Alejandra Palombarini

Alejandra Palombarini

2018

Foto: Micaela Damico Bossio.

“Arte es todo lo que los hombres han llamado arte”

Dino Formaggio

En una época en la que los criterios y las definiciones se van evaporando, o mejor aún, diluyéndose en otras formas y otros modos de ser, redefiniéndose en cada uno de nosotros, trabajadores de la cultura o artistas, para dar respuestas que no tenemos y no conoceremos nunca. En una época en la que decir “biblioteca” parece referirse a una película antigua en blanco y negro detenida en el tiempo, ensombrecida por las pantallas con derruidas estanterías de cuento de terror, donde se acometen empresas que podrían llamarse imposibles.

En esa misma época entramos una mañana a una biblioteca de Río Tercero y está repleta de niños dejando rastros de libros por donde caminan, y volvemos a la tarde y una escuela visitándola. Pasamos de noche y vemos películas proyectándose y talleres explotando. Volvemos el fin de semana por su vereda y el sonido de los dos pianos de cola invita a preguntarte qué es lo que hacemos aún parados allí y no nos animamos a entrar. Y el domingo, cuando todos están de sobremesa, la puerta se vuelve a abrir y media docena de voluntarios están colgando guirnaldas de corazones porque a la tardecita va a haber un recital poético o alguna presentación. Y entonces ya no hay días ni horarios ni agendas ni anuarios que alcancen a contar la cantidad y variedad de actividades que allí acontecen. Me gusta nombrarla siempre, como un espacio pluricultural. Hay en la biblioteca un encuentro con el libro que invita a un pliegue y repliegue con uno mismo estallando como núcleo hacia las demás artes que ahí la circundan en continuo y ondulante movimiento que abre puertas.

Me resulta imposible resumir lo que acontece en nuestra biblioteca simplemente contando lo sucedido en el pasado 2018, sería injusta con todo el trabajo que se viene realizando hace 99 años. Lo que allí hoy sobreviene es fruto de varias generaciones que apuntalaron un cimiento que hoy se continúa. Todo germinó cuando un señor en el año 1870 creyó que el medio más poderoso para levantar el nivel intelectual de una nación, era fomentar el hábito de la lectura hasta convertirlo en un rasgo distintivo del carácter o de las costumbres nacionales, (…), mediante la difusión del libro, haciéndolo accesible a todas las personas.

Este fenómeno creado por Sarmiento llega hasta hoy con aproximadamente tres mil bibliotecas populares en todo el país, un fenómeno único en el mundo. Estas Asociaciones Civiles autónomas, creadas solidariamente por vecinos de localidades o barrios hacen de lo popular el mejor concepto democrático de ciudadanía.  Los fondos de las Bibliotecas Populares son universales, pluralistas y están al alcance de todos.

Cuando leemos que la intención fue hacer del libro un objeto accesible a todas las personas, no llegamos a dimensionar la magnitud de tal postulado. Es decir, cualquier persona no importa sexo, credo ni religión, tiene la posibilidad de atravesar la puerta de una biblioteca, hurgar sus estantes y sentarse a leer sin más. Contar qué es lo que sucede dentro de una biblioteca popular sólo es posible preguntándose qué no sucede allí dentro.

Ellas han mantenido en el tiempo la difusión del libro, la promoción a la lectura y la extensión de las manifestaciones culturales al servicio de toda la sociedad, frecuentemente colaborando como soporte de las actividades pedagógicas impartidas por establecimientos educativos, oficiales y privados, y nuestra biblioteca, la Urquiza no fue una excepción. 

Las bibliotecas son el ámbito para la preservación y la promoción de la cultura local. Son lugares de encuentro, que garantizan y facilitan el ejercicio del derecho a la información de los ciudadanos. Es el lugar ideal para crear y fortalecer lazos sociales, por eso debemos resignificar la función de estas instituciones que contienen la cultura local y regional, legitimarlas como centro culturales oficiales de las localidades, no ya solo como centros de lectura y préstamo. No sabemos si es recibida de esta manera nuestra biblioteca, pero esta es la mirada que intentamos trabajar desde hace ya varios años.

Hace más de una década que abrazo esta institución. Quien sabe qué he buscado en este camino. Muchas veces me pregunto si realmente se espera algo de nosotros, los gestores culturales, si el resto sabe que existimos. Las preguntas son infinitas y mi mayor temor es caer con el tiempo en  aplaudir la reiteración, la falta de innovación, los aniversarios de expresiones artísticas que vuelven una y otra vez sobre los mismos contenidos y se parecen siempre a sí mismas, o peor aún,  creer que ganamos un legítimo lugar en el «campo cultural”, resistiéndonos a cederlo, inclinándonos nosotros también a la simpleza, a lo conocido, repitiendo lo instituido y seguro en lugar de promover lo emergente.

Me pregunto si realmente estamos aquí para algo… Y es que debemos comenzar a entender que lo nuestro es un legítimo trabajo, que somos parte de un engranaje fundamental  y es, en mi caso, un ejercicio que no solo se limita a tejer redes, conectar ideas, sino a trabajar con  la palabra buscando las correctas, el tono, el hermoso modo de decir para poder contagiar cada cosa que se propone. Pero ¿a qué diccionario acudir cuando surgen tantas preguntas, cuando de pronto nos paramos en nuestra ciudad y detectamos un conjunto de signos que allí se producen, que es su cultura, sus modos de ser, las maneras de transitarla? ¿Qué es el gestor cultural sino una persona que teje redes, que posibilita los caminos para que todo esto suceda de manera cuidada, visible sistemáticamente, evidenciando el rico patrimonio al que asiste cada día? El interrogante más grande siempre es el cómo. Por suerte nunca dejamos de preguntárnoslo.

