2021
Agradecida… Creo que sólo puedo hablar desde lo que me dejó la experiencia de los procesos transitados y que me han llevado a reflexionar sobre los nuevos caminos que siento se abren en el modo de hacer, compartir y vivir lo artístico.
Este año, en lo personal, ha sido de una tremenda expansión y visibilización de procesos artísticos que venían burbujeando tras bambalinas. El 2020 propuso un silencio y un llamado a la introspección, que en mi caso fue promotor del afloramiento de una inmensa creatividad y ganas de producir. También un motor que avivó la llama que impulsa el deseo de compartir-me con otrxs. Tan valioso ese otrx en nuestra vida y en nuestros procesos creativos.
Una vez escribí sobre el rol del público en la presentación de una obra. Pensaba en cómo el público completa un mensaje. Hay un feedback, un ida y vuelta que sucede necesariamente y que hace que todo lo que unx preparó y ensayó, se ponga en juego, se transforme y se multiplique en diálogo con quien lo recibe. Este intercambio fluido con el público -que nunca es el mismo, así como nosotrxs nunca somos lxs mismxs- genera que cada presentación se vuelva única e irrepetible. Y que además, le da el valor agregado de ser, ese otrx, multiplicador de emociones, sentires, haceres, que sólo se logra en la sinergia del vivo, del cuerpo a cuerpo, de lo que nos hace piel y resuena en ese momento único, imposible de atrapar y de plasmar en un video.
Creo que algo de esto se vivió en el 2021 en el ámbito artístico. Una avidez por compartirse, por estar de cuerpo presente, por brindarse en plenitud. El encierro y la distancia potenciaron procesos internos y permitieron el necesario “darse el tiempo” para la maduración de creaciones. Hay algo del mercado de lo inmediato que fácilmente lleva a perder la consciencia de los tiempos que requiere un proceso creativo; de que es algo que se cuece lento, como el guiso de la abuela, y es ello lo que le da la virtud de lo sabroso, lo exquisito, lo que posibilita la alquimia exacta de los elementos. Eso pude ver en las obras y presentaciones a las cuales asistí y de las cuales formé parte en este 2021. Cantidad de artistas a flor de piel, ofreciéndose despojadxs y con pasión en lo que fuera su propio recorrido, dejándose transformar por ese público, que también ávido, se muestra más receptivo y amoroso que nunca.
También me parece muy valioso rescatar la construcción colectiva y el hacer desde un vínculo amoroso y afectivo de muchos proyectos artísticos. Formé parte de dos de ellos, “Alchaperío” liderado por Nicolás Rubinstein y mi propio proyecto “(En)trama”. De otras sólo fui espectadora como de la obra “Vestigios» dirigida por Silvia Vilta, que me pareció maravillosa. Así habrá tantos otros proyectos, y lo hermoso de ellos es poder vivenciar lo que genera que tantxs artistas venidxs de distintas corrientes, géneros, formaciones se unan por y con un objetivo común, sin el ego competitivo que suele darse en tantos ambientes artísticos, sino simplemente por el gusto de compartirse, de ver en otrx a ese compañerx del cual nutrirse a partir de la puesta en juego de su subjetividad única. El hacer amorosamente permite la libertad de expresión genuina del propio brillo y talento. Eso me parece maravilloso.
También, me parecieron notorios los movimientos, efluvios desde la capital a las zonas del interior, sobre todo a Sierras Chicas. Esto se vio en todos los ámbitos, pero hablando de los movimientos artísticos, por primera vez pude ver el desplazamiento de gran cantidad de personas de la ciudad a ver espectáculos en el interior. Para los que somos del interior, es quizás una acción obligada viajar a las capitales y grandes ciudades donde, “al parecer”, todo sucede, único lugar donde ir en busca de propuestas y donde llevar las propias. La pandemia trajo también esa inversión de roles y circulación, supongo por la necesidad vital de encontrar un respiro al encierro en la ciudad y porque en el interior las medidas sanitarias fueron más relajadas. Esto potenció la visibilización de muchxs artistas locales, con su propio estilo y particularidad, que se encontraban como joyas perdidas en un mar infinito de opciones citadinas, que poseen una enorme riqueza y originalidad palpable, con un estilo marcado por las costumbres y formas de habitar los espacios en los que llevan adelante sus vidas.
Por otro lado y ya para finalizar, creo que se abrió aún más la reflexión sobre la valoración del trabajo artístico. La pandemia dejó en evidencia la enorme e injusta desigualdad que viven lxs artistas con respecto a la dignificación de su trabajo, la valoración social y la falta de apoyo del Estado. El trabajo artístico sigue sufriendo precariedad y explotación, hay mucho abuso por parte de instituciones, de los locales comerciales, del Estado, e inclusive, de la misma industria que se beneficia de lxs artistas mientras los precariza y explota.
Pienso en mi propia experiencia y la de muchxs colegas cercanxs. Es inmensa la dificultad para poder llevar a cabo nuestros proyectos sin casi ningún apoyo externo. Lxs artistas independientes se ven obligadxs a hacer todo: crear el proyecto, ensayar, pagar sonido, llevar público, hacer la publicidad, manejar las redes, alquilar las luces, gestionar y coordinar que todo salga ajustado, pagar los viáticos, etc, etc, etc. La lista es interminable y conlleva un inmenso desgaste físico y emocional poder concretar cualquier tipo de producción artística: un show, un disco, una obra, cualquiera sea. Todo se hace a pulmón y con la ayuda de amigxs y familiares que acompañan con amor y predisposición. Nos desvivimos por conseguir un subsidio o algún aporte gubernamental que alivie la carga económica que demanda todo este tipo de producciones, y que siempre son escasos o de difícil acceso. Creo que es algo que debemos seguir pensando y sobre lo cual generar conciencia.
Todxs disfrutamos del arte, nos hace bien, nos llena de alegría, nos eleva, nos nutre, alimenta el ser… Sería hermoso que en el inconsciente colectivo deje de estar la creencia de que ser artista no tiene futuro ni hay posibilidad de vivir una vida digna, que no se conciba como un trabajo serio y demandante, o que eso sólo está permitido para aquellxs pocxs que se instalan en la industria comercial o logran entrar en algún elenco del Estado. Para que cuando te pregunten de niñx ¿Qué querés ser cuando seas grande ? y respondas “Artista”, no te digan que te vas a morir de hambre o «¿Y además qué?» Creo que es por ahí donde hay que empezar.
Me despido con un inmenso agradecimiento a este espacio de difusión cordobés. Que el 2022 venga con aires renovados y luminosos para todxs.
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