En nuestro espacio semanal de historias en torno a la Escuela Alegría Ahora, un texto y una canción de su profe de música, nuestra querida Guadalupe Gómez, allá por febrero de 2020, antes de tanto dolor que vino después y sigue arreciando, como nunca.
En su publicación compartida, dice Mónica Lungo: «Todes sufrimos violencia. Ojalá pensemos maneras un poco más humanistas que desear que las personas nos pudramos en una cárcel como solución. Con Guada cantamos canciones en el abismo y abrazamos con fuego.»
103. Abrazos de fuego.
Guadalupe Gómez, domingo 23 de febrero de 2020.
Hace un ratito tuve una discusión fuerte con mi vecina. Tres veces le entraron a robar en las últimas dos semanas. Desde que parte de la villita de la otra cuadra ocupó una casa vacía que linda con los patios de las casas del frente, todos los días hay alguna novedad parecida.
Mi vecina gritaba enfurecida en la vereda que «está harta de la solidaridad», que está «re mil podrida de que el estado sostenga, con los impuestos que ella paga, a los vagos de mierda que entran a robar», que «llevamos en el adn argentino el vivir así, en esta mierda.»
Enfurecida y aterrada .
¿Quién quiere vivir así?
Lo que ella no sabe es que una de las chicas que vive en la casa ocupada canta conmigo los viernes por la mañana en la escuela marginal donde doy clases.
Ignora que su hermanita de tres años se llenó la cabeza de gusanos hace un mes, porque en la villa no hay agua. Y que su abuela, pasada de paco, la semana pasada, casi mata de un fierrazo en la cabeza a su mamá, delante de los bebés y lxs niñxs .
No se lo dije. Sí le dije que nosotras, desde el lugar de privilegio que tenemos (porque haber nacido en una casa con alimento y abrigo, haber tenido acceso a la educación, en mi caso al arte, haber crecido amada y cuidada, es un privilegio) tenemos que intentar ver un poco más allá.
Que nadie quiere sufrir un acto de violencia. Nadie quiere vivir con miedo. Nadie quiere vivir en el dolor.
Que te roben es un acto de violencia.
Que tu hermana de tres años se llene de gusanos la cabeza porque donde vivís no hay agua, es un acto de violencia.
En esta Argentina vivimos todos, todas, todes: la persona que entró a robarle a mi vecina, mi vecina, yo, que tengo un hijo de tres años, que canto, que quiero otros mundos para mi hijo.
¿Qué se hace? ¿Cómo se hace?
Es difícil no sentirse impotente. Y es tan fácil abandonar las preguntas.
Cierro los ojos, repito como un rezo «que toda criatura es un alma de diamante».
¿Lo es?
¿Cómo se hace para atravesar la noche de los corazones?
¿Cómo se hace para jaquear un sistema que se construye y se fortalece con el dolor, con el temor de las personas?
¿Es posible desde el Estado? ¿Es posible desde cada espíritu? ¿Es posible llegar a un equilibrio entre lo individual y lo colectivo?
¿Qué se hace mientras tanto?
En mi casa hay rejas. Yo seguiré yendo a cantar a la escuela. Dos maneras de buscar la protección.
Con la esperanza de que llegue un tiempo donde sólo sean las canciones y los abrazos.