
Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com
¿Cuántas veces te pasó de ver y escuchar por primera vez a una banda y que ese rato de la vida se haya convertido en una marca para siempre? No es frecuente. Para nada. Cuando el hábito impulsa a situar el cuerpo en algún lugar con parlantes casi todas las semanas con el propósito de vivir emociones nuevas, la experiencia se pone interesante.
No hay mayores sorpresas en casos de bandas que se van a disfrutar cada vez que se presentan. Importa menos la capacidad de asombro que la disposición a ser parte de un ritual feliz entre corazones hermanados por el canto. En algún punto, es como ir a la cancha. Importa menos el resultado que la comunión del aliento por los colores amados. Hubo claro una primera vez, allá lejos.
Pero ir a ver y escuchar una banda por primera vez, es decir, ir a descubrir a una banda que jamás pasó por parlantes o auriculares de la vida, es un gesto diferente. Es ir a ver qué pasa por el costado de todo: de los hábitos propios, de los rebotes calculados de las plataformas, de las músicas que suenan y suenan y suenan y suenan y suenan y suenan y suenan y suenan en todos lados por cuestiones estúpidamente simples de entender, esas que explica el dinero o acaso peor, la pereza.
Es otra cosa: ir a un lugar con escenario y parlantes, donde va sonar una banda en tus oídos por primera vez.
El jueves 29 de noviembre de 2018 El Barco de Anoc presentó su primer disco en Casa Babylon. Ese trabajo estupendo, escuchado más de una vez, iba a sonar en vivo en un templo del Abasto. ¿Cómo no ir? Después de un jueves laboral de perros, fue cosa de imaginar la escalerita de Babylon como asiento, una cerveza y un celular con redes que tontear antes de la apertura. Cuando dejar de imaginar cuesta una entrada y menos de media hora caminando, no quedan más opciones que un par de billetes y varias cuadras.
Pues bien, escalerita de asiento, cerveza y contemplación de personas acomodando cables, pedales, micrófonos. Fin de la música previa a la apertura. Sube A la vera, lucía. O no. Sería preciso decir «se queda A la vera, lucía». Quienes acomodaban cables, pedales y micrófonos no eran otros que los integrantes de la banda.
A la vera, lucía. Conocida sólo de nombre por rutinas de búsqueda y hallazgo de nombres para Anuarios y demás actividades. Comienzo de la música y entonces lo imprevisto, la sorpresa, la hipnosis, el amor a primera escucha. Un apunte de esa noche: «En Babylon. Recién los A la vera, lucía. Yo no me tengo confianza para nada de nada, excepto para dos cosas: acordarme de cuando nació mi hijo y de la conmoción que me generaron ciertas bandas que vi por primera vez. Van a pasar 50 años, me voy cagar encima, con un alemán galopante, y me voy a acordar de esta noche. Me voy a acordar de estar noche. De nuevo: me voy a acordar de esta noche. Así de manija. Qué manija… La puerta, toda la casa, el barrio, esta cochina ciudad entera.»
A la vera, lucía en Casa Babylon – Noviembre 2018.
¿Qué se hace después de una conmoción semejante? Buscar desesperadamente música de los responsables de ese nuevo bautismo de Rock, comenzando por la plataforma más parecida a una edición física, es decir Bandcamp. Para quien quiera compartir su obra en una plataforma digital y que esa plataforma ofrezca algo lo más parecido posible a una edición física, Bandcamp. Ahí se puede cargar el arte, la ficha técnica y artística, las letras de las canciones, todo. Se puede poner el disco para descarga libre, o a un precio que determine quien quiera descargarlo (de cero a miles de pesos), o a un precio definido por el proyecto. El valor transferido irá a su economía. Así de simple. El resto, en fin, suerte con eso.
¿Algún proyecto recibirá volúmenes de dinero considerables vía Bandcamp por sus discos subidos a la plataforma? Tal vez uno entre miles, casi como con cualquier plataforma. No importa en este párrafo una comparación de retribuciones, sino el placer de quienes aún disfrutan de un disco como quien se toma el tiempo necesario para una celebración, con un sonido de los más dignos.
A la vera, lucía en Bandcamp. Todo A la vera, lucía en Bandcamp. Otra felicidad. Los artistas: Federico Burgi en voz y guitarra zurda; Eber Leguizamón en bajo, Federico Márquez en batería.
Primer recorrido por los nombres. «Vecina Intergaláctica» (junio de 2015, cuatro temas); «El color que cayó del cielo» (noviembre de 2015, cinco temas), «Dos, tres, muchos fuegos» (diciembre de 2016, tres temas), «A la vera, lucía» (marzo de 2018, una intro y diez temas). Tres Eps y un disco. ¿Por dónde empezar, sino por el principio?
