Mientras tanto, Cachumba explota el Superdeportivo. Alguien mira los ojos de su compañera de baile y canta «Amor de papel». Ella se emociona.  A media cuadra, Mahler. El adagio de la quinta moja de lágrimas una almohada. No habrá regreso de un viaje, no sonarán las coplas españolas de domingo a la mañana. En la casa de al lado, un estudiante de agronomía no escucha el teléfono ni a su madre pedirle que baje el volumen de esa porquería que no deja de escuchar desde que «Celestica» llegó a sus oídos.

El calor bajó las ventanillas del taxi y el semáforo se demora para que el kiosquero de la esquina adivine el estribillo de «Muñeca rota» y, mientras su memoria lo repite, le da el vuelto de los puchos a un grandote que salió a espantar viejas con el Eddie de «No Prayer for the Dying» en la remera. El kiosquero no sabe que Osiris Rodríguez Castillo era amigo del abuelo de este peludo vestido de negro. El peludo vestido de negro jamás escuchó a Boubacar Traoré, que tal vez podría gustarle y mucho. Pero sabe de Agustín Lara, por su tía, y de Los Bosques de Groenlandia, porque cursó la secundaria con una de las violinistas, y conoce a Luis Toro, o podría. Si lo conociera, sabría que detrás de ese laberinto de los números que cantan hay una emoción por la música, pero no lo sabe, porque la máquina del mundo es harto compleja para la simplicidad de los hombres o para la vida eterna del hacedor de «El Hacedor».

No hay tal vez en el mundo sonido alguno que no opere energías imponderables. De ciertas creaciones tenemos noticias casi desde el nacimiento; de otras nos sentimos bombardeados; de algunas pocas, nos vemos interpelados. A contramano de lo que escuchamos todo el tiempo, una posibilidad, un desafío. El de buscar nudos escondidos en el revés de una obra. Por estos caminos anda la gente de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la UNC. De una juntada con otra gente igualmente inquieta de otra Secretaría, la de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Artes, surgió la idea de un ciclo que pone un nombre y dos palabras fuertes en el cartel: «Quadrivium. Encuentros de Ciencia y Música.» Hay pasión en ese cartel.