Emoción registrada

Alejandro Mareco sobre Sonia Torres

21-10-2023 / Emoción Registrada
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El viernes 20 de octubre nos dejó la abuela más querida de Córdoba. Entre innumerables despedidas, compartimos la de uno de nuestros periodistas, escritores y militantes más admirados.


Alejandro Mareco sobre Sonia Torres

Y a pocas horas de una jornada electoral atravesada como nunca por la incertidumbre de los días por venir, a cuarenta años del retorno de la democracia, se fue la inmensa Sonia Torres. Como en cada partida que nos hermana en la tristeza y el dolor, las redes sociales se colmaron de mensajes de despedida.

En este espacio destinado a rescatar publicaciones que entendemos valiosas, compartimos la de un amigo, compañero, periodista, escritor, militante, referente ineludible cuando la necesidad de pensarnos se vuelve impostergable.

Alejandro Mareco – Sábado 21 de octubre de 2023

Querida abuela Sonia:

El más tierno emblema del corazón imbatible, de la conciencia infatigable en las calles marcadas por pasos y estribillos porfiados y luminosos, de la voluntad definitiva capaz de torcer la oscuridad, tuvo y tendrá un nombre imborrable: Sonia Torres.

La mujer enarbolada de convicción, capaz de luchar hora tras hora en toda la extensión de una inmensa y fecunda vida, se fue finalmente en brazos del tiempo que, enamorado de sus huesos blancos y blandos, la guardó en su cofre de eternidad.

De sus huesos blancos de razón y justicia sin contrastes; o blandos de amor puro y generoso que regó la tierra a pesar de la sequía de los inviernos del mal, del dolor atroz y el espanto mayor: las ausencias más desgarradoras y esenciales.

De todo eso, con Sonia Torres, su larga vida y su sostenida permanencia, el tiempo hizo algunos de los versos más intensos para su propia elegía, para su propio sentido entre los seres humanos: sufrir (vivir) para qué, por qué. ¿Cómo hacer del dolor una espada inmaterial?

Sonia se fue, finalmente, sin abrazar a su nieto, sin recorrerle el rostro con sus lágrimas. Había jurado que no moriría hasta lograrlo. ¿Podría decirse, entonces, que se fue sin cumplir la gran promesa de su vida?
No, nada de eso. No llegó a tener entre sus brazos al hijo de su hija, Silvina Parodi, secuestrados uno al nacer en pleno cautiverio de su madre, y otra, junto a su compañero (Daniel Orozco), en aquellos días de 1976 que nos partieron el espinazo de la historia.

No pudo, no. Pero a cambio abrigó una legión infinita de nietos brotados de nuevas generaciones argentinas que se sintieron amparados en su lucha.

Y acaso, especialmente, por su sonrisa.

Porque Sonia luchaba y sonreía con una asombrosa y empecinada fe en la lucha y en la sonrisa.

La más querida de las abuelas cordobesas era una mujer que siempre tendía sus manos hacia otras manos desamparadas, ungidas cada dedo de todas las maneras de defender y sostener los derechos humanos.

Tenía su aura siempre consigo: la persistencia de ser, de siempre estar donde la necesitaran; y su sonrisa, claro, como una manera blanca de irradiarse entre los oscuros dolores de tantos.

Justo ella, la que llevaba consigo los dolores sin final.

Pero llevaba esos dolores con amor, sin odio.

“Mentiría si digo que siento odio… Las abuelas trabajamos desde el amor. Quiero que los argentinos tomemos conciencia, para que no haya impunidad. Que las generaciones que vienen no tengan que sufrir lo que sufrimos nosotros”, dijo.

Por eso: Sonia Torres, además de amor y justicia, es un nombre que tiene sonido y sabor de patria. De patria como quien dice “nosotros”, entre los que estamos tantos que sufrieron el sanguinario rencor de la dictadura, o los que padecieron siempre la indiferencia, el desprecio, otros modos concretos del odio social.

Es eso, querida abuela Sonia: somos tu patria con la vida, con los años, con las convicciones, con la esperanza de vivir hasta conocer el sol de la justicia (como pasó en el gran juicio por los crímenes cometidos en La Perla, en el que la Justicia confirmó tu memoria y tu verdad).

Con la esperanza de resistir al tiempo hasta llegar a abrazar a tu nieto, el hijo de tu hija, de las entrañas de tus entrañas.

Alguna vez cantamos: “Somos el nieto que un día abrazarás”.

Somos tantos a los que ya nos has abrazado Sonia, que no hay abrazo más inmenso que este que te queremos devolver ahora que el tiempo ha resuelto quitarte de nuestros días, de nuestras marchas, de nuestra aventura de vivir las convicciones bajo el amparo de tu sonrisa.

Querida abuela Sonia, Ojalá tanto amor y acaso justicia subraye tu nombre.