Carlos Rolando

Carlos Rolando

2020

Tiempo Anfibio

En el 2020, la Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba sacó en formato ebook, «Tiempo Anfibio», libro que al igual que «Yo estuve ahí» me tuvo como compilador. Algunas reflexiones sobre el mismo que escribí para algunos medios de Córdoba.

Notas en los medios.

Tiempo Anfibio. Las últimas tres décadas del Rock en Córdoba (1)

En plena pandemia, la Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) decidió navegar ámbitos virtuales, desafiar incertidumbres y llegar a todos los rincones del mundo con un ebook trabajado con los requerimientos técnicos que el mercado actual exige. Buscando puertos, la tripulación no escatimó esfuerzo para que los testimonios de 49 protagonistas -narradores o entrevistados-, se conviertan en historias que vinculan a innumerables tiempos, espacios, personajes. Al adentrarnos en la obra, fluye la adrenalina. Las fotos que aportó Eduardo Las Heras amplifican y contextualizan escenarios, sensaciones, intensidades.

“En las postrimerías del siglo XX, allá por esos años en que la Argentina recuperó la democracia, un nuevo aire de libertad se estableció en esta ciudad dogmática, conservadora y le sacudió la modorra. Así se dio paso a un flamante movimiento subcultural conformado por nuevas bandas de rock, impelidas desde mentes y corazones de jóvenes cordobesas y cordobeses portadores del ethos furioso de revolución que también existe en la mediterránea ciudad. Las personas y personajes que escriben en este libro forman parte de una generación de rockeros que pedía a gritos escenarios para ver bandas, cantar sus canciones, como así también espacios periodísticos para poder reflejar lo que estaba sucediendo”, escribe César Cuello, en el inicio de su texto que invita a transitar -otra vez- las zonas de Nueva Córdoba y del Abasto: para volver a encontrarnos con racimos de bares donde la cultura rock se hacía sentir.

Yo estuve ahí, la primera entrega de esta saga que también me tocó compilar, debía ser completada con una obra que resuma los últimos 30 años de cultura rock en Córdoba (ciudad y provincia), mirada en su contexto, su dinámica social de la que no puede prescindir. Los autores la asumen (citando a Cerati) como un “tiempo anfibio”: “Se atraviesa el océano, pero al ras. El problema es agotarse, y hundirse, desaparecer entre las olas, paralizarse por la hipotermia” (Pepe Ortega, introducción). Según este autor, además codirector del sello editorial universitario, “Tiempo Anfibio no es un trabajo antropológico ni un compendio de bandas o solistas. Es una síntesis, de miradas personales, que se animaron a vivir y sentir el rock”.

El tiempo anfibio tiene su propia protohistoria, en la que un puñado de personajes que se esforzaban por salir de la parsimonia provinciana intentaban rescatarse a como diera lugar. Demostraron que no hacía falta tanta parafernalia “física” para vivir al rock. Lejanas celebraciones, remotas noticias, novedades discográficas con delay, eran asumidas por singulares divulgadores que educaron y formaron, compartiendo discos, casetes, videos o revistas prohijadas en extrañas latitudes, dificultoso ejercicio en épocas de no inmediatez. Por eso, la presencia de algunos apellidos que importantes en aquella fase liminar, quizá hoy no suenen tan conocidos; en el descifrar el porqué de su presencia en el libro, mechados con la participación de actores renombrados, de indiscutida raigambre rockera lograda en diferentes rubros, radica un principal desafío planteado al momento de iniciar la travesía. El resultado nos deja satisfechos.

