
Por Ayelén Avila | aavila@redaccion351.com
El respeto, la tolerancia, el interés por el conocimiento y la convivencia social son factores que deben ser revalorizados constantemente como instrumentos identificatorios de los jóvenes. Y es ahí donde entra a jugar la vida social de los clubes.
El tema de la actual crisis de las asociaciones con fútbol súper-profesional aparece como eje central, y nos olvidamos de caminar por afuera, nos olvidamos de que hay mucho más. Hoy, pretendemos concentrarnos en otro costado de esta crisis: las instituciones nacen para cubrir necesidades y generar espacios de cultura, una versión actual que fue transformándose en clubes cada vez más especializados en materia deportiva y centralizados en la pasión de multitudes: el fútbol.
Los clubes fueron fundados en la primera década del siglo XX, nacieron de la iniciativa de jóvenes cuyo fin era acercar a personas provenientes de los sectores populares urbanos, sin importar sus status, o clase social; eran meros equipos-clubes. Con el transcurrir del tiempo, se iría abriendo camino para dar lugar a lo que llamaremos “la fiebre del fútbol”. El juego de la redonda ha sido y seguirá siendo para muchos una pasión que trasciende fronteras, ¿a quién no se le ha salido una lágrima cuando está cantando el himno de su patria en un juego de visitante?
Así fue con el tiempo que estos “equipos-clubes” cumplirían su razón de ser: su vida dependía y depende en buena medida de la posibilidad de contar con mayor cantidad de socios. De aquí se desprende una pregunta clave:
¿Qué lugar ocupan en la actualidad?
En el caso de Córdoba, los clubes cumplen un papel abandonado en cuanto a su vida social, salvo en meros casos puntuales, no brindan los espacios e instalaciones para que los niños y jóvenes participen activamente en la construcción de la sociedad civil. La institución debe cumplir un papel puntual e importante en el proceso de sociabilización.
Los síntomas de dicha crisis suelen caer fácilmente en la política dentro de las asociaciones como un virus que las va carcomiendo. Parece no haber dudas que la vida en estos años nos lleva a transitar por encima de la solidaridad. Sería necio decir que ya no existen intentos de actividades colectivas, barriales y sociales pero, justamente, destacarlas como lo distinto da cuenta de que no es lo más común. Pero esto no siempre fue así, alguna vez los clubes fueron verdaderos organismos sociales y culturales.
Queda claro que lo social es lo fundamental. En lo deportivo pueden haber altibajos; pero lo social, para el club, es lo más importante, lejos. Sería bueno empezar a fomentar la actividad social como práctica, como actividad cultural, familiar en torno a todos los deportes.
En fin, podríamos enfocarnos y tomar la realidad actual, como un espacio en crecimiento y no en retroceso. Que las rupturas que trajo la irrupción de la postmodernidad no nos aleje de los objetivos propuestos, en cuanto a formar ámbitos de creación y recreación, de construcción de identidad. “Ensamblar lo viejo con lo nuevo, afirmando la continuidad”.