Soledad González

Soledad González

2020

Dibujo: Macu Benetti.

La pandemia precipitó ecuaciones para sobrevivir o para estar mejor. Nos ecualizamos colectivamente, retomamos una vivencia del tiempo donde volvemos a pensar pasado y futuro en un presente que nos achicó el hábitat, nos arrebató el espacio público y nos puso raros. Movimientos y mudanzas. Por casa explotaron decisiones, ahora vivimos en el norte cordobés, estamos en obra, en la tierra que compramos hace diez años. El mundo del trabajo y de los afectos cuánto cambiaron.

Como docente, una locura. Nos exigieron y fuimos el cuerpo social más manipulado, junto a la salud, en la línea del caos. Aprendí, nervios y emociones en jaque, las formas de control de la tecnología. En medio de mudanzas, rendí mi tesis doctoral en Letras. Esto podría haber sucedido en 2002 o 2008 creo yo, la economía global va por los Estados y territorios. La tierra no aguanta más.

Creo que transitamos la crónica anunciada por ambientalistas y pueblos originarios desde hace décadas. Primera llamada. Repienso mis prácticas de la escena encerradas en lógicas citadinas blancas, miro fotos donde son tan flagrantes las condiciones de producción desiguales entre territorios. Les trabajadores de las culturas estamos fragilizados pero algo tiene que cambiar.

Miro documentales y charlas por YouTube. Escucho a Leonor Zalabata, Aura Cumes, Elvira Espejo, lideresa, antropóloga y gestora tejedora, la interculturalidad es diversidad y libertad. Qué desastre la educación nada diversa que me tocó. Desde Platón a los filósofos contemporáneos superventas, la razón blanca acumula excesos. No entiendo cómo es posible que un mismo tipo conduzca en 2020 la emisión diaria de Seguimos educando para el ciclo orientado del secundario en la TV pública, que co-conduzca un programa semanal de análisis político en la TV pública y que en este verano la rompa en Mar del Plata, en el teatro. ¿Es necesaria tanta acumulación en los medios públicos? ¿Son los medios públicos una catapulta a la cultura de la fama? Poca diversidad y mucha acumulación en el aire. Estoy un poco harta porque esto se repite en gobiernos populares y progresistas. ¿Qué nos quieren aclarar? Un poco de desorden, por favor.

Desde hace 30 años me cuesta leer, en medios, en las redes, en el cine, en el teatro, la diferencia entre apología y crítica política gracias al condimento paródico que todes aprendimos a usar y abusar desde los ’90. Por eso pienso que este 20-21 llegó para modificar nuestras prácticas y para inscribir un ADN colectivo potencial: reaprender porqué llegamos a decibeles de crueldad y necedad altos. Pensando valores como la interculturalidad, por casa tratamos de desistir un poco de los consumos direccionados, visitamos documentales como el ciclo Plantas de Poder del canal 13 colombiano, cosechamos nuestra huerta, yo participo de una colectiva feminista para hablar con la voz de muches.

El 2020 llegó cuando nuestros consumos alimenticios, tecnológicos y culturales, exhibidos en góndolas globales, ya tenían clarísima la migración a la virtualidad. Mientras el virus va mutando, estoy re-escribiendo sobre culturas y géneros, primero fueron columnas para la radio comunitaria Garabato, por invitación de Soledad López Vaca, actriz y activista. Del audio radial pasé al formato audiovisual en colaboración con Macu Benetti y vamos sumando las imágenes producidas por otres. Esto desde enero del 2020, sin apuro, para seguir regrabando y tachando un lenguaje que nos hace buscar otras palabras. Es un ciclo de ocho entregas, de videos de siete a doce minutos, subidos a mi canal de YouTube (Soledad Gonzalez Teatro y pensamiento divergente), reflexiones para contrastar pluriversiones. Y si la apertura nos acompaña, en marzo de este año estrena, con dirección de Cristina Gómez Comini, actuación y producción de Lourdes Tita Solé, el último texto teatral que escribí, “Dos señoritas Julia en caída”. Son dos monólogos, que de la mano de estas queridas colegas llegan a la escena, lo que me parece increíble: que, protocolos mediante, se pueda volver al teatro.

Escribo y re-escribo, pruebo formas, uno de los monólogos también es un cuento premiado en 2018. Nunca fui una escritora programática, me gusta lo contingente del teatro, me gustaba escribir por encargo, para otros, pero ahora me cuesta recrear algo más que el día a día y volví al cuento, a los relatos, a la vida narrada como lo piensa Leonor Arfuch, me dejo llevar por mi memoria y mi subjetividad.