Escribieron: Gabriel Ábalos, Ariel Roque Allende, Carlos Rolando, José Emilio Ortega, Juky Carrizo, Carlos Alberto Ariaudo, Alejandro “Garza” Baldevenito, Marcelo Gómez, David Torres, Jorge Alfredo Cueto, Montes Cabrera, Nill Quiroga, Pablo Salvay, César Cuello, Rafael Rimondino, Hugo Olmos, Silvia Velásquez, Mario Pecchio, Adrián Suppo, Ewge Muñoz, Iván Lomsacov, Néstor Latorre, Luciana Mora, Federico “Chueco” Albarracín, Jorge Kasparian, Yusùf Oliva, Mario Postay, Guillermo Romani, Elisa Robledo, Elena Abaca, Diana Fonss, Santiago Ramos, Santiago Pfleiderer, Maxi Carranza, María Guadalupe Uriburu, José Ávila, Matías Mato Monteiro, Leandro Patiño Olmos, Marisa Andrea Pucheta, Augusto Ochoa.

Y respondieron a las preguntas planteadas: Ají Rivarola, Daniel Giraudo, Mario Valenzuela, Ana Pavlov, Carlos Espinosa, José Palazzo, Ricardo Taier, César Barraco, Gastón Fernández, Lucio Carnicer, Carlos Barrera.

Teniendo como puerto de partida a “Yo estuve ahí” y como faro a las constelaciones estelares formadas por vivencias, sensaciones o conclusiones, el buque fue armado y equipado; el viaje entrega historias que dispersas en el imaginario popular, corrían riesgo de sepultarse por otras vivencias, otras coyunturas. Las nuevas generaciones pueden encontrar puentes, correlatos con la historia reciente. Para que lo nuevo suceda, antes pasaron cosas.

1. Nota aparecida en Hoy Día Córdoba.

Los héroes que alguna vez fuimos (2)

Tiempo Anfibio reúne, además de un importante registro fotográfico de Eduardo Las Heras, historias como la de Lagunas Rock, Ruly Reyna (Q.E.P.D), la ópera rock, el día en que bandas de Buenos Aires que después terminaron llenando estadios se ríen de un importante guitarrista, que lideró una agrupación cuyo nombre hace mención a un animal marítimo. “Espero que puedan entender que el travestismo en mi vida forma parte de mi trabajo”, dice en una parte de su texto, Diana Fonss, cuando habla de su paso por el programa Vergüenza Ajena que se emitía por la Rock and Pop desde la Vieja Usina. “Recuerdo precisamente que una noche de 1978, en Tonos y Toneles, Francisco Heredia me comentó que la dictadura había prohibido la palabra ‘gris’, al prohibir las canciones que la mencionaban (…) La sección había sido armada por las cabezas pensantes de Miguel Clariá y Ricardo Césari, y diseñada por el espíritu juguetón y profesional del querido y recordado Sarlanga”, escribe Gabriel Ábalos, cuando habla de su paso como redactor en la sección de espectáculos de los diarios Córdoba y Tiempo de Córdoba. Hacer un repaso entre historias pasadas y las no tan recientes, con las que sucedieron pocos días antes de la cuarentena, forman parte de este material. La nueva generación, en su mayoría mujeres, se hace presente y esta es la señal de que aún resta mucho por contar. De ahora en más, habrá que ver y analizar, frases como las mencionadas en los párrafos anteriores, para que se conviertan en disparadoras de las investigaciones y publicaciones futuras. El mérito de los textos radica en que las/os autores supieron transmitir su sensación anímica con mirada crítica y ubicarse en el tiempo que se estaba viviendo. Es decir: sentimiento, sin caer en el rol de fan, y globalización. Tanto en «Yo estuve ahí», como en «Tiempo Anfibio», lo que primó fue el trabajo duro. En el primero, largos encuentros con Soledad Toledo (editora junto a Juan Conforte) y en el segundo, jornadas de 12 horas con los dos editores (José Ortega y Juan Conforte), sin contar el ida y vuelta con las/os autores para llegar a un texto final. Lo cual me hace pensar que, mientras el objetivo sea claro, se arriba al mismo. Pero, para que suceda, hay que saber aceptar las sugerencias, digerirlas, pensarlas y una vez con el producto terminado, empieza el camino más difícil: hacer que el material adquiera valor en el circuito de producción, por no decir, mercado. La historia demuestra que siempre fuimos héroes en algún momento de nuestras vidas, pero por una variable no muy clara: al brindis lo hicieron quienes no viven en Córdoba. El desafío está planteado. El líquido para festejar también. Sólo resta estar mentalizado. Por suerte, la gente que conforma la Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba lo tiene presente y por eso sale a ganar en todos los escenarios.

