» Claravox presenta «Mecánica popular» redaccion 351

Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com

Facundo Rotela en voces, guitarras y máquinas. Andrés Asia en guitarras y máquinas. Martín Rigatuso en batería, percusión y máquinas.

¿Por qué tantas máquinas?

¡Porque existen!

¿Para qué?

¡Para explotar e implosionar al mismo tiempo!

Bien usadas, las máquinas trazan contornos inmensos, descomunales y con la suficiente elasticidad como para producir fenómenos que se podrían describir sólo para distraer las ganas de decir, sin más, que la música de Claravox es una bestialidad.

Habrá que intentar una explicación que desemboque irrefrenable en las fauces del sonido. Habrá que escuchar, imaginar un estado previo y disponerse, en un movimiento imposible, frente a un espacio abarrotado de parlantes, cables, instrumentos y máquinas con garras y colmillos como para salir corriendo…

¡O tirarse de cabeza!

De punta a punta, «Mecánica popular» es, primero, una experiencia física, la de un personaje desprevenido que dimensiona equipos encendidos y seres enjaulados por el silencio. Un filo circular de tres miradas en cuenta regresiva sabrá cortar el candado y volarán las bisagras.

Con «Mudando», en la apertura, una silueta imponente cubrirá de sombras el espacio y avanzará desde la batería hasta abordar a quien escucha desde un rincón. Al medio minuto de libertad, sabrá retraer sus garras y angostar la onda expansiva para filtrar todo un arsenal, apenas camuflado, por esas cavernas de un centímetro de diámetro, una a cada lado de la cabeza, y llegar así a la corteza auditiva primaria.

Una vez adentro, apenas pasados 66 segundos del comienzo, sabrá proyectar estados insólitos, inflamables, infinitos, intransferibles. Santiago Guerrero en en trayecto.

Primeras palabras:

Tengo a un amigo, que trabaja en la morgue.
él me consiguió algo copado que hacer…
Cuidar de vos…

Fotos del viaje por «Mecánica popular». Fosa irrespirable de «La peste», voces y túneles. Temblor de reflejos y un bombo marchando en «Von Jenny». Coros de Santiago Izquierdo. Retorcer y fugar, desesperar el final.

Arribo con lluvia en «Refresca tus ojos cansados»; melodía de recibimiento incómodo, cara de hola qué tal con toda la distorsión por dentro hasta que ya no más y garras afuera en «Monstruos que lloran monstruos». Mordaza, locura, saxo aturdido de Jeremías Guiñazú.

¡Matá! ¡Reí! ¡Cogé! ¡Llorá!
¡Matá! ¡Reí! ¡Cogé! ¡Llorá!
¡Matá! ¡Reí! ¡Cogé! ¡Llorá!
¡Matá! ¡Reí! ¡Cogé! ¡Llorá!
¡Pará! ¡Pará! ¡Pará! ¡Pará!
¡Pará! ¡Pará! ¡Pará! ¡Pará!
¡Pará! ¡Pará! ¡Pará! ¡Pará!
¡Pará! ¡Pará! ¡Pará! ¡Pará!
¡Parááá! ¡Parááá! ¡Parááá!

Intro de cielo aplastado en «Patotero». Mariano Villegas para más distorsión. Despotricar. Quebrar acordes. Mover los ejes y romper los cambios. Amanecer congelado de luces remotas, escalofríos. Aviones enormes, oxidados. Santiago Guerrero, Mascherano, inicio interminable de «Hoy te convertís en héroe».

«El ojo» en los parches, en el filo de otra catástrofe. En el ruido que todo lo cura. De repente el barrio. Por qué no alguna vieja destemplada. Ruleros, pantuflas, perro rengo, los dientes de abajo para afuera. «¡Paren con esa mierdaaaaa!» «¡Seeeee! ¡Tomá viejaaaaa!»

Crepitar de vinilo. Criolla congestionada, voz lejos a lo Prodan, sentado en el suelo, la espalda contra la pared, cantando a lo Claravox.

Claravox – «Mecánica popular»

La música, una bestialidad inminente. Contando las horas para el estreno, una vez más, como desde hace quince años. Afilando garras contra los retornos desde algún rincón del Abasto. Invitados al ruido sagrado: Tomates Asesinos y The Soundclash Army.

Falta menos.