Vecina intergaláctica
«Soñé con ir, vecina intergaláctica,
soñé con ir, vecina intergaláctica,
soñé con ir, vecina intergaláctica,
soñé con ir, vecina intergaláctica,
soñé con ir, vecina intergaláctica,
soñé con ir, vecina intergaláctica…Entre galaxias voy
entre galaxias soy
entre galaxias hoy.Soñé y solo soñar y ¿por qué sólo un sueño?
¿Por qué nada más? Pero ¿cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¡Por qué!Sólo soñar,
¡Sólo soñar!Entre galaxias voy
entre galaxias soy
entre galaxias hoy.»
El sonido crudo de esa guitarra, la base despojada de la batería y el bajo, la fragilidad desarmante de esa voz, esos quiebres translúcidos, otra vez, ahora desde un grabación de estudio, con el recuerdo de apenas unas horas del primer registro en vivo. El comienzo del comienzo. Lo que sigue quedará para siempre de tan oscuro y cristalino.
Clavadista chau.
No, no te mates no
no lo hagas, no,
postergalo.No, no me callo no,
no te mates no,
se te quiere.¡Clavadista! no estas sola
da una vuelta más
por la vida…Chau, tristemente chau
danzarina vas
ya en tu balsa.Chau, dulcemente chau,
libertina chau,
hasta mañana…Y escucharte, cuando duermo
bien despiertos
nuestros cuentos.Y encontrarte, gracias sueño,
verdaderos
nuestros restos.Vamos brillantes
como mariposa al fuego.
Vamos danzantes
nunca acaba el juego…
Hace unos 20 años hubo una tesis de grado para el título de Licenciatura en Comunicación Social con orientación en Comunicación Gráfica. Por ahí anda el diploma enrollado. Al tribunal de rutina integrado por no importa se le ocurrió aprobar un «Análisis semántico de 50 letras de 50 bandas de Rock de Córdoba». El marco teórico blandía tijeras desafiladas para desgracia de «La aventura semiológica» de Rolando Barthes como número central de justificación a tamaño despropósito. Una regla de oro falso encaminó el plan de huida a tanto consejo de corrección hermenéutica de quienes revisaban los avances: no comparar. Nada de frases de símil erudición para decir que tal parte de tal letra de tal canción (les faltó decir «de esta bandita pedorra que no puede hacer otra cosa que copiar al Gran Coso) «dialoga» con aquella gran frase de aquella gran letra de aquel gran prócer del Rock que dictó sin querer manuales de cómo identificar efluentes de una obra sagrada, y muy linda la aventura de Rolando pero mejor vayan por acá. Lamentable…
Cómo no haber contado con A la vera, lucía en ese momento… Qué panzada de libertad nos habríamos dado… Entre bandadas de autoflagelaciones y retazos de terapias desgrabadas para canciones, «Vecina intergaláctica» y «Clavadista Chau». Maldición, Julieta y Rolando, lo que nos perdimos… Julieta querida, tanto tiempo… ¿En qué andarás?
A la vuelta del tiempo, el recuerdo de esa parodia de tesis le vuelve a sonreír a la necesidad de ejercer una subjetividad controlada. Decenas y decenas de horas cátedra sobre pretensiones intersubjetivas de validez con labio leporino en lugar de interpretaciones en pugna con bigotes. Por cierto, no aparecía una mujer en los apuntes ni por asomo, como tampoco la palabra «patriarcado». Habrá variado la bibliografía, quiera Dios, Friedrich o Hannah, al menos para presentar noticias de afanos y de paros de transporte con alguna simpatía.
A la vera, lucía. El timbre de la voz. El fraseo trizado del canto. El sonido desprolijo y perfecto de cada instrumento. Ese nombre, con una coma. ¿Cuántas bandas tienen una coma en su nombre? «A la vera, lucía». «A la vera» o al costado. Pero la «vera» lleva también a «verdad». Entonces la verdad, que a veces viene medio de costado, de alguien que observa con o sin bigotes en pugna, casi como por el reflejo de la ventanilla, al modo del personaje del segundo cuento de «Octaedro». Y «lucía», que puede ser una mujer, pero también luz y lucidez. A la vera, lucía… Tal vez una mujer (la Música) que se luce, que muestra su brillo como una verdad, cuando viene y desde el reflejo de una ventanilla se filtra por alguna cara de ese polígono de oscuridad que seguirán trazando los versos en más de una canción.
Esa noche en Babylon dejó versiones en vivo de las canciones del primer disco. Una revisión de presentaciones anteriores, desde anuncios en redes sociales, dejó pensar que esa noche fue también infrecuente para la misma banda. ¿Por qué tan pocos conciertos? ¿Cómo no salir a mostrar una y otra vez esas músicas en cuanto escenario se torne posible? Pocas consejeras peores que la ansiedad…
Se trató, y se trata, de escuchar y escuchar y escuchar y escuchar y escuchar y escuchar y escuchar y escuchar por cuestiones estúpidamente simples de entender, esas que explica la emoción ante unos versos descarnados, liberados por una voz única entre distorsiones, por ejemplo en «Abandónicos».
