Por Rodrigo Bruera | rbruera@redaccion351.com
Fotos: Gentileza Martín Rena
Las producciones audiovisuales cordobesas están pasando por un gran momento. Gracias a los créditos otorgados por el INCAA (Instituto Nacional de Cine y artes Audiovisuales), muchas productoras han tenido la oportunidad de mostrarse y lucirse en el cine y la televisión nacionales. Entre lo más destacado de 2011 estuvo la película De Caravana, de Rosendo Ruiz, que recibió críticas superlativas a nivel local y nacional. Uno de los personajes principales del exitoso filme es el de Penélope, la travesti personificada por el actor Martín Rena, que le agrega una impronta humorística a la historia de Sara (Yohana Pereyra), Maxtor (Rodrigo Savina) y Juan Cruz (Francisco Colja).
Una tarde calurosa llegué a la casa del actor Martín Rena, que justamente era la casa de Penélope en la película, allí en barrio General Bustos. El artista se mostró siempre predispuesto y, luego de una charla introductoria sobre la temática propuesta en la entrevista, comenzaron las preguntas:
¿Cómo se planteó inicialmente la idea de De Caravana?
Había un guión inicial que era muy largo. Cuando lo leí, se me vinieron muchas imágenes, imaginé muchas cosas. Se me vino a la cabeza Gato negro, gato blanco de Kusturica, era una locura. La primera lectura fue bien profunda, incluso pensé que íbamos a mostrar aún más verdades. La verdad tiene que ver con la profundidad de los personajes, con su humanidad. De ahí surge Penélope. Noté que el personaje estaba visto desde un lugar muy superficial y prejuicioso, y yo me sentía tocado al ponerme en la piel del personaje. Como hubo muchas libertades de creación, propuse nuevas ideas y pude crear un perfil diferente. Investigué mucho, leí y vi muchísimas cosas sobre la sexualidad. Una cosa es ser gay y otra cosa es que una persona se sienta mujer.
¿Cómo construiste el personaje de Penélope? ¿Te resulto difícil?
Conocí muchas chicas que trabajan en la calle, pero una chica llamada Karen fue especial. Fuimos con una amiga a conocerla a su barrio. Ahí la conocen como “El Quini”. Cuando la vimos me sorprendí porque yo esperaba que fuera un hombre, sin embargo era una hermosa mujer. Es increíble la tolerancia de esta chica al aceptar que le digan “El Quini”. Para mí es “La Quini”. Conocí su mundo, sus cosas, su familia. Y aprendí muchas cosas. Lo más femenino que tuvo Penélope fue gracias a “La Quini”. También conocí otras chicas que también me ayudaron.
¿Cómo entendés la diversidad sexual y de género?
Al principio me sentí muy limitado. Todo esto fue una lección para mí y para muchos otros que hicimos la película. Tenés que acomodarte a la diversidad, a lo que hay. Desde diferentes sectores se ve distinto. La gente que va a los bailes tiene una aceptación mayor con las travestis por ser putos que definieron ser minas. En otros sectores parece que causa asco, toda una visión distinta. Hay que entender que la sexualidad es ilimitada.
El travestismo está asociado a la prostitución, tiene que ver con el prejuicio general, la discriminación y la exclusión. El caso de “La Quini” es distinto porque ella tiene apoyo y contención de su familia. Yo quise mostrar eso en Penélope, que se viera que podía construir una familia.
¿Creés que pudiste mostrar lo que quisiste de Penélope? ¿La película lo pudo reflejar?
Sí. Creo que pasa algo con este personaje y con Maxtor. Son dos personajes “freakies”, raros, no son normales. En Mar del Plata estábamos en una conferencia y una mina preguntó por qué no trajeron a Penélope. Yo, como actor, me veo a mí, entonces no puedo pensar a Penélope como tal.
Si hubiese sido un drama, que gira en torno a este personaje, no hubiese tenido tanta aceptación, porque la que va tejiendo la historia es ella. Está muy cómoda con quien es, con lo que quiere, es sensible, pero no la vas a quebrar. Yo soy diferente, soy más sensible. No conozco a ninguna travesti que se llame Penélope. El nombre fue todo un tema, porque el diminutivo es “Pene”, entonces con Yohana (Sara) encontramos la vuelta y quedó “Pe”. Había que cuidar al personaje desde el mismísimo nombre. A mí me representa, estoy contento con el personaje y con la relación que tiene con Sara y Maxtor, con ese grupo familiar.
Martín, una persona reflexiva, que se toma su tiempo para pensar en detalle cada una de las ideas que va a pronunciar, sostiene que es muy importante la palabra, lo que uno dice y cómo lo dice. “Es muy importante el sonido de la palabra, saber que cuando decís algo estás transformando, estás creando”, afirmó pausadamente. El actor nació en un pueblito del sur de Córdoba, llamado La Cesira, donde completó la escuela primaria y secundaria. De chico siempre quiso ser artista: pianista, bailarín, constructor, dueño de un circo, payaso… “cuando venía el circo, yo me quería ir con ellos”.
