza, me fueron armando.

El campo.

Cuando llegás a Unquillo, apenas saliéndote de la ruta, vas a un barrio que es Villa Díaz. Más arriba está Cabana y más arriba Los Quebrachitos. Yo hice las tres paradas. Primero estuve en la Casa Caperucita, en Villa Díaz, un año. De ahí me fui a Cabana, a la casa de Los eucaliptus al 200, un año más, y de ahí a Los Quebrachitos, a la Casa del Águila, un año y medio, casi dos años.

La Casa del Águila es una casa de bio construcción. Tiene 17 años. Es de Marcos Duggan, un personaje tremendo de Tigre que se fue a vivir a Unquillo hace años. Creo que fue el primer tipo que hizo un Djembé en Córdoba, a mano. Viajó a África, a la India y se volvió con Abdulay, un negro que vive en Buenos Aires y debe ser el más reconocido de la movida afro. Marcos de hecho fue el iniciador de la movida afro en Córdoba.

Con una compañera teníamos unos talleres de música y teatro. Siempre hubo alguna movida cultural en las casas donde viví. Habíamos desarrollado una técnica propia que integraba un montón de disciplinas, y hacíamos talleres grupales. Uno de los seguidores era Marcos. Yo ni sabía quién era el tipo. De repente me tiró la mejor onda. Yo ni tenía “Ríe Río”. Tenía un disco que había hecho con dos músicos tremendos de acá, que tenían un dúo que se llamaba «Vuelo Suelo». Están viajando por América desde hace muchos años. Uno de ellos, Pablo Martínez (un poeta de locos, que si no está en Bahía tocando en los bondis, está en la casa de la abuela en barrio Alberdi), había construido un “contrabanjo”, una mandolina, a mí me había hecho una marimba, y el Negro Rapa de los Palo y Mano se hizo una batería de cueros. Grabamos un disco que se llama “En viento”. Todos los instrumentos hechos a mano. Ahí ya tenía el balafón y me dedicaba a tocar música africana nomás, con Tunillo Gomariz. Con él hicimos un dúo que se llamó “Akuatromano”. Hicimos un disco, “Djeli Kunda”. Son ocho toques tradicionales que grabamos en el garaje de la Casa Caperucita. Es más, le hicimos grabar a los negros que venden acá en la peatonal. Conozco a varios. De hecho el disco empieza con un canto de uno de ellos.

Tunillo es una de las personas más geniales que hay en Córdoba, musicalmente hablando, un superdotado. Hoy está con los Churrinchis. El tipo tiene viajes a África, a la India, y una esposa de Dinamarca. Se trajo una kora y la toca como los negros, y toca el balafón como los negros, y toca cualquier cosa.

Una vez, Marcos Duggan fue a Casa Caperucita a tomar mates. Entró al garaje, se encontró con todos los instrumentos y no lo podía creer. Al mismo tiempo, yo empezaba a armar la Safari Beat, juntando músicos y distribuyendo instrumentos. Una cosa casi ritual, pero con un enchufe. Una kalimba distorsionada ponele. Esa era la búsqueda, y sigue siendo. Todavía hay gente que pide eso. No entiendo qué pasó. Me fui al Konex, participamos en dos festivales latinoamericanos de afro beat, dos años seguidos. Acá en Córdoba tocamos tres veces en La Fábrica, siempre hasta las tutucas de gente. Después no sé, medio que nos peleamos un poco y se separó la banda. Armé después un set con el Jota Figueroa, el Rapa, el Gonza Sánchez y el «Oso» Lagos. Tocamos varias veces en la Fiesta del Águila y explotó. Me llamaron de Santa Fé, fui a tocar… Pero es como no existe la banda.

Yo tengo un repertorio africano en la cabeza de 150 temas, que son versiones mías, no son tal cual el original, sino tomar una melodía y llevarla a un plano dub, mezclar.

