La educación pública privatizada

Carta abierta a todos los ciudadanos de la República Argentina

1-07-2016 / Política y Sociedad
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En medio de un conflicto que evidencia la insensibilidad del Programa de Asistencia Integral de Córdoba, compartimos el texto creado por los padres de la Escuela Doctor Pablo Rueda de la localidad serrana de La Granja.


Carta abierta a todos los ciudadanos de la República Argentina

Jueves 30 de junio de 2016.

Somos los padres de los 243 niños de la escuela Dr. Pablo Rueda de La Granja, Córdoba. Niños que hasta hoy, jueves 30 de junio de 2016, ingresaban todos con una sonrisa y cantaban unidos en las mañanas al izar nuestra bandera:

Sube, sube, sube
bandera del amor
pequeño corazón
y brilla como el sol
y canta como el mar
(…)
Sí, los pueblos que cantan
siempre tendrán futuro

(…)
Todo el sur, como un corazón,
como un pan,
subirá al cielo de un amanecer sin dolor.

Canta por las voces
De los que soñaron
Canta por las bocas
De los que lloraron
Canta

De los niños que hoy volvieron a casa a la tarde, como siempre, después de las 16 horas, y en algunos casos preguntaron por qué había notitas en los cuadernos de algunos de sus compañeritos y en otros no. ¿Por qué? Si las notas son siempre para todos. Y así era, así fue desde 19.30 hasta hoy. Porque algunos recibimos una nota que nos informaba que mañana viernes el PAICor no le brindará su ración de comida, super necesaria para estar 8 horas dentro de la escuela y así aprender lo que las maestras desean enseñarles. Para poder seguir cantando que habrá futuro. Otros, los que no la recibieron, desde hoy son distintos, porque un funcionario así lo decide.

Somos padres que hace casi 6 años elegimos esta escuela porque creemos en la educación pública. Porque pensamos que es importante compartir aprendizaje y vivencias con familias de todas las realidades socio-económicas. Porque así se construye mejor un país, conociéndonos todos, compartiendo, sin diferencias.

Somos también esos padres que este año vieron a sus hijos ingresar a la escuela primaria, con sus ventanitas en la boca que una gran sonrisa permite mostrar. Que decidieron en algunos casos viajar desde localidades que se ubican a más de 30 minutos de distancia hasta esta escuela particular, de jornada completa, porque en ella a los chicos les enseñan cómo tener una huerta. Porque están en contacto con distintas manifestaciones artísticas, y esto es importante, porque la cultura es fundamental para la educación de nuestros hijos.

Somos los padres que apoyamos el proyecto educativo que se basa en los principios de las escuelas para la paz de la Unesco. Buscando la defensa de los derechos humanos, cuidado del medio ambiente, vivenciar la solidaridad, la no discriminación. Por ese motivo es que desde abril estamos luchando por todos los medios que la República nos ofrece, para que se mantengan esos valores. Porque funcionarios del Estado a los dos meses del inicio de clases nos  informaron que los alumnos de la escuela se dividían, 99 por un lado, y el resto por el otro.

Somos los padres que hoy nos sentimos desamparados. Literalmente hablando. Porque el amparo que se presentó para representarnos a todos, mañana no nos servirá. Mañana la mitad de los niños se quedará hasta las 12 horas y luego deberá irse a su casa para no estar hasta las 16 horas sin alimento alguno. Porque si se quedan, tendrá que ser con la panza vacía, mientras la otra mitad de sus compañeros, los pobres, comen. Porque en la casa no les pueden dar de comer, según un funcionario del Estado, y por eso son distintos.

Somos los padres de los niños desamparados por la Defensora de los Derechos de las niñas, niños y adolescentes. La que dice que ellos tienen derecho a no ser discriminados, la que dice que ellos tienen derecho a la educación. La que en los hechos se da el lujo de esperar a que mañana viernes sufran la discriminación y el no poder cumplir con la jornada completa. El no poder tener un día normal de clases porque si se quedan las 8 horas como hasta hoy, van a tener mucha hambre y no van a poder aprender.

Somos los padres que estaban preparando el festejo por el Bicentenario de nuestra República y hoy nos duele el corazón. Ese corazón que está cerca de la escarapela. Nos duele porque para los gobernantes, nuestros hijos son números en la calculadora. Porque para los funcionarios, nuestros hijos no tienen los mismos derechos. Para ellos, no son todos iguales.