Luego, tras varios fallidos intentos de empezar la facultad, y tras haber trabajado unos años en una empresa que cotizaba en bolsa de valores, el creador de Penélope encontró su vocación: “Tenía una compañera que empezó Arquitectura y Bellas Artes. Me invitó a presenciar una clase y me confundí de pabellón. Para mí Ciudad Universitaria era un planeta comparado con mi pueblo. Entré en un lugar donde había una mesa larga con chicos haciendo máscaras. Ahí me di cuenta de que era eso lo que quería, pero sentía que en mi casa no les iba a gustar”, sostuvo.
Las vueltas de la vida hicieron que, en una fiesta de su pueblo, le propusieran hacer una obra de teatro. Ahí le explotó la chispa artística y, a los 26 años, comenzó la carrera de Diseño de Interiores en la Escuela Lino Spilimbergo. Se mudó al barrio General Bustos con un grupo de amigos, con quienes organizaba kermesses y talleres culturales para la gente de la zona. Al mismo tiempo, asistía a talleres de teatro y observaba a diversos actores. Así aprendió muchas cosas que hoy lo ayudan en su profesión.
¿Cómo ves el crecimiento del cine cordobés en los últimos años?Creo que es muy bueno lo que está pasando con el cine cordobés. Me encanta que me haya tocado a mí. Siempre quise vivir en un set, desde pequeño. Siempre soñé con que esta casa sea un set. De Caravana no es pionera en Córdoba en cuanto a producciones pero es muy importante y me parece alucinante haber participado en eso que generamos. No quiero salir de esta casa y mucho menos de esta ciudad. Tuve propuestas de trabajo desde Buenos Aires pero no acepté. Soy muy de acá. Puse tantas condiciones que no aceptaron (risas).
¿El boom de las producciones cordobesas recién comienza?
En Córdoba todavía hay un descreimiento. Hay que jugársela, buscar un horario copado para las series, promocionarlas. Se la tienen que jugar. Las 23:30 no es un horario ideal para una serie de media hora. Tiene que haber mejor promoción, para que la gente se identifique. Tiene que ver con la humildad de ver al otro y sentirse orgulloso de verlo. Hay buenas producciones, buenos actores, buenos directores. La gente que labura atrás de cámara, el nivel humano que tiene, es de gente muy profesional que sabe hacer de todo. La gente que laburó en ese equipo es re grosa. Todos los muebles que se ven en la casa de Juan Cruz están hechos con fibro fácil en esta casa, en una tarde. Nada es de utilería, todo lo hicimos. El grupo de vestuario, los maquilladores, todos muy grosos. Teníamos muchísimo laburo.
¿Creés que vamos camino hacia ese mundo de libertad que construiste en Penélope?
Me parece que la libertad es un hecho, es de uno. Veo que hay mucho dolor, mucha gente que no se puede acomodar a esa libertad porque hay factores externos que la coartan. Pero la verdadera libertad es de uno. Tiene que ver con un estado de pureza, de aprobación de uno mismo, saber quién es uno. El ser es algo más completo. Si uno hace foco en un aspecto de la personalidad y encima se conflictúa, posiblemente atraigas cosas externas que te mueven. Es ley de atracción. Siento que todo es válido, que las marchas que se hacen son válidas porque es el lugar donde las personas se pueden contagiar y entusiasmar de coraje y valor. Si no hay convicción, todo se hace agua.
¿Cómo se supera la discriminación, en todo aspecto?
No sé cómo se supera. Pero me parece que todos somos un reflejo. El que discrimina es un reflejo. Si tenes conciencia de que alguien te refleja algo y vos reflejás, ahí empezás a sanar. Si vos mirás a los ojos a una persona, te identificás como un hermano, que todavía no conectó con el amor verdadero. El amor es la energía que nos une como tribu. Si lograste que no te perturbe ni te irrite, ni te sentís disminuido, creo que ahí está la clave. Todo lo demás sirve en una instancia, porque hay que armarse de valor, pero también hay que ser cuidadoso con el agruparse, porque muchas veces se arman nuevos ghettos, tanto visibles como invisibles. Están los grupos de personas que festejan, se unen y debaten y hay gente que está afuera y critica. Hay un montón de categorías que no sé si realmente existen en el mundo heterosexual. Me jode mucho que digan “Este puto teléfono”. Nadie dice “Este teléfono hétero de mierda”. Hay que cambiar las cosas desde la conciencia.
Pasadas las dos horas de entrevista y ya sin grabador, continuamos charlando sobre los proyectos, ideas y recuerdos de Rena. En un momento se quedó colgado pensando en la última pregunta que le hice y se cuestionó: “¿Sabés cómo se supera la discriminación?”, y él mismo respondió: “con el arte”. En ese mismo momento, supe que ese sería el título de la entrevista.