Ellas Cantan

Mujeres en el Mercado Norte

3-04-2012 / Crónicas, Crónicas a Destiempo
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Para cerrar el mes de la mujer tuvo lugar el espectáculo “Ellas cantan”, organizado por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Córdoba. Crónica de una tarde noche de grandes talentos.


Mujeres en el Mercado Norte

Por | redaccion351@gmail.com

Fotos: Maxi Angeleri

Callecita de sábado hacia el Mercado Norte. Macetas de loza en los balcones; balcones viejos como macetas de loza. Reposeras desperezadas en los balcones. Balaustres descascarados. Entre los faroles de la cuadra, destellos revoloteantes de trompas, tubas y atriles. Tramperas para destellos enredadas en los rayos de las bicicletas atadas a los faroles. Bancos de callecita peatonal. Sandalias cruzadas sobre los bancos. Pasamanos de mates entre los bancos. Músicos de la Banda Sinfónica Municipal sobre el escenario. Partituras listas ante los músicos. Abrazos de mujeres celebradas, reencontradas a un costado del escenario. De frente, llegando despacio, nosotros, adornados de balcones, macetas, reposeras, balaustres, faroles, bicicletas, sandalias, mates y bancos.

Fabiana Bringas conduce la celebración de la mujer y de la música. Amor de sinónimos. De paso, el lugar que nos convoca no responde al azar. Las calles del Mercado, como tantas calles del mundo, reparten sus veredas entre las «decencias» del día y las «vergüenzas» de la noche. Sobre las comillas anida una concepción de los derechos que no deja de interpelarnos.

Con la presencia de un grupo de integrantes de la filial local de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina), entre los asistentes, la Banda Municipal, bajo la dirección del Maestro David Antezana, inicia la fiesta con tres clásicos: «Libertango» de Piazzolla, «Los trabajadores agrícolas» de Ginastera y «Tico Tico» de Zequinha de Abreu. Estupenda introducción a un formato de recital infrecuente, extasiado de interpretaciones disímiles en estilo pero cercanas en intensidad. Cada una de las ocho presentaciones liberará sus destellos bajo arreglos cuidados, atentos al tono de las obras escogidas.

Entre las preferencias consabidas que marcan la historia de la música en el cine, algunas mantienen su lugar en la memoria por una melodía venturosa, un hallazgo compositivo que trasciende los aciertos de la trama; otras, al revés, van a la zaga de un film extraordinario, cuyas destrezas en el guión, en la dirección, en las actuaciones, le otorgan posteridad a una partitura más bien modesta. En «Cinema Paradiso», las variables tal vez no desempatan. Es casi imposible adjudicar la recurrencia de las lágrimas a los diálogos de Tornatore, a la inmensidad de Noiret o al genio de Morricone. En cualquier caso, la voz sublime de Alejandra Tortosa nos devuelve a las escenas centrales para volver a emocionarnos. Gran inicio. ¿Cómo hay que hacer para ver y escuchar a Alejandra más seguido en Córdoba?

Si quien baja del escenario lleva por nombre Alejandra Tortosa y quien sube viene llamándose Viviana Pozzebón, el esfuerzo de más de uno por frenar el recuerdo no habrá valido la pena. Cada una, no obstante, ha demostrado ampliamente, con sus respectivos caminos andados, que De boca en boca fue, al menos para el público que las ha seguido, un gran punto de partida. Hoy Vivi Pozzebón sale a mostrar su trabajo reciente, «Madre Baile», desde donde celebra las raíces de la música popular latinoamericana.

En la noche del Mercado, después de la intervención de alguien que se manifestó contra el proyecto de ordenanza para la creación de un Instituto Municipal de Cultura (proyecto que, sin dudas, habrá que estudiar punto por punto) y de una serie de grabaciones en que grandes voces del canto popular se combinan con testimonios sobre los derechos de la mujer, los parches de “Arriba quemando el sol”, levantan las persianas de los puestos y reparten la poesía de Violeta Parra. Formidable intervención de los percusionistas de la Banda para acompañar al yembé de Vivi.

“Dorotea la cautiva”, por Bren Coll, encuentra en la gravedad de sus estrofas una densidad interpretativa admirable. Otra vez, el talento detona el potencial de las composiciones de Luna y Ramírez.

Julieta Ghibaudo posa su voz sobre un piano que abre los ventanales de la cuadra. Los versos de “Claudinette” nos dejan entrever una callecita de París, un adiós en la neblina y la sorpresa de un tango que suena mejor desde la sensibilidad femenina. El clima que propone Julieta confirma el acierto de una puesta donde se suceden estilos que amplían su diversidad. Y recién vamos por la mitad.

Camila Sosa Villada. “Tonada para dos tristezas”. Una historia de amor refiere el encuentro de dos oraciones. Una, “Camila Sosa Villada”; otra, “Tonada para dos tristezas”. No podemos decir nada sobre el momento en que se conocieron. Sólo que ambas oraciones, cada una con sus carnaduras, encontraron el espacio y el tiempo para fundirse. Desde ese momento, no hubo -y estamos en condiciones de afirmar que no habrá- fuerza suficiente para desarticular el poder de tamaña combinación. Camila Sosa Villada. «Tonada para dos tristezas». Cada oración podrá recorrer mundos diversos. Otras ramas del arte; otros intérpretes. Podrán brillar en otros escenarios. Nada podrá, sin embargo, atenuar la luz del milagro que nos fue revelado en una calle del centro de Córdoba, durante una noche de marzo de 2012.

Después del aplauso largo, la gracia de Mara Santucho, mujer polifacética, modifica el aire de la cuadra con “Un árbol de treinta pisos”. La destreza de Antezana reordena los vientos para acompañar la potencia de Maru Chamella en su versión de «María Landó». Entre las líneas del estribillo aparecen las primeras palmas de la celebración. Marcelo Piazza en bajo y Jorge Nazar en guitarra, invitados ilustres, embellecen todo lo que tocan.

En el final, desde su gran disco «Pájaro rojo», y con la participación de Vivi Pozzebón en el fondo del escenario, junto a los percusionistas de la Banda, Paola Bernal resume en los versos de “María Sabina” la hondura y diversidad de todas las propuestas.

Ocho mujeres. Distintas de las de Robert Thomas. Otras que las de Ozón. Igualmente talentosas. Desde la música por los derechos, siempre tan dignos, tan inclaudicables.