ENTREVISTA

Olga Román: la música en la mirada

21-11-2012 / Agenda, Entrevistas
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Este viernes 23 de noviembre, en el Salón de Actos del Pabellón Argentina, la gran cantante española presenta «De agua y laurel», su último disco, un puñado de interpretaciones exquisitas de la obra del Cuchi Leguizamón. Compartimos la charla.


Olga Román: la música en la mirada

Por | redaccion351@gmail.com

Como los cables submarinos que conectan continentes. Están, pero nadie los ve. Hay que bucear un rato largo, ir más y más profundo.

Como las antenitas que acercan a los grandes artistas. Están, pero nadie las ve. Tuvieron que nacer con ellas, tal vez. Pero sobre todo, tuvieron que recorrer horas intercontinentales de estudio para captar las alegrías de este mundo.

Más tarde que temprano, porque el esfuerzo importa, las antenitas empiezan a detectar ondas cortas. En el mismo fenómeno, se agrandan los ventrículos, que bombean como nunca para irrigar la parte de la testa donde gobierna la belleza, reelecta escandalosamente, una y otra vez.

En alguna parte del tiempo y el espacio, las antenitas de Olga Román, voz de las mejores que han florecido al otro lado del Atlántico, captaron la música del Cuchi Leguizamón. El corazón hizo su trabajo, el hemisferio derecho firmó los  avances de obra y resulta que este viernes se presenta nuevamente en Córdoba, cantando los temas de su último disco, «De agua y laurel».

Como un verso rosarino que capta el movimiento de las cosas, para abrazarlas, «De agua y laurel» se nos aparece en el radar, en dirección hacia nosotros, con la intención gratamente ineludible de quedarse para siempre. La lista de los temas gana en primera vuelta: «Zamba para la viuda», «La arenosa», «Zamba del carnaval» (con Baglietto), «Cartas de amor que se queman», «Juan del monte», «Zamba del laurel» (con Ángela Irene), «Cantora de Yala», «Carnavalito del duende», «Lloraré», «La pomeña», «Juan panadero» y «Romance del río».

Palabras de Olga

Pero las interpretaciones cumplen todas las promesas de un modo inesperado. Si antes de sentarnos a escuchar el disco recogiéramos, apurados, algunos datos como la procedencia, la formación musical y las experiencias notables que Olga Román ha vivido junto a músicos inmensos, arriesgaríamos una idea de «celebración exótica», para nada desdeñable claro, de la obra del Cuchi Leguizamón.

Es posible arriesgar otra idea. «De agua y laurel» suena como una «celebración nuestra», lograda por una cantante española que ha entregado su sensibilidad a la búsqueda y al hallazgo, para nuestro bien y el de todos los hombres y mujeres que quieran escucharla, de unas formas que están en nuestro aire, aunque no las veamos.

Pero nunca, jamás es más importante lo que diga un preguntador cuando quien responde emociona con su arte. Vayamos pues a la transcripción de los 31 minutos de diálogo con Olga Román. La respuesta a la primera pregunta servirá para calcular la amplitud modulada de la artista:

¿En algún momento has tomado conciencia de todo lo que viviste con la música? Quiero decir, ¿es un pensamiento que surge con alguna frecuencia?

A menudo uno mismo no aprecia ni valora todas las oportunidades que ha tenido. Creo que he tenido mucha suerte. Mis comienzos se dieron de una manera muy fortuita. También he tenido momentos menos fáciles. Empecé a cantar siendo muy joven con un grupo de música popular española (Nuestro Pequeño Mundo). De repente, al año de empezar a cantar, Luis Eduardo Aute me llama para la grabación de un disco en directo donde estaban Serrat, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, que eran unos referentes tremendos para mí. En esa época estudiaba ingeniería en la Universidad. Hice tercer y cuarto año ya cantando y luego decidí dedicarme a la música profesionalmente. Me concedieron una pequeña beca para estudiar en Berklee y luego la beca Fulbright, que es una maravilla. Cuando tienes 20 años, la oportunidad de vivir fuera de tu país y ver tu vida, tu familia y tu país de lejos, es muy enriquecedor. Estar en un lugar donde tanta gente joven quiere comerse el mundo, intercambiar ideas y aprender unos de otros también fue una experiencia fantástica que duró ocho años. Luego llegué a España. De repente Sabina me buscó, le dije que sí, trabajé con él muchos años; entre medio hice dos discos míos. He hecho muchas cosas de las que estoy muy orgullosa. Me siento muy feliz sobre todo porque he tratado de hacer siempre lo que quería y me gustaba, y de ser un poco coherente, si se puede ser coherente en esta vida, ¿no?

¿Mantenés alguna relación con tus ex compañeros de Berklee?

