Garba

Garba

2021

El día del cumple de mi hermana, de San Martín y de Néstor, salió a la luz de la redacción la primera Astilla.

¿Por qué «Astilla»? Eso que se te clava cuando lo leés, pensé.

Después de varios amagos por hacer algo juntos, logramos darle forma a algo que empezó siendo una recopilación de escritos míos de otros tiempos, quizás agiornados o actualizados.

Sabíamos que nos enamoraríamos de la adrenalina de cada jueves, de discutir por una coma o una manera de encadenar una frase.

Sabíamos que nos metíamos en un salto compartido.

En estos tiempos austeros y solitarios, cada jueves salimos al duelo de qué escribir, cómo decir, dónde poner la mirada cuando la vista está perdida en un desierto de sal.

Hubo un solo jueves en que a Pablo se le partió la vida en dos, y no salió; los demás días, sí.

Sabemos que se compartiría por las redes, sabemos por ejemplo, que un señor que toma café por las mañanas en un café de Palermo, espera ansioso que le llegue, y después la comenta, y los dichos viajan entre wasapes hasta que a veces nos llegan.

Desde otros lados, las leen en radios barriales, o las leen en las casas, en los taxis, en los colectivos, en los baños.

Sabemos que una parejita de dibujantes retirados la leen en voz alta porque uno de ellos ya no ve un pomelo.

Sabemos que mucha gente no le da ni bola.

Igual escribimos, publicamos, editamos, corregimos, buscamos la foto.

Este año ha sido para mí, mucho de esto, seguir haciendo aunque sepamos que el mundo se cae a pedazos y no hay garantía de que alguien levante el volante del piso.

Un año de enorme invisibilidad para lxs artistas, postergadxs, sobreviviendo casi de magia.

Un año como de pausa, o de pose, con más tiempo para plantar y ver que algo brota.

Queridxs lesctoraes, gracias por sostener el silencio.

 

2020

Comencé 2020 con una gira accidentada por el centro y sur de la provincia de nuestra Córdoba y varios problemas en la voz.

Las giras de las artistas populares que andamos «solas» los caminos que tienen desvíos de calle de tierra y teatros que se abren para la ocasión, son pequeñísimas revoluciones, sin recursos, muchas veces con acuerdos fallidos, soportando en las muchas de las veces situaciones abusivas, lances de productores que creen que contratarte es para todo uso, hospedajes que al llegar no tienen habitación individual sino cama y agradezca, comida que no contempla que justo justo vos, la jodida que no come animales no va a poder almorzar una vianda de rotisería, pero (si no hay pero no hay cuento decía Lili Bodoc) tienen ese aire que propone este anuario en su consigna: una libertad que atesoramos y pagamos siempre con incertidumbre.

La última estación fue Río Cuarto, un Andino colmado de gente y de aplausos, la grata conquista de hacer las cosas bien, las amigas que te miman y te albergan y al bajar del escenario esa libertad de la que hablamos que se ensancha como panza de pobre.

Tuve que tomar un descanso en las cuerdas vocales, decidí (no saben lo que cuesta) suspender varias fechas de febrero porque marzo venía a ser ese tan ansiado respiro: 18 funciones de todas las disciplinas y colores, gremios, escuelas, teatros, y esos gustos como tocar en ese lugar que te gusta armando prensa, notas, diarios, ensayos y mucho biri biri tururú.

Marzo venía con el tan esperado margen para pagar las cuentas y aflojar la soga de cuatro años de muerte cerebral cultural.

Marzo era salir del coma de la desidia y sumar algo de esperanza a un año que creíamos, no podía ser peor.

En mi caso, el 2020 me llevaba a Perú y a Colombia y tenía horas de estudio proyectadas para poder terminar el disco de las canciones para desarmar, una muestra de trío, seminarios y el gancho puesto para articular la investigación en literatura y la vuelta de las acciones en torno al plan de lectura.

Pero 2020 pudo ser peor.

Entramos en una pausa eterna, un gotero de aire que aún hoy deja a las claras que lxs artistas somos invisibles a todos los estados.

Y así, como el cuento de la marmota, así me encuentra el 2021.

La libertad es un privilegio de clase.

Las deudas son enormes.

Las cuestiones a rescatar son el infinito amor que nos tenemos entre parias de un sistema que sólo aplaude el pico de arriba.

Los cosos de al lau.

Adentro de ese sopor, y sí, algunos destellos pero lo que no es igual, no es igual. Las mujeres y disidencias siempre y en todos los casos seguimos siendo un adorno en la agendas de hombres, las radios de hombres, los festivales de hombres, las políticas públicas de hombres, las miserias de hombres, los discursos de hombres, las violencias de hombres, las posibilidades de hombres, las consignas de hombres, las exigencias de hombres, y sobre todo su poder.

La libertad de cantar, de contar, de actuar, de ser lo que soy, es una piedra enorme. Si se pudiera elegir, claro que no la elegiría, ¿quién puede ser tan Gil?

No se puede querer querer decía San Anselmo a la santa inquisición, y lo quemaron.

¿Podemos ser otra cosa que lo que somos?

A estas alturas, o elegimos aceptarnos o elegimos reprimirnos, pero elegir, no se elige casi nada.

¿En algún momento nos levantarán la condena quienes quieren pero no se animan y quienes no saben pero gestionan?