2. Nota aparecida en el Diario Alfil.

Pensando en el rock

La cuarentena me encontró en San Francisco, para ser más exacto, en la casa de mis padres. Hacía desde los 12 años, edad en la que me fui de esa ciudad a hacer mi secundaria en Santa Fe, que no estaba tanto tiempo con ellos.  En la ciudad que tiene costanera pero sin mar ni río, ubicada en el este cordobés, una periodista del diario La Voz de San Justo, al enterarse de mi presencia en esta localidad, me hizo un par de preguntas que ayudaron a pensar el rock en tiempo de pandemia.

¿Qué momento está viviendo el rock argentino?

Mientras las bandas y solistas de rock argento se tributan a sí mismos y sus listas de temas ya se convirtieron en covers de sus propias canciones, el trap, es decir, la nueva generación, a la que no le importa tu opinión (Babasónicos dixit), va al frente y se hace sentir. Muchxs de esos chicxs, tal vez, tengan como ídolos al Indio ( Wos) o a Eli Suárez de Los Gardelitos (Cazzu), para citar algunos ejemplos, pero son irreverentes y no lo respetan como sí lo hace el resto. Por ende, la renovación vino de otro estilo y no dentro del rock mismo, como ocurrió con el Nuevo Rock Argentino, con la aparición en 1993 de Los Brujos, Martes Menta, Peligrosos Gorriones, Tía Newton, Babasónicos y Juana La Loca, entre otras bandas. No es que todo lo viejo siempre es mejor, pero muchas de las bandas nuevas, que hoy son cierre de festivales, caso El Mató a un Policía Motorizado, tienen cerca de 20 años en escena. Por ende, esto me lleva a pensar que una banda o solista, para acceder a un lineup con cachet pago o llenar un espacio mediano, fácilmente tienen que trajinar un largo rato, pagando por tocar, hacerlo gratis o produciéndose de manera independiente, para lograr el tan ansiado título de llegamos a (ponele el nombre de teatro o festival que quieras). En este breve panorama, dejo de lado las denuncias sobre abusos que hubo, porque de esto se encarga la justicia.

¿Cómo es la situación actual del género?

El género, a pesar de que muchos lo dan por muerto, está más vivo que nunca, porque por suerte está The Rolling Stones, la banda que mejor entendió la pandemia, a pesar de ser todos sus integrantes, ciudadanos de riesgo. El anuncio de la reedición de «Sopa Cabeza de Cabra», un disco de 1973, que ya tiene «Criss Cross» y «Scarlet», dos cortes sonando en las radios (qué antigüedad, dije radio y no plataformas digitales), muestra a la banda levantando la bandera de que “el rock and roll no morirá jamás”. Ya lo dijo Neil Young, cuando escribió en «Hey hey, my  my», que hay más en el cuadro de lo que puedes ver. En síntesis: el rock está, los medios de difusión son diferentes a lo establecido y solo hay que tener el oído atento. No tengo que olvidarme de mencionar que este género es como un pac –man, que se va nutriendo de los otros estilos y eso le permite sobrevivir.

¿El rock desperdició la oportunidad en pandemia de producir algo?