Creo que comencé a leer quizás buscando mi propia historia entre algunos cuentos clásicos, o en breves poemas. Me hubiera gustado ser escritora antes que nada, pero ciertas posibilidades se fueron presentando en el camino y me hallé aquí, en la popu Urquiza.

Creo que quien hace gestión cultural también está creando, porque transito este devenir biblioteca como lo hace un artista, para comprender y buscando ser comprendida, para mirar desde los ojos de otros una posibilidad y un otro mirar para otros ojos que se presenten a mirar lo propuesto. Porque se trabaja en la biblioteca como desde un campo de batalla, porque la gestión -como el arte- es todo aquello que, también como el amor, una vez que nos interpeló nos transforma de alguna manera. Porque contra el aplanamiento de la conciencia, el arte se propone como un baño profundo en nosotros y en la sociedad de la que formamos parte, siempre en resistencia al achatamiento de lo que se propone como único. Porque, aunque suene trillado, me gusta llegar al corazón de quienes se acercan o trabajan desde aquí llevándolos a sentir, a pensar, a disfrutar.

A todas mis compañeras de trabajo sostengo les debe suceder lo mismo, porque trabajan con la misma pasión.

Así mi ego y yo buscando la propia identidad en esta institución, en una muestra, en un taller que se dicta, en lecturas compartidas.

Este año, en estas épocas, una biblioteca popular va a cumplir 100 años, la biblioteca Popular Justo José de Urquiza de Río Tercero. Un desafío enorme para el increíble equipo de trabajo que la sostiene.

La pregunta aquí es cómo es posible que una Biblioteca del interior profundo haya persistido estos años.

Persistimos, porque como el arte, desafiamos lo establecido y como nos enseñó el Quijote, peleamos contra molinos de viento y a cada paso construimos Dulcineas.

Persistimos porque entendemos que el arte es la representación de este mundo,  y a Río Tercero, como un universo simbólico ligado a nuestras sensibilidades.

Persistimos porque estamos ahí para recordar que de lo mínimo llegamos a lo universal, que nuestro modo de proponernos en tanto artistas en el lugar donde habitamos da la posibilidad de visibilizar los signos que allí se producen, los modos de ser, las maneras de transitar el lugar donde vivimos.

Porque creemos es posible construir una sociedad lectora

Persistimos porque entendemos que  en el arte no hay una única verdad sino múltiples miradas.

Persistimos quizás porque el arte se permite imaginar aquello que nosotros no podemos, porque el artista se atreve a ver cientos de realidades posibles, porque no solo las imagina sino que además las crea, las hace reales, palpables para todos. Escuchamos, vemos, leemos eso que tanto queríamos decir y no sabíamos cómo, o no nos animábamos porque no hay límites ni fronteras aquí y ya nadie quiere situarse en los límites.

Persistimos porque no nos contentamos con la vida tal y cual se nos representa y buscamos mundos posibles, tal como nos enseñó la literatura.

Persistimos porque somos necesarias, porque entendemos a  la cultura como dimensión fundamental para el desarrollo humano y como patrimonio de identidad local.

Persistimos porque no creemos en el antagonismo de una ciudad industrial o deportiva versus una ciudad cultural,  sino que entendemos que podemos coexistir porque somos únicas en el mundo desde hace años, porque es la voluntad de la gente la que la sostiene. Por todo esto recomiendo a cada uno de ustedes que en algún momento transite la experiencia desbordante del voluntariado, la empresa más desinteresada que he conocido y porque tendrían que ver cómo se me hincha el pecho y se apuran los dedos en el teclado cuando escribo sobre mi biblioteca. Porque no puedo disimular ni la sonrisa ni el llanto cada vez que sumamos un logro y porque como dijo alguien,  ya todo es cultural y no podemos hacernos los distraídos.

Y también persistimos porque hay algo sagrado entre una biblioteca y la sociedad donde está inmersa, persistimos porque así nuestra ciudad lo quiso, gracias Río Tercero.  

Se viene un año arduo de trabajo y nada va a ser posible si no están ustedes, materia fundamental de los cimientos de la Popu Urquiza. Los esperamos dispuestos a escuchar el abanico de voces cargadas de sentidos acerca de la cultura de nuestra ciudad para proponernos y pensarnos como espacio pluricultural democrático e inclusivo promoviendo el derecho de los riotercerenses a sus derechos culturales, para comprender y reflexionar críticamente acerca de nuestra realidad cultural. Si me necesitan, o desean debatir éstas y otras ideas,  aquí voy a estar, incluso los fines de semana.

Me siento altamente honrada de ser la presidenta de la institución justo en el año de su centenario, creo fervientemente en cada logro que he enumerado, hacen imaginar  el futuro bajo la forma de una biblioteca.

Alejandra Palombarini – Presidenta de la Biblioteca Popular Urquiza de Río Tercero.