• Nicolás Mazza

Nicolás Mazza

2020

Este año que se termina fue brutal para la humanidad, algunas personas se fueron a otro plano, a otras les desintegró las estructuras y las hizo repensarse, irse para adentro y tratar de llegar al mismísimo Ades para saber de qué se trata esto de estar en este mundo. Y los músicos y músicas, como parte del género humano, no estuvimos exentos de esa situación.

La realidad es la que uno mismo se crea y recrea permanentemente o deja que se la creen otres. No miré tele, no escuché radió y me sucedió lo lógico, no tuve miedo. El virus iba por una ruta paralela a la mía y no tenía ninguna intensión de que entrara en mi realidad, por ello “no le di bola”, fui respetuoso de mis seres querides y les cuidé, pero cuando mis hijes se comenzaron a deprimir por el encierro, me puse el cuchillo entre los dientes y me convertí en un desobediente del sistema. Mientras los bares y restaurantes en Villa Allende estaban abarrotados de gente, los músicos y músicas no podíamos tocar, las escuelas de música no podían dar clases presenciales, sentí que todo era una burla.

Yo voy a contar lo que yo viví desde mi trabajo como músico. Yo me sustento como compositor y arreglador para bandas sinfónicas, así como también toco el clarinete bajo en la Banda Sinfónica Municipal de Córdoba y doy clases. Gracias a la divinidad no dejé nunca de cobrar mi sueldo de la banda, pero nos fue recortado. Como compositor y arreglador tuve trabajo, pero la mitad de mi producción quedó sin estrenarse hasta nuevo aviso. Si bien he cobrado por ella, no he tenido la posibilidad de compartirla con el mundo, lo cual deja a las obras en una sensación de limbo.

Cuando comenzó la pandemia y nos mandaron a casa, me preocupé por la continuidad de mi laburo sinfónico y por la salud de mis compañeros y compañeras y escribí una obra corta como para que estuviéramos actives y para visibilizar el espacio laboral. Como todo era virtual, tuve que editar el audio a mis 42 compañeros y compañeras de trabajo para que la música suene sincronizada. Este video lo editó Mateo Massanet. De ahí en más hicimos varios videos con mi música y fuimos aprendiendo todas las herramientas virtuales para ir mejorando la calidad en cada proyecto.

Nuestros compañeros y compañeras de trabajo se iban involucrando más y más en actividades de edición y difusión, actividades que no les correspondían, que no estaban en sus contratos, pero aún así se fue generando un sentido de pertenencia muy profundo en el grupo de trabajo.

Todo lo sucedido me deja una reflexión clara para los músicos y músicas que trabajamos en el ámbito sinfónico. Y que también se puede extrapolar hacia otros rumbos de la música: el músico – música del presente y futuro inmediato en el ámbito sinfónico o académico en esta parte del planeta debiera tener el siguiente bagaje:

1- Formación clásica en el aspecto interpretativo y técnico.
2- Formación en música popular:
a) Géneros folclóricos regionales, Jazz, Rock y Pop.
b) Improvisación, manejo armónico y melódico en los diferentes géneros anteriormente mencionados.
3- Experiencia como músico-música de sesión, conocimientos de tecnología de grabación y edición profesional. Contar con un home studio básico.
4- Conocer de arreglos y adaptaciones musicales básicas.

Quizás son apreciaciones un poco duras o muy exigentes para el músico-música sinfónica pero nos guste o no, el mundo que se viene es un mundo diferente, un mundo donde nos vamos a sentir incómodos si estamos poco capacitados o si somos egoístas o individualistas. El mundo que se viene es más comunitario, tendremos que salir de nuestro lugar de confort como músicos porque se acabó lo que se daba, a reinventarse. Es una oportunidad que nos da la vida para estar más plenos y cocrear.

El viejo mundo se hunde. ¡Hagamos lo posible para que el mundo que viene sea infinitamente mejor!

Les abrazo largamente.

¡Felíz año!

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