
Este recorrido de más de ochenta publicaciones, hasta ahora hecho de testimonios de referentes de Alegría Ahora, se permite esta vez una mirada propia de lo que pasó en esa juntada hermosa de hace unos días por la calle Julio A. Roca, en Bella Vista.
85. Gracias siempre
Pablo Arietti, jueves 16 de mayo de 2024.
El friazón que hizo el domingo… Todo el día nublado, gris gélido, chispeando de a ratos. Eso, chispeando. ¡Cuántas veces leímos esa palabra en textos de Moni Lungo y Guada Gómez! Una palabra para describir esos instantes de Alegría en medio del dolor que intentan desterrar sólo quienes decidieron ponerle el cuerpo y el alma a la lucha contra la injusticia, la indiferencia, la insensibilidad, acompañando a sus alumnas y alumnos en un camino muchísimo más ancho que el de aprender a leer y escribir.
Pasar la puerta roja de entrada a la Escuela, entre abrazos con gente querida como Miguel Genti, fundador junto a Moni de Alegría Ahora, y recorrer apenas las instalaciones de la planta baja, basta y sobra para entender una parte de lo que pasa cada día.
La ficha no, el fichón que cae a los pocos segundos, como en cada asistencia a espacios similares, es otra vez un viaje directo al inventario de privilegios que quienes pueden trazar textos como este disfrutaron a lo largo de su vida. Y esa ficha que cae es sólo la primera. La segunda, casi inmediata, cae después de pensar que todo lo que se ve y se escucha, repartido en abrazos de todas las edades, sucede en un día de fiesta, de celebración de cumpleaños. Un día distinto, de sol pleno bajo techo a pocos metros del gris gélido de la calle. ¿Cómo es el día a día de este lugar, cuando no hay cumpleaños ni más razones para festejar que aquellas que puedan surgir de la sola convicción de que no todo está perdido? ¿Cómo es pensar que «el mundo no está escrito» en medio de una crueldad por estos días desbocada?
Bueno, tal vez así, viendo y escuchando un poco entre líneas lo que pasa en Alegría Ahora de la mano de Moni, Anto, Miguel, Guada, Bahía, Gra, Sol, Carla, Pato, Lala, Cris, Ana… Lo que pasa en ese rincón de Bella Vista cuando festeja su cumpleaños, abriendo su puerta roja a un público sensible que se ha llegado para acompañar un proyecto, aunque cada quien que se ha llegado no «acompaña un proyecto». Un proyecto no existe si no hay personas que lo llevan adelante. Uno no acompaña «proyectos». Acompaña personas que se han puesto de acuerdo en poner el cuerpo y el alma para rescatar a otras personas de condiciones extremas de injusticia, violencia y dolor.
Cada rincón de Alegría Ahora muestra dedicación y urgencia. Cada detalle a la vista habla de un puñado de corazones que han dispuesto su segundo hogar, o acaso el primero, para que sigan cayendo fichas. Acá se enseña, acá se cuida, se cocina y alimenta, se limpia, se acomoda, se cura, se educa, se canta, se baila, se escucha, se llora, se salva. Acá se chispea.
Lo del domingo fue hermoso, claro. Desde el mediodía, la planta baja poblada de chicos jugando y grandes ofreciendo artesanías y cosas ricas para probar. Bandejas con locro y empanadas yendo de la cocina al salón repleto de la planta alta. Una juntada hermosa de artistas con el Negro Valdivia de maestro de ceremonias. Participaron Lucas Heredia y Vicky Nycz, María Fernanda Juárez y Alejandro Arneri, Mery Murúa, Paola Bernal, Guadalupe Gómez y Julio Gutiérrez, el Dúo Coplanacu y Lore Jiménez. Antes de los Copla, el gran Coro de Alegría Ahora, acompañados por su profe Guada y el violín de Julio. Gente bailando, haciendo palmas, cantando las que «nos sabemos todos», pidiendo más canciones a los gritos. Un verdadero jolgorio.
Acaso, lo más importante no haya ocurrido en el durante de esa tarde inolvidable de domingo en Julio A. Roca al quinientos y pico. Quizás, lo más importante haya sucedido después, en el regreso a casa de cada asistente a la peña-cumple de Alegría Ahora. Posiblemente, lo más importante siga sucediendo en el corazón de quienes le damos vueltas con el pensamiento al nombre mismo del proyecto, a la necesidad impostergable de esa palabra que otra vez, y siempre, chispea en medio del gris gélido reinante, a contramano del relato infame, de nuevo ante nosotros, que exige sufrir ahora para vivir felices después. ¿Después cuándo?
Tal vez se trate, pues, de ver qué hacemos con el cuerpo y el alma, entre tantas fichas que caen.