¡Sí! Sobre todo con muchos argentinos. Con Daniel Esquenazi, que vive en Nueva York; con Lucio Godoy que vive en España haciendo música de bandas sonoras; con Fernando Martínez que está en Buenos Aires; con Claudio Ragazzi que ya está enseñando en Berklee; con Natalio Faingold nos vimos en Mendoza después de veinte años. Y fuera de Argentina, con Danilo Pérez. Y hay más gente que ahora no me viene a la cabeza. Hay mucho cariño. Cuando eres joven y estás fuera de tu país, los compañeros y amigos se convierten en familia.

Hablemos del Cuchi Leguizamón. Muchos músicos lo han interpretado. Pienso en el Dúo Salteño que de algún modo es como el canon, pero también aparece “Cantora de Yala”, cantada por Esperanza Spalding.

Bueno, “Cantora de Yala” es la última canción que se incluyó en el disco. Estábamos por entregar el master, descubrí esta obra y le dije a Nestor (Soria) “por favor, tenemos que grabar “Cantora de Yala”. Poco tiempo después escucho esta versión fantástica de Esperanza Spalding.

La obra de estos monstruos es tomada por artistas de distintas latitudes, que por supuesto le aportan otros matices. Pero tus versiones parecen hechas por alguien que ha vivido mucho tiempo aquí.

Fíjate, empecé escuchando folclore a los doce, trece años. Recuerdo el momento en que me regalaron un disco de Mercedes Sosa, en el jardín de la casa de mis padres. Lo tomé, miré esa foto bellísima, lo puse y escuché “Zamba para no morir”, que abría el disco, y casi me muero porque me pareció impactante. Es algo que no se te borra del alma. Pero antes, recuerdo que mi padre escuchó al grupo chileno Quilapayún. Le habían grabado la Cantata de Santa María de Iquique, que también me impactó. Son bellísimas melodías, con ritmos maravillosos, con letras impresionantes. Mucho tiempo después, viviendo en Boston, alguno de estos argentinos que te nombré me hizo escuchar al Dúo Salteño. Para mí fue una revelación, porque era folclore bellísimo, pero con unas armonías que no se podían creer. Estabas estudiando y de repente tenías que entender qué estaba pasando con eso que sonaba. Es una música que me llega, que me emociona y que siento muy mía; me siento muy cómoda cantándola.

Sobre la obra del Cuchi Leguizamón

Además de celebrar a los personajes de Salta, el Cuchi Leguizamón y Castilla celebran sus paisajes. El paisaje de Salta es pura exuberancia. De algún modo, las letras juegan como correlato de esa riqueza. En la gráfica del disco aparece la aridez de un campo recién cosechado. El contraste entre la gráfica y la música es más que interesante.

No había reparado en ese contraste. El Cuchi tiene mucho que ver con la naturaleza. La foto es en Madrid. Pero no podía ser una foto de edificios. Tenía que ser campo. Como continente, América se nos aparece como algo amplio, inmenso. Da la sensación de que no se puede abarcar con las manos. No podíamos simular estar en Salta o en cualquier lugar parecido. La música del Cuchi me provoca la sensación de espacio. La musicalidad del disco, el concepto de los arreglos y la instrumentación es sobria. Esa fue también la imagen que queríamos dar. Hay unas fotos del Cuchi con trajes negros, donde se lo ve muy formal. Esto es un pequeño secreto, no se lo he revelado a nadie: Quise vestirme un poco como él. Esa fue la idea: espacio y sobriedad.

Y está la mecedora.

En otras fotos, el Cuchi aparece como recostado, ¿no? La tapa es una combinación de todo lo que me inspiraron esas imágenes.

Imagino que hay una o varias razones para explicar las obras incluidas y también las que no entraron.“Balderrama”, por ejemplo.

O “La zamba del silbador”, por ejemplo, o “Maturana”. Hubo que dejar afuera zambas bellísimas por incluir distintos ritmos, para hacer un disco que abarcara más toda la obra.

De algún modo, y en más de un sentido, es un disco que no es más que el resultado de “Seguir caminando”.

