Entrevista

Retrato Viviente

26-06-2017 / Entrevistas
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Diálogo con la artista cordobesa Anita Rizzi sobre su nuevo proyecto. La propuesta de un juego de dimensiones, los desafíos de elegir vivir de lo que se ama y la maternidad como fuente de inspiración.


Retrato Viviente

Por Tefi Nosti.

Retrato viviente o retrato con vida, un proyecto que aún no tiene nombre definitivo. Su apuesta consiste en llevar a cabo una nueva forma de abordar el cuadro, como objeto de contemplación que muta a medida que se lo observa, que no se ajusta a un concepto reducible como el de la bidimensionalidad, que interactúa con el público pues quienes lo componen tienen vida propia. Su autora, Anita Rizzi, nos cuenta.

-¿En qué consiste el proyecto?

-Tengo en el patio de mi casa montados tres bastidores a modo de habitación que voy pintando, les introduzco elementos reales (una silla, una mesa, un cuadro) y personas reales, a quienes pinto con sus respectivas luces y sombras. Estas escenas son registradas en un soporte audiovisual, lo cual transforma a la bidimensión (que posee un cuadro) en una tridimensión. Esto genera una discusión a partir de la interacción con el público: ¿es un cuadro o una persona intervenida?

-¿Cómo se te ocurrió esta idea?

-La técnica fue inventada por una artista estadounidense, Alexa Meade, a quien tomo como referente. El proyecto inició a modo de juego, como siempre pinté yo. Sentía que siempre me terminaba quedando en lo mismo y dije: “bueno, vamos a probar”. Empecé pintando a mi primo en mi taller y cada vez que veía una escena nueva me generaba una sensación que no tenía hacía mucho tiempo con respecto al arte. Ahí arranqué y ahora no puedo parar.

-¿Cuál es tu historia con el arte?

-A mi siempre me gustó enchastrarme. Rayaba todo lo que veía, como los bancos del colegio. En realidad había arrancado la carrera de diseño gráfico en la Siglo XXI, digamos que no me animaba a hacer lo que realmente quería por el prejuicio de cómo iba a mantenerme. Hasta que al terminar una clase de morfología me agarra la profe y me dice: “Anita, ¿vamos a tomar un café?” (a lo que yo pensé: “¿qué pasó acá? ¿qué moco me mandé?”) y me pregunta: “¿Qué hacés acá? Porque lo tuyo claramente no es el mouse, sino el pincel”. Al otro día dejé diseño gráfico y empecé Bellas Artes. Cuando quedé embarazada dejé la carrera, me quedan cinco materias. Ahora que soy mamá es más complejo acomodarme los tiempos, no es lo mismo que antes.

-¿Cómo hiciste para solventar el proyecto?

-Fue a pulmón de parte de todos. Al día de hoy no sé cómo agradecerles. Juanjo Cobo me hizo el registro en video y Marco Conti el fotográfico. Yo creo que pasa porque le ven futuro y apuestan al proyecto, entonces surge un laburo colaborativo, que es también una forma de difundir lo que hacen los otros.

-¿Cuál es el valor que tiene para vos el arte?

-Es mi vida junto con mi hijo. Es donde más soy yo, donde está mi esencia. Yo me siento a hablar y no puedo describirlo. Son sensaciones y emociones que pasan todo el tiempo por dentro de uno, lo más puro y visceral, y como podés te va saliendo. Me emociona saber que tengo clarísimo que yo elijo vivir de esto. Tenés momentos que tambaleás y que no sabés qué hacer, pero también son momentos que te ayudan a recrearte y hacer cosas nuevas. Desde que nació Mateo tengo más impulsos todos los días, pintar con él, jugar con él, enchastrarnos.

-¿Cuál es tu mayor desafío a la hora de pintar o emprender un proyecto?

-Yo soy muy emotiva, no es que tengo un proceso. Cuando sale algo, sale. He ido caminando por la calle y me he encontrado unos cables todos pisados y pensé: “algún día voy a usar esto” y lo llevé a mi taller. Así fue como una vez hice unas esculturas en madera y decidí utilizar los cables como pelo. Son cosas que se van dando en el día a día y en un momento determinado toman forma. Yo paso al frente de un contenedor y se me cae la baba. Lo único que visualizo es que sé que quiero vivir del arte, que es lo que amo. En un momento me pasó de enfocarme en vender y no en lo que me apasionaba. Vendía una técnica como agua y me volví un poco comercial. Mi hijo vino a revolverme muchas cosas, como a recordar de enfocarme en mi pasión.

Este proyecto es la apuesta a una nueva forma de interactuar con aquello que es considerado un cuadro, donde el objeto artístico pasa a ser un producto en movimiento que hasta come y respira. Parece difícil de creer que los soportes a los que recurre Anita sean de carne y hueso.

Para la artista, lograr vivir del arte implica un constante “moverse” que no puede prescindir de creer en aquello que uno hace, para llevarlo como una elección de vida, contra todo pronóstico desalentador de un contexto que busca nuestra avocación hacia tareas productivas, donde muchas veces las oportunidades se nos presentan descuartizadas, a la espera de encontrarnos para que les demos forma y así lograr que tomen vida, a través de ellas, nuestras manifestaciones más profundas.