• Guadalupe Gómez

Guadalupe Gómez

2021

Foto: Natalia Roca.

Cuando miramos una flor, una piedra, una nube, una estrella; esa flor, esa piedra, esa nube, esa estrella, son el centro del mundo para quien las ve.

Es una cuestión de perspectiva.

¿Qué es lo que veo si me adentro en este 2021 que empieza a deshilacharse?

No hay marco, duración o enfoque, me aclara el inventor y gestor amoroso de este «Anuario» que nos convoca a mirar, por décima edición, a lxs artistas de la ciudad, hacia el año que dejamos atrás.

Y yo pienso que sí, que siempre hay un enfoque, un posicionamiento, un recorte desde el cuál miramos.

Y que ese enfoque nace en la propia mirada, que borda su invisible tapiz con el mundo a partir de lo que amamos, lo que nos duele, lo que nos asusta o lo que nos esperanza.

Mis ojos, si los cierro, me llevan a este día feliz en el que la lucha de los pueblos se convierte en frutos que alimentan el porvenir. Y el país que está al otro lado de las grandes montañas se llena de colores y canciones, de plazas desbordantes y de ilusión.

Y un pueblo al sur se levanta y lucha por la vida, que es el agua, y es la tierra, y tuerce una voluntad terricida con la valentía y la obstinación de su resistencia.

Veo el miedo, y la incertidumbre frente a esta pandemia que vuelve a golpearnos, y veo también, con una claridad casi transparente, que la solución es simple, a esta pandemia y a todas las otras: la común unidad, la comunidad.

Todo está hecho para fragmentarnos y devolvernos una imagen rota, individual y desahuciada de lo que somos. La ternura que se abre en cada criatura, como las flores tibias del verano, prueba lo contrario en el prisma de las miradas.

Somos almas de diamante. Eso es lo que miro y desde ahí intento leer este mundo que duele y brilla como la inmensidad de los cielos.

Canto lo que miro: una flor, una piedra, una nube, una estrella y puedo ser una flor, una piedra, una nube, una estrella.

Podemos ser . 

Guadalupe Gómez. Finales de diciembre de 2021

 

2020

Lluvia de enero, 2021. Perlas transparentes resbalando por las cintas verdes que se yerguen desde la tierra oscura y perfumada.

2020, el año urgente. Vi florecer los lapachos a la altura de mis ojos cuando cantaba desde los techos, y sentí después en mi cara la insinuación del invierno en la brisa del crepúsculo.

Tuve miedo. Tuve sueños. La música corrió como un río llevando la noticia del agua a un mundo que parecía apagarse en el desierto.

Mis canciones fueron siempre plegaria. No supe adónde íbamos. No lo sé ahora. Pero llevo ese pequeño mapa del mundo en el que creo, en los pliegues de mi voz, en mis brazos, en los ojos de mi niño (donde caben todas las estrellas), en todo lo que vibra en un cuerpo, y resuena en otro, y en otro y en otro, en el rocío que brilla cada ser.

 

2019

Mi hijo duerme al lado mío. El ventilador corta pedazos de aire tibio. Siesta de enero. Córdoba. La vida resbalándose por mí. Ríos en mis sueños. Ríos en mi voz. La música en los brazos. La sal que abre los ojos. Las orillas de mi piel frente al océano del universo. El barco del deseo. Venir, como extrañas formas en el cielo que poco a poco se vuelven aves, de remotos abrazos.

2020. No olvidar que en el fuego, las historias, las llegadas, las partidas, el dolor y la belleza nos encontramos. Y encontrándonos nos creamos.

 

2018

Un patio, el verano y las estrellas. La vibración de las cuerdas y los espíritus. España Córdoba. Magnolia. Fui  feliz otra noche. La música abrió mi corazón y el amor se hizo carne en mí. Teatro Real. Vendavales. Tomé las hebras y  seguí el rastro de mis dudas y mis intuiciones: ¿Qué pasa después del borde? ¿De qué está hecha la música? ¿Qué nos sucede a los seres humanos al contacto con esta substancia?

Las canciones abren puertas. Abracé mi guitarra y me arrojé al océano. La alquimia de la belleza. La belleza que nos enciende a todes. Alegría Ahora. Un  disco nuevo y el verano otra vez. Letras. La danza de los armónicos en el aire. El piano y la voz. Más canciones. Las voces que brotan como flores o estrellas.

En el 2018 supe que todas las personas somos alma de diamante, y que en la música podemos, a veces, recuperar el resplandor de lo que somos, y lo que deseamos. Como el aleteo de un pájaro que canta la melodía que calma, en el pecho de cada criatura.

 

2017

Trabajo en los vendavales.

Las flores y los frutos

Interior con naranjas

La herida de las criaturas

La belleza de las criaturas

La canción que busca sin tregua.

 

2016

El año en que la vida, como un río de fuego, pasó por mí. El año en que grabé un disco con dos corazones latiendo adentro mío y un puñado de seres brillantes como piedras preciosas a mi alrededor.

El año en que leí a Alice Munro  y ya no quise leer otra cosa que no sea Alice Munro.

El año en que escuché en vivo a Maria Joao y supe que lo que a veces se intuye durante años puede ser una grieta florecida, y después un jardín inmenso.

El año en que volví a navegar entre el Vagabundo y Mingui, estremecida de intensidades.

El año en que mis alumnos nombraron desde su voz y su espíritu al mundo y así de hermoso me nombraron.

El año en que mi hijo abrió las puertas por un instante y pude ver la herida de la luz en cada criatura.

 

2015

Poesía. Vendavales.

Dos ciudades atravesándome en busca del centro aquel dónde la marea regresa al más bello silencio.

Compañeros restallantes de hermosura, corazones encendidos, fragores, batallas, pequeños fuegos y grandes milagros.

Cantar para recordar. La melodía que me acuna. Un árbol cargado de frutos.

 

2014

Se me escurre este 2014 con unos versos de Spinetta danzando adentro mío:

“Dicen que hay que amar hasta el fin, sino viene un diablo delicado que no cabe en el alma”.

Se me escurre, tan bello y tan intenso. Con un disco nuevo de canciones que van desde y hacia el centro.

Con la hechura de música junto a magos, magas y alquimistas que han dejado en mí la hendidura de la belleza.

Con el pálpito de un lenguaje que nos devele hondos y hermosos de misterio.

Con las pruebas de las sombras. Con el pálpito de las estrellas.

Y amar hasta el fin.

 

2013

Un año intenso. La música y la poesía. Dos ciudades atravesándome.

Un nuevo disco casi terminado. Pequeños universos en cada proyecto.

Alquimias cambiantes. Ráfagas y oleajes.

Buscando estar siempre en la rompiente del océano.

 

2012

La incansable búsqueda.

El estremecimiento.

La ofrenda.

Los temores.

Largos viajes.

La sombra que anticipa la luz y la luz que predice la sombra.

La conmoción de la belleza.

La incansable búsqueda.

2012, antes y después, que así sea.

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