• Los Árboles

Los Árboles

2020

Foto: Tere Kofler. 

La convocatoria a intervenir en un anuario del 2020 nos lleva a plantearnos la pregunta: ¿qué significó para nosotros este año que pasó? Nunca es posible responder por una dimensión individual sin tomar en cuenta el registro colectivo en lo que eso se inscribe. Pero el 2020 fue un año en el que ese principio político e ideológico adquirió una evidencia insoslayable.

Publicamos nuestro primer disco en el marco de una pandemia de escala mundial. Una cosa extraordinaria (en todo sentido, para nosotros) en el marco de una situación extraordinaria (en el sentido estricto del término, para todo el mundo). Por cuanto lo extraordinario es algo que resulta imposible de prever según las regularidades del mundo (la cláusula de la contingencia: “si nada extraordinario ocurre…”), las cosas no fueron como las habíamos previsto. Los materiales de la imaginación provienen de los sentidos, y dentro de los límites de nuestra imaginación, que no contaba con una pandemia entre los elementos a su disposición, sacar el disco era un hecho que venía asociado a otros: ensayar y tocar en vivo. Pero lo extraordinario ocurrió y la distancia entre la previsión y lo que efectivamente sucede es la vida (“Life is what happens to you while you’re busy making other plans”): se planifica para después abandonar esos planes ante la contingencia de lo que se precipita inesperado. Después de un tiempo de resistirnos a ceder frente a las condiciones objetivas, decidimos que esas eran las circunstancias que habían tocado para la publicación del disco. Tocarlo en vivo quedaría para otro momento, pero esa postergación no tenía por qué llevarnos a diferir en el tiempo un hecho que ya prácticamente nos excedía: las canciones nos pedían salir.

No es una manera de decir, es una experiencia real. Las canciones también son seres, entidades con un tipo de existencia singular, existencia que llega a ser independiente de quienes las hacen. De hecho, en el caso de las canciones, al igual que en otros casos, quizá inventar y descubrir no sean cosas distintas, y para descubrir algo haya que fabricarlo, hacer algo que antes no estaba ahí, así como inventarlo quizá requiera, al mismo tiempo, percibirlo allá afuera. Es probable que componer una canción sea algo así como hacerla aparecer. Y así fue como después de un tiempo de haber hecho aparecer estas canciones, de haber buscando el modo de arroparlas, tratando de escuchar lo que las mismas canciones pedían al respecto, de grabarlas y producirlas (sacarles una foto: eso es un disco entre otras cosas), las canciones nos pedían salir. Esa era la sensación: ya estaban listas y querían aparecer ante otros oídos, otras escuchas, otras sensibilidades.

En un momento en que la circulación de las personas estaba limitada, el cuerpo aéreo de las canciones, inmune a la posibilidad del contagio, todavía podía viajar, pasear, dar vueltas por ahí. Nuestro encierro no tenía por qué ser también el suyo, pero quizá su libertad de movimiento sí podía ser en alguna medida la nuestra. Así que las canciones allá fueron. Las dejamos ir y ahora están sueltas por ahí afuera a disposición de quien se las cruce y las quiera escuchar. Podemos propiciar el encuentro, pero lo que en ese encuentro pase ya no corre por cuenta nuestra. En todo caso caso, esperamos que sean bienvenidas allí donde lleguen, y que tengan algo para decir.

Mientras tanto, nos acercamos al momento, cada vez más próximo, de poder compartirlas en vivo. Y otras canciones nos van apareciendo. No sabemos qué depara este año que empieza, pero, de cualquier modo, siempre conviene sostenerse en la disposición paradójica de prepararse para la sorpresa.»

Un abrazo grandísimo. Santi y Pedro.

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