• Andrés Muratore

Andrés Muratore

2019

Foto: Ramiro Tello.

Hace mucho que no vengo a 351. Han pasado muchas canciones entre medio de mis venidas. Ni recuerdo bien cuándo fue que correspondí a la invitación por última vez

Cierro los ojos y veo países conocidos, giras en diferentes lenguas, un primer disco nacido que cuenta del suspiro de los peces. Me gusta haberme aguantado algunos años hasta venir de nuevo, porque hoy escribo acá y me veo retrospectivamente y siento la vida en los huesos.

Hoy es otro Andrés el que narra. Siempre reniego de la palabra, porque me es pobre, hay cosas intransferibles ya desde el encuentro y desde el mirarse a los ojos, que cuando escribo me siento empobrecido por la ausencia de mi lector: quisiera que me vieras la cara cuando te cuente, que te rías conmigo y entreveas lo paratextual, quisiera que vos, que me lees a través de este testamento, me descifres lo viajado en mis gestos y te dieras cuenta de que es mucho.

Puedo contarte por ejemplo, que en esta hora del mundo en que todo parece estar al borde, la canción ha sido un vínculo maravilloso donde buscar fuera ha significado encontrar dentro. Me subí con mi guitarra al lomo de las canciones y recorrí volcanes, playas, océanos, barcos, cuevas, selvas inhóspitas y desiertos místicos; puedo narrar de animales de fábula en los Alpes Suizos y de cómo suena el quijongo junto al pacífico de Costar Rica, o contar de árboles bañados en oro por Merlín allá en donde vivió el Rey Arturo. Tengo anécdotas en mínimo tres lenguas y amistades que la canción me trajo en cada una de ellas.

Yo crecí en medio del monte Transerrano, y cuando tocó decidir qué se hace de la vida elegí la música sin dudarlo un segundo, creo que intuía este destino. Cuando viajaba a la ciudad de Córdoba a estudiar, me acuerdo haber decretado: yo quiero estudiar, recibirme, grabar un disco y viajar con mi música.

Un día en Ecuador esa sentencia volvió a mí como un relámpago mientras amanecía en un mariposario. Con mi colega Pedro Saad éramos los únicos ahí dentro a esa hora y el espectáculo de las millones de mariposas en el aire era para nosotros solos. No puedo yo contarles lo que sentí esa hora con luz creciente y prodigios de colores en el aire y todo lo que suscitó en mi darme cuenta de que se había cumplido lo dicho; pero sí puedo contarte que a veces, en viaje, te encontrás con tantas manifestaciones de belleza y felicidad, que la muerte no te amenaza. “Hoy puedo morirme” se puede pensar a veces, porque hay una parte tuya que entiende que eso no existe, somos tan parte del todo que la transformación y la trascendencia en la totalidad es inevitable.

Tuve sensaciones así varias veces en mis viajes y se lo debo a las canciones. Las canciones no son nuestras, son de todo el mundo, o en todo caso nosotres somos de las canciones y nos usan para venir. Somos canales del arte y entre más nos entregamos a manifestar su verdad y belleza, más maravillas nos traen a la vida.

No voy a extenderme más, me es imposible ponerme al día después de tanto. Pero quiero decir acá lo agradecido que estoy con todas las personas que están cerca y también que se vienen cosas preciosas para el futuro, que ando con proyectos alucinantes y más viajes, y que la vida no está simple, pero se vuelve más hermosa y verdadera en tanto une se va conectando con las cosas que hacen bien, y digo hacen bien a une y a quienes les rodean.

La verdad reverbera como las canciones.

Mi abrazo.

 

2016

El 2016 resume un giro abrupto en mi pequeña carrera como músico independiente. Claramente el año corrió detrás de una estrella llamada “Del suspiro de los peces”, mi primer disco solista. Yo Andrés Muratore, musiquito del otro lado de las sierras, nunca imaginé un desarrollo tan satisfactorio y mágico para una primera producción musical, que humildemente había proyectado como una grabación en un home estudio, y se desarrolló en varios de los estudios más hermosos y avanzados de Córdoba, Como ser Estudio 440, Estudio Maya y Estudio Islandia.