No lo sé.

Ojalá, me digo.

Ojalá la voz y ese instante de éxtasis que sucede cuando le damos a la tribu lo que logramos convertir en música, en palabra, en emoción, ojalá nos alcance.

Gracias Redacción 351.

 

2019

Escribo este anuario sabiendo que lo de más adelante transforma lo vivido más atrás.

Sacame esta soga del cuello.

¿Tiroides? Sí.

¿Síntomas? Depresión/ falta de ganas/ suba de peso/ inestabilidad emocional/ meterse para adentro.

¿No los viste? Cuadran igual que estos tiempos.

Correr el mango, juntar de dónde, no salir para no gastar. Mantener una cuenta mental permanente entre el paquete de fideos y el viaje de egresadxs.

Por eso sacame la soga del cuello. Dale, te la saco.

Gracias Cristina, lo estaba necesitando.

Rescato, al igual que en los anteriores haber sostenido el oficio,

haber aprendido mejor a ofrecer el trabajo

(alguien me dijo cuando era niña: ofrecés tu trabajo y eso es inmejorable, porque el trabajo nuestro no se pide.)

Rescato el amor que nos tenemos las tribus. Y cómo nos cuidamos.

Rescato que me siga importando más otra persona que yo misma.

Alguien siempre velará por mí. Sepanló, es un camino más real.

Porque somos en la gran mayoría gente buena.

Rescato seguir encontrando poesía en el zócalo de las paredes.

Y necesitar cada vez menos cables para amplificar la voz con la que digo.

Rescato las canciones que pude hacer. Rescato el disco que sigo teniendo a medio grabar.

El cuento que cuento mejor. La generosidad de quienes ayudamos a empujar.

Rescato que aún haya sitios adonde tocar. Y escuelas. Y plazas. Y pedacitos de inventos que de a ratos funcionan un cacho.

Me gustaría nuevo público. Deseo con premura editar el libro álbum que ya está pero no publico.

A la rima que se derrama ponerle coto y número de hojas. Hacer un programa de radio a la noche contando cuentos.

Eso quiero, y mucho.

Y que la cultura popular pueda crecer. Es una necesidad tremenda para saciar el hambre de los pueblos.

Y es lo que hay que hacer.

Rescato mi empecinamiento. Ser profesional no es ser buena. Es ser concretamente eso que sos, desde que te levantás hasta que te dormís. Y no hay nada más profesional en esto que vivir de hacerlo.

Porque con los años he aprendido a hacerlo bien. Me hace ruido tu postura, porque yo me siento profesional pero vivo de otra cosa. Sí, hago ruido.

Soy artista. Peronista. Feminista. Popular. Docente guerrillera Y madre.

O sea, si algo hago, es ruido.

“Intensa de más” me dijeron hace poco.

En este año me entraron a robar dos veces.

En este año se murió gente bella.

En este año lloré.

En este año las fechas y los acontecimientos se fueron escribiendo en el almanaque del ché que mi amigo el Foca me dio el día que fuimos a levantar la casa de la Gaby cuando ya no estuvo.

En este año pude pedir ayuda para pagar las cuentas.

En este año te pegué carteles, te discutí política, te fiscalicé, te llené datos, te abracé compañerxs y festejé a los gritos nuestra vuelta al gobierno.

Nos estrechamos con hijo llenos de emoción haciendo catarsis de toda una vida de sofocamientos.

En este año hijo fue más político, más hombre, más grandote, más libre, más punzante.

En este año comprendí mejor por qué pedimos el aborto legal seguro y gratuito.

Me reconocí violentada en historias mudas del pasado que se quedan pegadas como hilachas.

En este año leí más. Compré libros hermosos.

La gente me lee más, me megustea más, comparte más mis publicaciones.

En este año volví a sentarme a dibujar.

Se me agrandó el mapa de la provincia, tengo otros rincones marcaditos en la ruta.

Me gustaría que en los días que vienen, el género no fuera un problema de género.
Que nos dejen de pedir a quienes no somos hombres que seamos exitosxs, descollantes, calificadxs, coherentes, ejemplos.

Me encantaría que se nos permitiera ser un 6. Incluso un 4.

Que la altísima vara que nos mide se parta en mil pedazos.

Eso capaz que ayudaría un poco a balancear tanta desigualdad de lo que no es igual.

Y que tengamos más escenarios abiertos las mujeres y las bisexuales y las lesbianas y lxs intersex y lxs trans y que la cosa no sea siempre la misma: de un lado los dueños del mundo y del otro el resto de quienes debemos demostrar idoneidad para ser.

Este anuario me resulta un poco como cuando hago los currículum, escribo y me doy cuenta de todo lo que me olvidé.

Pero este año llegué a escribirlo antes de que este 2019 se vaya.

Y decía al comienzo que lo de adelante transforma lo de más atrás porque la esperanza se asoma.

Que 2020 sea peronísimo y feministo.

Que la salú nos acompañe.

Que el amor resista.

Que la plata llegue.

Y que la banda siga tocando.

 

2018

Rescato la Revolución Feminista.

Rescato tener más claridad en este marasmo.

Rescato ser menos estúpida.

Rescato el montón de gente con el que nos seguimos encontrando.

Recato que podamos seguir viendo cuando no hay luz.