Abandónicos
Esto es todo tan raro,
esta distancia mínima pero tan significativa
Las cosas te hablan
Y ya es normal ahumarte en tu ritual de cuarto de pensión.Y quemás tus ropas, el cuerpo es un barrial,
siguen lloviendo filos.
Y se van, palabras, morirse es tan normal,
a diario un besito.
¿Desde dónde escribir así? ¿Qué momentos de calma podrá encontrar la poesía? ¿Qué otra maravilla de expresión que aquel donde vuelvan a encontrarse (para conocimiento, ojalá, de quienes siguen menos atentos a los sonidos del barrio del lado que a la nueva marca de dentífrico con que el Gran Coso se lava los dientes postizos), una guitarra, un bajo y una batería, pulsando y latiendo bajo el sol de una ciudad digna de abandonar y sin embargo no?
Merecer
¿Qué habré hecho para merecer tanto amor?
Sin embargo acá, bajo el mismo techo
estamos muy enfermos, muriendo de temor
Saná, tratá…Solo el beso de alguien más
para dormir o declinar
a otro tiempo, otro lugar
lo tan sano de mudarse de uno y ser más
muchos más.Esto no es cuentito, más bien basado en duelos reales.
Escuchar como se ama a quien nos mejora las noches de insomnio. Amar como se escucha a una banda que desordena polígonos de conducta.
A la vera, lucía – Primer disco.
Esperar novedades hasta que un día llegan, de costado. ¿Cómo si no? Fede Burgi anuncia presentación de Melancoliza, otra forma de esculpir sombras, para conjurarlas. Una visita de tarde noche en la radio, única en todo el ciclo de programas con guitarra eléctrica y amplificador. Alguien habrá escuchado que quien asistía al programa cantaba si quería. Nunca fue una condición. Fede cayó con guitarra y ampli. Cantó temas de Melancoliza como invitación a una tarde de domingo en Casa de Pepino, junto a Juan Insecto. Noviembre de 2019. Otra marca para siempre.
Melancoliza en Casa de Pepino – Noviembre 2019
Fines de abril de 2020. Pandemia. Cuarentena. Mensaje. «Va un adelantín». Dos canciones: «Bucanero» y «Conan». Desparramo. Directo a la carpeta que sonará de camino a todos lados. Aprendizaje diminuto del año: para salir, primero el barbijo, después los auriculares. Al volver, primero los auriculares, después el barbijo; de lo contrario, enredo.
«Bucanero» será «En no entender hay lugar», uno de cuyos versos, «La distancia es compañía», dará nombre al nuevo disco, publicado a principios de mayo. «Conan» será «Retrato», una de las canciones hermanadas desde la primera escucha al puñado de aquellas que sonaron por primera vez hace décadas y cambiaron el sonido de los días, cantadas poco después entre miles de voces redondas.
Retrato
«Tras tu rastro está tu retrato.
Todo lo que veo se va con tu espalda.Tatuadas las noches en la era de hielo
y al día vuelven viejos maquillajes
¿Cuántas marcas mas aguantará esta casa?Lamemos la sangre y la sangre no está más, acá,
quedando hoy lo presente.Nuestros brazos estirados de una vez se tocarán
y serán nuevas las incertidumbres…»
Los pasajes musicales como correlatos bellísimos de la introspección de la poesía y el crescendo hacia la detonación, para volver a cantar los últimos dos versos. La emoción definida una vez más en la incapacidad de dejar de escuchar una canción y de escribir oraciones con predicado. Una gramática de apuntes como único gesto posible de agradecimiento.
Cada obra, una certeza de evolución. Tal vez menos quiebres de la voz, tal vez más tiempo de producción. Si eso que una religión llama Espíritu Santo existe, se metió por un rato en el cuerpo de quien logró el sonido del bajo para todo el disco. El sonido de los tres instrumentos impacta. ¡Pero el bajo!
Los arpegios y cambios de climas como «puertas fuera del camino, por donde perderse volverá a ser una fortuna». La línea melódica de la introducción y lo que hace el bajo cuando suenan los dos primeros versos de «Casa»; la progresión de secuencias en «Alegoría de ver» y «Desatravesarse»; esa maravilla de dos temas que se suceden como postas en «Largo haber»… ¿Cuánto tiempo habrán tomado para grabar «La Distancia es Compañía»? Mensaje de quien anduvo cerca de las perillas: «Sacaron unos temazos de la galera»; «creo que fue una de las cosas que más disfruté mientras trabajaba. Es tremendo.»
