Por Garba.
Truman, vos no tenés idea, pero tras ese cielo que te gusta mirar, hay un domo de vidrio que controla aves y nubes.
Cada tormenta que sufriste en tu vida fue un punto de audiencia y sobre todo, tus miedos fueron creados con paciencia de relojero.
Tu miedo a volar, tu sueño de algún día llegar a las islas Fidji, tu terror a las mareas, la cerveza que bebías con tu amigo en la playa, la playa misma, nada de eso se instaló en tu sentir porque sos libre.
No Truman.
Los cereales que comías y hasta los besos que dabas fueron pensados y guiados y ni siquiera sé cómo contártelo sin que te estalle la cabeza.
Ese miedo, sobre todo, a poder mirar más allá, te lo impusieron Truman.
Cada vez que te oigo quejarte, o que reviso los capítulos en los que tratabas de germinar tu pequeña revolución, ¡me da una cosa!
Te hicieron creer que una vida minúscula es inofensiva y no puede.
Te hicieron creer que necesitabas resguardarte y que era mejor no mezclarte nunca con las multitudes.
En tu mundo no hay multitudes, ni mesas de discusión, claro.
Truman, el cielo está ahí afuera, subite al bote, salí de este huevo.
Cruzá las grandes aguas.
Eso sí, afuera no tendrás ninguna certeza.
Te sentirás vencido, traicionado, poca cosa, anónimo, débil, pero te aseguro Truman, que aquello que plantes, si brota, si sobrevive, en cualquier suelo que no sea un estudio de televisión, será tu propia cosecha.
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