• Cordelia Andrada

Cordelia Andrada

Foto: Roberto Vecchi.

2016

Voy a hacer de cuenta que no hay un registro del tiempo que empieza en enero y termina en diciembre. Mi año tal vez empiece y concluya en mayo. A veces me gustar imaginar que el tiempo no es un transcurrir de segundos, minutos, horas, noches, días, veranos, primaveras. Entonces el tiempo son mis pequeñas plantas que deciden crecer cuando están felices y al sol, así pasan años, de esos que contamos en días y horas pero ellas siguen igual de pequeñitas hasta que un día decido mudarlas de ventana y ellas deciden subir en altura en dos semanas de las nuestras.

Me gusta pensar el tiempo en esos términos porque no habría un balance posible de 365 días sino de otras formas en las que vengo alimentándome, sentándome al sol a cultivar mi pasión y un día cualquiera aparece una frase nueva en mi boca o puedo leer un compás sin miedo a equivocarme porque aprendí que no hay errores y que no hay un tiempo que determine qué debo hacer en cada etapa, ni dónde debería estar.

Así transito mi vida con la música de mis amigos en unión con la mía. Esos amigos nuevos son personas que he admirado desde que he llegado a Córdoba a cultivarme la música. Hasta ahora mi felicidad ha sido la música que he podido escuchar de los músicos y músicas que viven y tocan y enseñan en Córdoba. Han sido los conciertos de Thelonious Monk que hemos tocado con Guille Acosta, Javi Rodríguez, Hisham Chaijale, Chelo Saru, Txema Torrabadela, Mateo Marengo, Daniel Villegas y Nico Travaini. Mi felicidad viene siendo la jam de los jueves en Lalalá con Francisco Castillo, Andrés Coppa, Roberto Bastiani, Lucho Ruiz, Teo Lobos y Jorge Gornik.

Mi felicidad vienen siendo también las semillas de futuro, pero eso es algún día de estos. No sé cuándo aparecerá el brote, ni cuándo florecerá…

Entonces entiendo lo que el transcurrir de las queridas plantas me ha mostrado: el Ahora es el momento perfecto.

 

2015

Son muchos años. Muchas horas desde el fondo nudoso del tiempo. Y esta cuenta del tiempo pasado, cristalizada en recuerdos y palabras, me atraviesa de felicidad.

Han sido años intensos en Córdoba. Uno tras otro, días plenos de música y aprendizaje.

Hemos jugado a nuestro jazz con IRINA trío, junto a Pablo Carracedo y Javier Rodríguez; devinimos quinteto luego, con Sebastián Barroso y Federico Tosello.

Hemos presentado nuestro cuarteto vocal FourTune, un trabajo que venimos desarrollando desde hace un buen tiempo, un tiempo bueno con Lucio Perrella, Ivanna Tocci y Paola Aguiló. He sido invitada por los amigos de Mistó Milyeko, ese hermoso jazz manouche que tocan.

“The dark side of the moon” con el coro de la UTN, dirigido por Gus Espada, ha sido el desafío más grande que he enfrentado este año.

Volvió a mi vida el tango con el festival Tango movimiento vivo.

Y como si estos no fuesen motivos suficientes para mi regocijo, apareció mi amigo Daniel Villegas con quien nos fundimos en dúo y grabamos “Blackmoon”, un EP de jazz.

Esta ciudad es música, todos los días a la vuelta de la esquina estamos los músicos musicando…  La jam, la pura felicidad de la jam con Pancho Castillo es un ejemplo de esto.

Mis años desde que bajé a Córdoba han sido felicidad y música.

Estas palabras son para celebrar esas raíces, esos tallos, esas hojas verdes, estas flores.

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