• Mariana Occhiuzzi
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Mariana Occhiuzzi

2018

Circular por otros escenarios.

Al principio me daba cierto pudor admitir que me había alejado de los escenarios de la manera tradicional. Hoy siento un orgullo inocultable: trabajo en un equipo de artistas que cada día acerca música, poesía y teatro a espacios donde el lei motiv es el dolor físico.

Aprendo mucho cada día, del poder real del arte, del ser humanos, del dolor, del amor, de la vida y la muerte, todo en un “enganchado” muy particular.

Les comparto una postal musical de la sala de Terapia Intermedia de adultos en una tardecita de invierno.

La Parejita del beso, el cuadro de Klimt.

Diana, mi compañera se había asomado a una habitación con su PUPPP (Pequeño universo portable de posibilidades poéticas).  Ofreció un “viaje sonoro” y regresó con la información: “Él está acostado y siente mucho dolor de cabeza, pero aún así, quiere que entremos y hagamos música. Su mujer está recostada a su lado”.

Entramos, él agradeció y cerró sus ojos, a su lado su compañera nos invitaba a acercarnos. La kalimba empezó a sonar, suave, nuestras voces dibujaban vientos y ruiditos, él hacía expresiones de agrado e inmediatamente de dolor y movía sus dedos pidiendo menos volumen, luego menos, y menos… Y menos… 

En mi “cabeza de música” yo temía no poder darle “expresividad” a lo que tocaba por mantener el volumen bajo. Qué error de percepción el mío, casi me pierdo lo que realmente estaba sucediendo: se había abierto otra dimensión. 

El sonido, así, bajito, casi imperceptible había copado cada rincón de la habitación y de los cuerpos. Los cuatro estábamos inmersos en una medusa azul y oceánica, sutil y cálida que nos contenía. A menor volumen íbamos a mayor profundidad. Ellos lloraban sus miedos tímidamente entre caricias, nariz con nariz y párpados cerrados. Tuve conciencia de esa magia y del silencio que antecede al final, y vimos que estaban dormidos. 

Diana y yo acordamos con las miradas salir mientras tocábamos, dejarlos descansar. 

Algo se había modificado radicalmente desde que iniciamos la acción hasta que salimos de esa habitación. Algo cambió para siempre. Algo en las moléculas del aire. Algo en las moléculas de lo que soy.

 

2016

Y entre tantas cosas nuevas, también soy música en un hospital.

En septiembre de 2016 cumplí un año viviendo en Buenos Aires. Desafiante e intenso año de desafíos y proyectos nuevos: con mucho entusiasmo (y sueños por cumplir) creamos una compañía nueva de teatro espontáneo llamada Hilo Rojo, toqué con viejos amigos músicos como Fernando Bruno y Patricia Olivera,  y con otros con los que no había tocado antes como Silvia Iriondo o Cheikh Gueye (de la Bomba de Tiempo). Soy parte del equipo de producción de La Matera, curso de capacitación para proyectos culturales en distintos puntos del país. También soy parte de la producción del Encuentro Tango para Músicos 2016 (que repetimos en 2017).

Pero hay una actividad que no había hecho jamás y que me tiene el corazón cautivado: Soy la música de las salas de internación pediátrica del Hospital Italiano en San Justo.

Junto a mi compañera titiritera y música Ana, vamos entrando a cada habitación, saludamos, conocemos al niño o niña y a su familia y en función de cómo están y lo que vamos sintiendo, cantamos, jugamos, tocamos, intentamos regalarles un instante.

Cada encuentro es distinto, las músicas se van creando a medida que la tarde avanza entre el cruzamiento de  miradas de complicidad con enfermeros, médicos, papás y abuelos.

La música toma una dimensión diferente, si alguien dudaba del sentido del arte, ¡aquí tiene sentido y vaya si lo tiene!

Comparto un pequeño relato de un encuentro en la sala:

Lola (no es su nombre real) tiene 10 años y el cuerpo de una niña de quizás 5. Está en la cama, tiene un problema neurológico degenerativo e irreversible. Su mamá nos contó que le gustaba la música mientras se quedaba en cuclillas a su lado, como protegiéndola. La miraba a los ojos mientras acariciaba su carita y le preguntaba si quería saber de dónde venían esos sonidos.

Yo tocaba la flauta doble mientras la mamá nos dijo que Lola casi no ve… Ana utilizó un abanico de cintas de colores y luces y comenzó el ensueño. Esta vez no para ellas, sino para nosotras…

Los ojos de Lola cambiaban de expresión: mostraba sorpresa, fascinación, amor absoluto. Por momentos su cuerpito se movía regocijado y la mamá reía a su lado disfrutando al ver a su hija en ese estado.

Cuando la flauta terminó su melodía, cambié de instrumento, sentí que la kalimba y su tímbrica nos acompañaría adecuadamente. El resultado no fue “adecuado”… ¡Fue increíble!

No sabría decir en qué momento sucedió con precisión, la kalimba y nuestras voces comenzaron a jugar, y la luz del lugar cambió: por un instante Lola y su mamá nos permitieron conocer el universo de intimidad en el que sólo ellas habitan. Las manos de esa madre acariciaban el alma de esa niña que sólo con sus ojos mostraba que, sin duda alguna, estaba ahí, que comprendía, que sentía, que amaba.

Nosotras simples testigos. Salimos casi temblando por la emoción, sientiéndonos bendecidas por haber sido invitadas a ese cosmos y haber conocido en ese amor, la chispa de lo eterno.

Ese día, adentro mío, algo cambió para siempre… Y es que a veces, hay luces que sólo pueden verse en la oscuridad.

 

2015

Despellejar la piel muerta,

respirar profundo,

intentar de nuevo.

Morir la piel seca,

profundizar la respiración,

intentar de nuevo.

Intentar, intentar intentar…

Hasta que no haya piel,

hasta que no haya respiración….

 

2014

A veces sentimos como artistas que no podemos/debemos parar, que hay que producir arte, ideas, músicas, movimientos todo el tiempo, todo el tiempo, ¡todo el tiempo!

Este año descubrí una instancia tan inevitable como necesaria para crecer y ser felices: parar, ir hacia adentro, conectar, sentir, bucear, reencontrarse y volver a elegir, tirarte al mar de posibilidades, arriesgar…

Fernando Pessoa dice:

«Hay un tiempo en el que es preciso abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo, y olvidar nuestros caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el tiempo de la travesía: y si no osamos hacerla, quedaremos, para siempre, al margen de nosotros mismos.»

¡Brindo por un 2015 lleno de lugares nuevos y mágicos para todos!

 

2013

Si hay algo que caracterizó mi 2013 han sido los viajes: muuuuchos kilómetros a lo largo y ancho de nuestro país, cantidad de kilómetros por Chile y USA y millones de kilómetros en mi interior.

Estoy agradecida por un año haciendo música para niños y para grandes, trabajando con mi compañía de Teatro Espontáneo LetraChica, compartiendo escenarios míticos como el Blue Note de New York con Sofía Tosello y escenarios poco visibles (y no menos importantes) como los de las escuelitas pequeñas de las sierras de Córdoba, buscando ser honesta y coherente en mi decir y en mi hacer, en mi arte y en lo cotidiano.

Algo impensado que sucedió: la publicación de mi primer artículo sobre música y teatro de improvisación, en una revista internacional. Broche de Oro: formar parte de la banda de Marta Gómez en su gira Argentina.

El gran desafío ha sido (y seguirá siendo) combinar la música, el teatro y la comunidad en proyectos sustentables, para poder seguir viviendo de lo que amo.

¡Feliz 2014 para todos!

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