Día tras día las manifestaciones del camino van dejando claro para dónde ir. No pagué la primera etapa del disco, fue un signo del “bien hacer” que aparecieran Fran Carrozzino y Michel Zeballos a preparar su tesis de la Metro conmigo, y me regalaran el desafío de producir profesionalmente.

Claro, detrás de esto los otros alentadores signos del alma de los amigos y compadres que jamás olvidaré y contribuyen hasta el día de hoy con el disco: Rodrigo Carazo, Diego Marioni, Clara Presta, Bruno Cravero, Fede Seimandi, Manuel Momo, Los Duendes del Parque, Gonzalo Bissón, Franco Dall´Amore, Mauro Ciavattini, Ailín Gazzo, Mauricio Pereyra, Daniela Dalmasso, José Luis Aguirre, entre otros admirados músicos que me son caros al alma.

También figuran entre mis compañías, un recientemente aparecido productor Guido Gironelli que viene sumándose al proyecto, o el hermoso encuentro con Seba Palacios con quienes estamos finalizando las grabaciones. Dante De Noia con sus hermosas ediciones visuales, que le han dado un envión increíble desde los soportes electrónicos al proyecto. Daiana Kitl y su seguimiento fotográfico durante mis fechas y la suma importantísima de la imagen profesionalizada. Ni que hablar de la familia, Pau Muratore a cargo de las animaciones y las gráficas del disco, Polo Muratore, mi viejo, en apoyo ejecutivo y logístico, y el inacabable amor y soporte de Julián y la Gringa mi madre.

Esto, entre otras miles de personas que se acercan a apuntalarlo a uno cuando cree estar errando la huella o dándole cabida a la duda. Claramente este año de hermoso andar en la música también acarrea con él grandes aprendizajes, que es uno de los capitales que más guardo para mi persona. Gracias a todos los que saben estar cerca, y por significarme.

Estoy más que feliz de estar prometiendo un disco que siga sumando al caudal de música cordobesa que no deja de asombrarme y motivarme. Me considero un vástago de nuestros músicos, un brote de la música que hace años viene manifestándose en esta ciudad del 351. Soy un resultado de los vecinos cordobeses, de ellos que la reman y la bancan hace mucho y que apuestan a la cultura como signo de salvación de los valores originales y verdaderos. Del suspiro de los peces es un homenaje a ellos. A todos ellos.

 

2014

Me invitan a comentar y compartir, a desnudarme un poquito. ¿Qué puedo decir de este 2014 que por momentos parece haber pasado como un suspiro, y por otros parece una centuria?

Mi viejo supo retratarse a sí mismo siempre como una planta: orgánica, viva, lenta. Hoy me devuelvo a mí mismo dicha imagen, con cierto aire conmiserativo.  No he habitado jamás un árbol, pero me siento extendido, un poco más alto. Cubierto de hojas parecidas, pero ciertamente no las mismas, claro, nadie cría panza de un día para el otro, hay que merecerla.

Aprender es despacito. No he habitado jamás un árbol, pero puede que ellos también perciban que las revoluciones y los fuegos artificiales van por dentro, hechos savia, hechos canción.

En este 2014 de andar la música y dejar que la música me ande, he dejado caer mi follaje para amparar hojas nuevas, pues ando sonando distinto. Este año que se va, me deja además el dulzor de lo que es posiblemente el fruto más bello del camino del artista, el encuentro con árboles parecidos. Fue un año cargado de amor y amistades nuevas con eximios músicos de la escena cordobesa, como Rodrigo Carazo, Mauricio Pereyra o Matías Martínez, por nombrar algunos. Gente que riega con su presencia este árbol que soy, y esta música que me habita.

Espero un 2015 igual de intenso, igual de musical, igual de cancionero, igual de enamoradizo, igual de abundante. Pero venga lo que venga, huracanes o lluvias amenas, seguro estoy de una sola cosa: me va a encontrar en el mismo lugar y bien plantado, cantando y tocando la guitarra como siempre.

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