Vuelvo al punto. Me compré una combi, vendimos todo lo que teníamos en la casa de Villa Díaz y nos íbamos de viaje… No queríamos pagar más alquiler. Con Agus, que ahora está en España, hicimos una feria americana y vendimos todo. Ella se quedó con sus cosas, yo con mis instrumentos. Esto fue en 2012. Se venía el fin del mundo… Yo estaba arriba de la camioneta absolutamente libre. Soltamos todos los laburos… Fue decir: “No hacemos nunca más nada que no tenga que ver con nosotros”. Nos miramos y nos preguntamos ¿Y ahora qué hacemos? No sé, vayamos a visitar al Huaira que vive ahí en Cabana. Y ahí fuimos, con la combi llena de cosas, yendo a la casa de un amigo. Nos quedamos a dormir dos días. Hicimos una especie de nomadismo. Los chicos con los que hacíamos el taller nos dijeron: “Che, ya que todavía no se fueron, sigamos con el taller”. Fue muy loco ahora que lo pienso, porque el viaje del tipo que deja todo y se va a México, ponele, de mochilero, yo lo hice en Cabana. O sea, mi periplo fue de Villa Díaz hasta Los Quebrachitos. Increíble. Nunca lo conté así, pero fue así. ¡Una especie de viaje que duró dos kilómetros!

Yo creo que ahí fue donde aprendí todo: a hablar, a todo. Me dice un amigo: “Che, tengo una casa acá en Cabana, pueden venir a dar los talleres. Está en Los Eucaliptus al 200… Fuimos a dar una clase y nos quedamos viviendo un año. Con la combi lista para salir, nos quedamos ahí. ¡Un año! Dividimos los gastos, éramos dos parejas. Marcos, que ya no vivía en Los Quebrachitos pero usaba su casa para retiros o una fiesta cada tanto, seguía yendo a visitarnos, ahora a la casa de Cabana. Ahí grabé “Ríe Río”.

Cuando se venció el contrato de alquiler en Cabana, Marcos nos propuso que fuéramos a vivir a la Casa del Águila. Él ya no estaba viviendo ahí y nos tiró la mejor onda para que fuéramos. Recuerdo que antes, cuando fui por primera vez, le dije a un amigo: “Yo quiero vivir acá.» Pasaron dos años y me terminé mudando. Pintamos un cartel: “Casa del Águila”. Le pusimos así porque la casa no tiene ninguna pared recta, no tiene ninguna ventana cuadrada y la forma se parece de alguna manera a la de un águila. La energía que hay ahí es impresionante. Y fue así. Dijimos: este es el Valle Circular, y esta es la Casa del Águila. Ocho fiestas hicimos. Una locura. Nos quedamos hasta fines del 2014. Y de ahí me vine para Córdoba. Y empecé con el disco nuevo. Me empezaron a llamar, empecé a viajar. Y así.

Me tira volver al campo, pero no necesariamente al mismo lugar. Ya pasó. Si mirás la tapa de “Oír e ir”, vas a ver una capillita. Es la Capilla de Buffo. Porque si vas a la Casa del Águila, tenes monte, río y esa capilla. Es parte de ese universo. Así como “Ríe Río” es Eucaliptus al 200 en Cabana, “Oír e ir” es La Casa del Águila en Los Quebrachitos. A “Universo” la escribí en la galería de la casa, leyendo “Salvo el crepúsculo” de Cortázar.

Rodrigo Carazo – «Universo»

Viajes.

Resulta que la Mari Polé me manda un link. Lo abro y leo: “Convocatoria al FICA. Festival Internacional de Cantautores.” Hay que mandar un tema, un video con un tema, a guitarra y voz, y un currículum. Listo, mandé una canción nueva que hice ahora. Grabé el video de esa canción en el medio del monte en Brasil. Porque me encontré allá con el Charly Toledo, un cineasta cordobés que me había hecho el videíto de la campaña de financiamiento colectivo del disco. Se fue a vivir a Brasil, yo ni sabía. Estaba en una roda de samba en Florianópolis y me toca la espalda. ¡Era él! No le había dicho ni gracias por el video. Y me dice “Mañana voy a donde están y hacemos un video.” La idea con Gonza (Sánchez) era irnos de “vacanciones” por Brasil y Uruguay. Cuestión que al otro día cayó el Charly y grabamos el video del tema que finalmente mandé a Costa Rica, a última hora.

