Ricardo Bertone

Ricardo Bertone

2018

Foto: Marcos Toranzo.

Un año particularmente complejo, con un marcado abatimiento en los sectores que se han sentido engañados y los que, queriendo pelearla, se le cierran las puertas. Se hace primordial el encuentro maduro, el aceptar que tenemos la responsabilidad de construir un país que soñamos pero que aún no existe; y que la responsabilidad es nuestra.

El arte escénico es una interpelación a la subjetividad de los potenciales espectadores y, como tal, contribuye a la generación de un nuevo estado en el espíritu y la conciencia. Es imprescindible que redoblemos los esfuerzos por hacer por encima de las circunstancias y del natural desprecio que el neoliberalismo como modelo tiene por las manifestaciones culturales que emergen naturalmente de los pueblos.

El año 2019 nos mira con nuevos desafíos, es el momento de dar nuevos testimonios de lo “independiente” en términos de producción y realización; el teatro está llamado a ser, como en la dictadura, un espacio donde se sabe que compartimos una complicidad que desbarata al modelo inexorablemente.

Que tengamos la fuerza y la decisión para conquistar al público de jóvenes, de trabajadores y sectores sociales que este gobierno siniestro ha marginado de la vida social y cultural.

 

2017

Un 2017 muy diferente en mi relación con el teatro; mi incorporación al Instituto Nacional del Teatro me tuvo fuera del escenario y trabajando con mucha fuerza en la gestión.

Un año de intenso aprendizaje que imagino servirá de alimento por el resto de mi vida. Mi actividad me llevó al descubrimiento de la escena provincial y de quienes la hacen, instalándome en el desafío de potenciar y poner en vista lo que hacemos en toda la provincia y dar protagonismo a artistas muy valiosos a quienes las circunstancias mantienen alejados de los centros de producción más conocidos.

Un año con dudas por los presupuestos para la actividad pero con buen final, lo que alienta expectativas para que el 2018 sea un año en el que podamos consolidar lo que hacemos.

Deseo para el próximo año que en lo profesional sumemos esfuerzos para hacer de nuestra escena un espacio cada vez más consolidado; para el país deseo que pongamos el amor por encima de la competencia y que desde la solidaridad natural que el amor despierta, alimentemos todas las acciones para construirnos como nos merecemos.

Feliz año. 

 

2016

La humanidad nos espera. No nos hagamos los sotas.

El año 2016 estuvo dividido en dos semestres: el primero, en el que esperábamos las realizaciones y el segundo, en el que confirmábamos que no vendrían.

Fue un año de marcada frustración que se fue acrecentando cuando muchos de los genuinamente creyentes en las promesas electorales se encontraron ante una nueva estafa.

El teatro es político esencialmente, pero no tiene nada que ver con el ejercicio de la política ni con la acción de los gobernantes. Tiene que ver con nosotros, las personas, los hacedores de la polis. El desafío de nuestro arte es la interpelación contundente y severa de nuestra propia subjetividad.

Necesitamos un teatro que nos espeje sin distorsiones en nuestra propia imbecilidad colectiva -no nos hagamos los sotas-; la sociedad en la que vivimos la hacemos nosotros -no nos hagamos los sotas- ; los gobernantes que nos desalientan los elegimos nosotros -no nos hagamos los sotas-; el espíritu de revancha y el deseo de venganza se alberga en nosotros -no nos hagamos los sotas-; la reacción alborotada y alimentada en violencia nace en nosotros -no nos hagamos los sotas. Podríamos seguir indefinidamente.

Como en el año anterior vuelvo a Howard Barker y de él cito tres de sus apartados por un teatro trágico:

Debemos superar la urgencia de hacer cosas en consonancia. Cantar juntos, tararear juntos algunos tonos banales, eso no hace una colectividad.

Un carnaval no es una revolución.

Después del carnaval, retiradas las máscaras, usted vuelve a ser, precisamente, el mismo de antes.  Después de la tragedia, usted ya no tiene ninguna certeza acerca de quién es.

Es imprescindible avanzar en un teatro que nos ponga en duda, que haga temblar nuestras tontas certezas, que nos ponga al borde del abismo mostrándonos en la monstruosa mezquindad de la que nos alimentamos, devolver la monstruosidad en todo su esplendor al monstruo que albergamos. Un teatro que nos deje silenciosos ante el horror de lo que hemos construido.

De lograrlo, el teatro habrá cumplido su sentido artístico, devolvernos a un punto en el que podemos hacer sin engañarnos, lo demás es entretenimiento, un parche para paliar la angustia por unas cuantas monedas. Un nuevo estado de conciencia es el resultado de una revelación que puede surgir de la escena, la confirmación de lo que esperamos es otra cosa, cualquier otra cosa, pero no arte.

Nuestro teatro tuvo muestras de todo eso y espectadores para todo eso. Está en los artistas afinar los caminos y en el público aceptar el desafío de que en el dolor de lo verdadero pueden estar las bases para liberarse de la auto conmiseración. La condición humana nos interpela.

 

2015

Encontrarnos sin Concesiones

Desconozco el número de producciones que tuvo nuestra ciudad en este año pero fueron muchas, realmente muchas. Con sus más y con sus menos todas hablan de las ganas de compartir, de encontrar en la escena o junto a ella ese espacio de convivencia donde podemos construir un imaginario, donde nuestra sensibilidad se somete a los sacudones a los que nos invita el artista.

Justo es reconocer que, sin quejas, ha sido un año muy duro. Los subsidios a la actividad, conquista legítima de los teatristas locales, fueron teniendo derroteros inciertos. La crisis de conducción que se instaló en el Instituto Nacional de Teatro generó atrasos gravísimos que perjudican la gestión de las salas independientes y las producciones de grupos o concertadas, sin hablar de un par de Fiestas Teatrales que se cayeron. Mientras tanto hay que seguir.

La Municipalidad de Córdoba sólo pagó, hasta donde sé, los subsidios de FEATEC; pero fue obligatorio para todas la obras que ganaron subsidios por concurso participar en el Festival de Estrenos realizado en noviembre. Muchas de esas producciones fueron pagadas de nuestros bolsillos, dando brillo a una manifestación artística oficial que, en resumen, se hace a costa nuestra; feo, feo. La Provincia, esta vez pudo –parece- y pagó los Premios a la Producción Teatral antes de que termine el año.

Los independientes tenemos que ser cada vez más independientes, por imperio de las circunstancias y por el clima en el que estamos viviendo en nuestro país en los últimos dos meses.

Nuestro desafío a futuro es repensar y repensarnos acerca del teatro que hacemos. Estamos viviendo en una especie de letargo nacido de aceptar como cierto al relato de los medios hegemónicos. Tres frases de Howard Barker están construyendo mi compromiso de 2016: “El actor es al mismo tiempo el recurso más grande de libertad y el más sutil instrumento de represión”; “Cuando la sociedad es oficialmente filistea, la complejidad de la tragedia se convierte en una fuente de resistencia” y “Dado que lo que ellos buscan es la degradación del lenguaje, la voz del actor se convierte en un instrumento de sublevación”. Me zambullo a la búsqueda de un teatro que incomode aún más, que no dé tregua, de un teatro que deje al espectador sin certezas, que interpele su soledad en el silencio de la sala. Es nuestra contribución a la recuperación del pensamiento. Es mi modo de recordar siempre que en los malos tiempos, la risa es el sonajero del miedo.