Qué lindo, sí. Cuando terminé “Seguir caminando” y estaba haciendo la promoción del disco, me preguntaron “¿Y qué proyectos tienes?” Y tuve la sensación de que había cerrado un ciclo, con tres discos con composiciones mías, hechos muy a pulmón, rodeándome de magníficos músicos pero estando muy involucrada, desde la composición a la pre producción, a los arreglos, a la grabación, al diseño gráfico. Y me dije “Tengo ganas de hacer algo diferente”. Alguna colaboración con alguien, un disco mano a mano. Eso fue en marzo, abril de 2011. A finales de ese año, hicimos una especie de tormenta de ideas para pensar en posibles proyectos futuros. Una de las ideas fue hacer un disco de folclore argentino, que me venía rondando la cabeza desde hacía mucho tiempo. Por otra parte ya estaba preparando “Zamba para la viuda”, para cantar en los bises de la presentación de “Seguir caminando”. En marzo de este año, me dijeron que había un músico que quería conocerme. Era Néstor Díaz. Fui a su casa. Nos pusimos a hablar de folclore. Le conté que iba a cantar “Zamba para la viuda”, le mostré el arreglo al piano. Y después de una cena nos dijimos: “Hagamos un disco juntos”; “Venga, de folclore”; “Sí claro. ¿Qué temas?”; “Cuchi Leguizamón”. Y así fue. Fueron como varios hilitos que han ido trenzándose. Recuerdo que por el cansancio del viaje y de la promoción, casi cancelo el encuentro. Pero después, Néstor se puso a trabajar con el mismo entusiasmo que tenía yo.

Una maravilla.

He dejado a todo el mundo hacer, sin controlar tanto como en mis otros discos.

¿Cómo cierra la banda para la gira?

Néstor no pudo estar en la gira. Estará cuando me presente en Buenos Aires. Hay un músico maravilloso, Darío Barozzi, en guitarra; Diego Soldi en contrabajo; Horacio Straijer en la percusión; y luego Pedro Reñé, de telonero. Hemos tratado de plasmar en el directo la misma instrumentación y los mismos arreglos del disco.

Seguramente podremos escuchar algo de los tres discos anteriores.

Vamos a hacer algunas de las canciones de mis otros discos. “Me asomo”, por ejemplo, que es como un nexo entre el repertorio del Cuchi y mis discos anteriores. Es una canción mía con aire de chacarera, que grabó Baglietto, el Quinteto Santa Fe y Valeria Wilde, que ha sacado su primer disco. Esto me ha hecho muy feliz, es un orgullo que te graben una canción.

¿Hay algún nervio que vibre diferente cuando pasás de cantar tus propias canciones a interpretar obras de otros músicos?

Qué interesante pregunta. Siempre hay una vibración diferente cuando cantas canciones propias y canciones de otros. Dentro de mis canciones he trabajado con Juan Uría, que es letrista de los últimos dos discos. Pero también cuando canto canciones donde la letra y la música son mías, se mueve algo diferente. Con las canciones del Cuchi, no con todas, pero con muchas, me pasa que vibran en la misma frecuencia de onda que las canciones mías. Es una cuestión muy profunda. Como intérprete, muchas veces he querido cantar canciones que me encantan, y no he conseguido hacerlas mías.

Y sumemos que quien escucha, advierte una sensibilidad diferente. Un ejemplo: “Rabo de nube”. La versión original es sublime. Pero tu interpretación nos trae cosas que no aparecían.

Bueno, “Rabo de nube” es una canción que me ha acompañado toda la vida. La canté en Boston en mis años de juventud, muchas veces en directo, incluso la grabé en un programa de televisión.

No quiero preguntarte por tu experiencia con Joaquín, que de algún modo ya conocemos. Hay alguna de sus canciones que pueda acercarse a lo que hoy estás cantando?

En mis conciertos no canto canciones de Joaquín. A veces en los bises me piden la copla “Y sin embargo te quiero” y por ahí me pasa que no me la acuerdo. Me gusta mucho “Esta boca es mía” que grabé en un disco homenaje. Sí canto “Margarita”, que es mía y grabé con él.  Pero por ahí prefiero terminar con “Zamba del carnaval”.

La última. El fin de semana pasado se presentaron en Córdoba Amaral, Estopa y Paco Ibáñez. Este fin de semana vamos a disfrutar de tu recital; el martes que viene, llega Tomatito. Queriendo que no se corte esta serie de visitas, qué artista española nueva nos recomendarías para descubrir, a ver si viene a nuestra ciudad.

Hay una cantante que precisamente grabó “Me asomo” conmigo, que se llama Carmen París. Es una artista que admiro y quiero. Tiene una voz y una manera de decir las cosas realmente maravillosa. Espero que pronto esté por acá.

¡Estupendo! Gracias Olga. Todo el éxito para este fin de semana.

¡Ah! Me acabo de acordar. Hay un músico cordobés, que veré cuando llegue a Córdoba, Dante Ascaino. Éramos vecinos en Boston. Siempre que voy a Córdoba lo saludo.

Es una mención merecida para terminar la charla. Muchas gracias, un placer.

Gracias, nos vemos el viernes.

 

Olga Román en Córdoba

Viernes 25 de noviembre – 21.30hs

Salón de Actos Pabellón Argentina

Entradas anticipadas: $123 en Edén Obispo Trejo y Dean Funes.

Descuento estudiantes presentando libreta: $80