A la vera, lucía – «La distancia es compañía»
Meses y meses de placer y espera. De repente, anuncio con ilustración de Burgi (además de músico impar de nuestro presente, artista plástico). «A la vera, lucía. Domingo 27 de diciembre, 17 horas. Cueva del Oso. Parque Sarmiento.»
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¿Cómo en la Cueva del Oso? ¡Cómo en la Cueva del Oso! Sí. A la vera, lucía en la Cueva del Oso. Acústico. Imposible asistencia. Llegan fotos. Maldición cómo no haber estado.
A la vera, lucía en la Cueva del Oso – Parque Sarmiento – Diciembre 2020
Tiene que haber fecha eléctrica. Tienen que sonar las canciones cantadas unas 748 veces en los últimos seis meses. Un mes después, novedades: A la vera en el Skate Park del Parque Sarmiento.
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Tardecita de verano en el Parque. Calor y humedad. Cientos de personas haciendo cosas imposibles sobre una tabla con cuatro ruedas. Ejemplo: recorrer dos metros sin caerse. Decenas de personas haciendo cosas de otro planeta. Ejemplo: recorrer más de cinco metros sin caerse. Un puñado de personas haciendo cosas de otra galaxia. Ejemplo: subir y bajar rampas sobre una tabla con cuatro rueditas, sin caerse. ¿Cómo hacen?
A un costado del circuito de rampas, una depresión del terreno. Tal vez fue un estanque y ahora es un pozo con el declive ideal para sentarse a ver y escuchar una banda de Rock que decidió tocar en espacios insólitos. Más de una cabeza habrá identificado la metáfora perfecta de la escena subterránea, esa que se dice en inglés porque hay que decir todo en inglés. Falta menos para empezar a nombrar en inglés hasta los equipos de fútbol. ¿De qué cuadro sos? De Workshops, ¿y vos? De Institute, the Glory. ¿Y vos? ¡Go Pirate Go! Can’t be any more cold-chested.
Alguien pidió permiso para tirar un cable desde algún poste y así poder enchufar todo. Alguien supo asegurarse de que no ocurra ningún accidente. Por lo demás, esperar que Cultura de la Municipalidad de Córdoba organice un espectáculo musical en verano (por no decir todo el año) es una invitación a apostar que antes se va a secar la laguna de los patos.
Nicolás Sicardi abre el toque con sus canciones. Desde «Nicolás y el desorden» (2012) a «La carrera» (2020), una docena de trabajos por recorrer. Entre el público, músicos integrantes de proyectos admirables. Además de seguir la banda, hay una alegría adicional: debuta Gon Criado en la batería. Gon Criado, integrante por ejemplo de Nautilus, una parte de lo mejor que le pasó a la música de Córdoba en la última década. Ahí están sus discos en Bandcamp.
Inicia A la vera. Gran expectación por los temas nuevos y claro los del primer disco. Primer tema, inédito. No presentaron su nuevo disco y comienzan el concierto con un tema desconocido, seguido de otro inédito y de otro y de otro. La desilusión se desvanece con cada nueva obra y sus variaciones geniales. Vuelve un pensamiento repetido por cabezas que saben. Una persona que se reconoce artista no tiene que hacer lo que quiere o espera o le dicta su público. Tiene que hacer lo que le dicta su corazón, su inspiración, su talento, su visión del mundo. ¿Qué es esto de tener que andar contentando al público? ¡Al público se lo desafía!
A la vera, lucía en el Parque Sarmiento – Enero 2021
Del disco nuevo, apenas «En no entender hay lugar» y un par de estrofas de «Retrato» en los bises, que consistieron en un ratito de Fede con su guitarra, compartiendo fragmentos de canciones. Antes, en el final de la presentación del trío, convertido felizmente en cuarteto con la participación de Jéssica Ponce en teclados, sonó «No hace falta».
Después de la presentación, de los agradecimientos y de decir que había discos por si alguien quería comprar, varias personas bajaron, saludaron, felicitaron, pagaron y se llevaron la edición física del primer álbum de la banda, tal vez conmovidas por primera vez. Otra vez: infrecuente. Alguien pasea por el Parque, suena a lo lejos una banda. Se acerca, se queda a escuchar, se interesa por lo que escucha, se sorprende, aplaude y compra el disco. Eso mismo, así, en enero de 2021, donde el 99% de quien escucha música lo hace desde plataformas o dispositivos que reproducen archivos mp3. Increíble, si no fuera porque está sucediendo.
Será cuestión de esperar otra presentación, de aprenderse los nuevos temas para disfrutarlos más o tal vez no, porque habrán surgido nuevos que sonarán, ojalá, en algún rincón de la ciudad o sus alrededores. Y desear, sólo desear que la inspiración y voluntad de A la vera, lucía se acaben no antes de un par de siglos, para darle tiempo a quienes aún no se detuvieron a escuchar.