Nos cerraba el plazo. A los dos días, respuesta: “Felicitaciones Rodrigo, quedaste seleccionado…” No sé cuántos habrán mandado. De Córdoba quedamos dos: la Mari Polé y yo. El resto es de Venezuela, Costa Rica, Inglaterra, Suiza… Son cinco días, no nos pagan el pasaje pero vamos a estar ahí, en el Teatro de San José, una cosa…

Busqué música under de Costa Rica en Google y encontré un Flyer con un par de nombres de pibes que están tocando por ahí. Agregué uno al Facebook por intuición y le dije: “Mirá, me estoy por ir a un Festival, bla bla ba… No tengo muchos medios pero quiero quedarme un mes, si conocés a alguien que me quiera hospedar, este es mi disco, este soy yo, bla bla bla.” El tipo me responde con unos audios: “Hola Rodrigo (con tonada símil Cota Rica) mira yo vivo en un apartamento a tres kilómetros del centro histórico de San José, te puedes quedar conmigo. ¡Me encanta tu disco hombre! Te recomiendo que vayas al Caribe Sur…” Y le digo: “Che a mí me vuela la peluca el calypso, estuve investigando el calypso de África y qué se yo, y ahí en Costa Rica están los máximos calypsians.” Y me responde: “Sí, en la provincia de Limón vas a encontrar a los mejores calypsians. Puedes dejar tus cosas en mi casa y pivotear…” Listo. Voy, participo del Festival, y me voy a recorrer. Ya dijimos con la Mari: Si alguno de los dos gana, le paga el pasaje al otro.

Por estos días.

Estoy mucho con la Pau. Nos hemos encontrado hace un año y pico. Elucubramos cosas. Todo el tiempo estoy pensando en esto. Esa es la verdad. Visito a mi abuela, me gustan las empanadas árabes. Me gusta tomar vino con los amigos. Pero siempre estoy hablando de estas cosas, de la música, de lo que me pasa.

Doy clases de canto, de guitarra, de percusión, de balafón. Siempre les digo a los que vienen acá que es pasar por varios instrumentos, desarrollar la polirritmia, la musicalidad desde distintos aspectos. Después tengo un taller de canto experimental, que es lo que más me gusta porque es un grupo. El año pasado éramos 19. Hay de todas las edades y formaciones. Eso es todos los martes. Y también un taller de canciones. Escuchamos distintas cosas y doy un par de herramientas para que creen a partir de eso. Somos poquitos ahí pero está bueno también. Trato de dar clases de una manera que me guste, que me inspire.

Estoy haciendo un trabajo para un grupo vocal. Estamos haciendo unos ejercicios de los que están saliendo cosas muy locas. Por ahí los pongo a todos con los ojos cerrados, ordenados como un piano. Los toco y tienen que cantar la nota donde están. Ahí también sirve para aprender las escalas.

Rodrigo Carazo – «Alma que ama»

La presentación.

Después de Vivo en Córdoba, que fue hermoso, ahora viene Disco es Cultura. Por ahí te pintan miedos viste… No importa si van dos o tres, o mucha gente. Importa la emoción. Tenés que estar en contacto con tus músicos, con la gente de cultura, con la prensa… Quiero disfrutar todo, entonces a la noche me pongo y bajo deseos en palabras, invocando al dios paciencia, al dios tolerancia, al dios mensaje, todos esos dioses.

Hay dos canciones de «Ríe Río» que no pueden faltar en el concierto porque son las que gestaron todo esto. Y hay dos canciones que no vamos a hacer porque por ahí tienen un lenguaje más rockero, que no es la estética musical que estamos manejando para el viernes.

Vamos a hacer canciones nuevas también. Me pasa que siento que no estoy fresco si no me doy el espacio para compartir lo que hice ayer. Me da aire poder tocar canciones nuevas, porque si no me siento un robot casi. Lo nuevo tiene que ver con otro canal. Hay una frase que me está rondando que tiene que ver con eso de vivir con poco. Y también con una especie de vaciamiento. Hay una canción nueva que se llama “Mis ideas” y que dice: «Voy a cantar esta canción para purgar mis ideas, a ver si puedo escribir pensando en nadie siquiera…» Una cosa a lo mejor un poco más humorística, sin dejar la profundidad. Calmar con la observación.

La banda estable para este viernes va a ser: el Santi López, el Gonza Sánchez y el Fede Seimandi. Y los invitados: Clara Presta (acordeón en “Sabia suena”); el Sé Palacios (de Islandia,donde grabé todo); el Andrés Muratore; el Lucas Heredia y el Raly Barrionuevo. Y varios que no van a estar sobre el escenario, pero seguro van a estar por ahí: el Edu Valdés; el Juanpa (Toch); el «Pepone» (Andrés Toch); el Facu Gentile; el «Oso» (Rodrigo) Lagos.

¡Ah! Seguro voy a empezar con algo de música de África. Para mí es una religión.

Agendá:

Rodrigo Carazo presenta «Oír e ir».

Viernes 13 de mayo – 21 horas. 

Sala de las Américas – Pabellón Argentina. 

Entrada: $80.