• Agustín Vivián

Agustín Vivián

2020

Primero me gustaría agradecer a Redacción 351 por invitarme a este espacio para decir. 

Con respecto a la música, creo que el 2020 fue el año en el que más alejado estuve desde que empecé en esto. No sólo por lo complicado de ensayar, grabar y tocar en vivo, sino también porque me tocó una hipoacusia súbita en un oído que me la complica bastante. No pude sentarme demasiado a hacer música, no enganché esa onda motivacional que circulaba de “ahora que estamos en casa, aprovechemos para hacer todo lo que siempre nos estamos postergando por falta de tiempo”. Más bien a mí la situación general me generó lo contrario. Mucha tensión, qué se yo. Es difícil sentarse a tocar el piano, componer o cantar en esa. A la vez creo que es como dice Gelman respecto de la escritura de la poesía, que no es una cuestión de voluntad, que ningún poeta se sienta a escribir poesía, que la poesía le sucede. Algo de eso hay en la música también. Y bueno, a mí en el 2020 no me estuvo sucediendo mucho.

Pero para no bajonearla tanto, tengo que decir también que logré publicar una canción nueva: «Ese Cacique». Es un tema que tenía archivado desde hace un tiempo y que me resultaba atractivo por el juego de palabras que se forma, que permite al menos dos lecturas sobre la letra. Y se posiciona, el “yo” que canta, desde un lugar poco condescendiente, medio a contramano del discurso universalizante civilizador que propone ser todos uno, iguales, estar siempre de acuerdo, ir con todxs, etc. Y que termina, esa línea de pensamiento, en esta ilusión de la igualdad que se nos impone, a la vez que elimina toda posibilidad de singularidad. Por eso también la elección de la portada (foto: Lucía Rubiolo, diseño: Federico Kenis) con la cara del arquetipo de cacique que flota en el imaginario colectivo, como representante de lo “bárbaro” y que busca ubicarse desde una posición que no pacta del todo con lo dado en términos de cómo vivir juntxs.

En cuanto al proceso de grabación creo que de no estar en esta coyuntura pandémica, en una de esas ni lo hacía de la manera en la que se terminó armando. Fue a la distancia con dos músicos que admiro: Hernán Segret (bajo) y Bruno Dante (batería), los dos viven en Buenos Aires. Vi un post en Instagram de Bruno en el que ofrecía grabar batas para canciones desde su casa y aproveché esa. Después, con el audio de lo que me mandó, pensé que un bajo eléctrico podía pegar más onda con lo que iba sonando y ahí entró Hernán. Grabar y componer así, desde lejos, fue una experiencia nueva para mí. Les envié la maqueta con ideas sugeridas y ellos me devolvieron una base tremenda. También se sumaron dos amigos en la parte del audio: Manu Ogando (mezcla) y Rubén Ordoñez (master), con quienes ya habíamos laburado antes, con Rubén en la mezcla de los discos de La Isla Común y con el Manu en La Pantalla, un disco que publiqué en 2018.

En relación a lo que se viene para el 2021, tengo muchas ganas de grabar una canción que compuse hace un par de años y todavía sigue pasando piola por el filtro de la autocrítica. Además empecé a trabajar en la producción de un disco nuevo de la Mery Murúa, que va a ser entero de canciones suyas, lo cual es una novedad para ambos: Mery componiendo y yo produciendo algo ajeno. Es un proyecto mortal que me pone re manija y alegre. La admiro mucho a ella como cantora y la adoro porque somos amigos desde hace varios años.

Agradezco de nuevo el espacio y que me hayan dado cabida a mí que estoy al margen del margen de la “movida”, en el under del under, ¡je!

¡Saludos!

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