Si lo analizo desde la mirada del rock argento, digo que tal vez sí y me olvido del material que puso en las redes Divididos, para citar un ejemplo. Si lo veo, desde el ámbito internacional, digo que no. Vuelvo a la pregunta anterior y a The Rolling Stones. Los ingleses pusieron en rotación “Living in a Ghost Town”, su primera canción nueva en ocho años, donde en una parte dice: “La vida era tan hermosa / Hasta que fuimos encerrados / Me siento como un espectro / Viviendo en un pueblo fantasma” y acto seguido, con poco tiempo de diferencia, sacaron «Criss Cross», en cuyo video, además de la idea de libertad que trasmite, aparece Guindilla, el alias de Marina Ontanaya, modelo y actriz española que formó parte de la última campaña de lanzamiento de lencería de Rihanna, que reformula la idea de mujer que estaba ligada al rock. Es decir, se deja de lado la voluptuosa, para pasar a una mujer cuyas medidas son más acordes con la realidad. Sumado a que la letra, que data del año 72, habla de alguien que le pide a una mujer que lo salve. No habla del género (interpretala como quieras). Los Blink 182 también lanzaron “Quarantine”, un tema nuevo, que refleja la situación actual a nivel mundial. Perry Farrell, en el Lollapalooza Chicago, que se pudo ver por streaming y de manera gratuita no solo se dedicó a promocionar a la candidatura de Joe Biden sino que tocó con Jane’s Addiction y reunió a Porno for Pyros. Sin ir más lejos y teniendo como referencia a San Francisco, Guerreros Humanos, lanzó «La era nada», un EP de tres temas.

¿Qué balance haces del Cosquín rock virtual?

Desde el punto de vista comercial, por la cantidad de gente que pagó para ver el festival por streaming fue un éxito. Si lo veo desde el hecho artístico fue ver más de lo mismo, con algunas excepciones como la irrupción en escena de Trueno, con una remera de Jimi Hendrix, con la foto en la que incendia la viola, haciendo valer su prestancia del chico que merece su atención. El «Mosca», de 2 Minutos, con remera Fred Perry, mostrando lo que es hoy el punk. Buzarda por la cerveza y letras demoledoras. Además, hizo una pausa para refrescarse y no para hablar de cosas obvias. » Pandemia, la re…», la gran frase. Toques del Río, una banda cubana de afro -funk, ska- punk con mezcla de hip-hop, que merece atención. Inyectores, punk-rock peruano, que salió temprano a escena para sacudir la modorra de la siesta de un sábado por la tarde en tiempo de pandemia.

Sin recitales ni pogos, ¿se perdió la magia del rock?

El rock perdió la magia en el momento en que los recitales o festivales se convirtieron en un evento social. Es decir: el escuchar música se convirtió en algo secundario para pasar a ser un lugar de encuentro de amigxs, el de la famosa selfie para decir yo estuve o el venirse con el merchandising, que te diera esa señal de pertenencia a un mundo que cada vez fue introduciendo variantes en materia gastronómica y comodidades que en ciudades de Europa o Estados Unidos incluyen cabañas con piletas, cercanas al escenario, para que vos puedas disfrutar del concierto.

¿Cuál es el futuro del género?

Ya lo escribió el Indio Solari en 1987.  “El futuro llegó hace rato… Veámoslo un poco con tus ojos… El futuro ya llegó… Llegó como vos no lo esperabas…” Dieciséis años más tarde, el Pity Álvarez cantaba: “ Los chicos saben dónde está la acción. Se están preparando mientras baja el sol. La banda que les gusta se presenta hoy. Chicos y chicas quieren rock, quieren rock…” A pesar de que muchxs piensan que el rock está muerto, el mismo está en constante evolución y vive en cada uno de nosotrxs. En el ’71, los Led Zeppelin en Rock And Roll cantaban: “Hace mucho que no bailo el rock and roll. Hace mucho que no me doy una vuelta por ahí. Oh, déjame recuperarlo, déjame recuperarlo. Déjame recuperarlo, nena, del lugar del que vengo. Hace mucho tiempo, hace mucho tiempo. Hace mucho tiempo y he estado muy, muy solo. ¡Ya lo creo!…”

En Búsqueda del rock

En el 2018, Chatmuyo Ediciones, una editorial que armaron Martín Toledo y Horacio Bevacqua, me invitaron a publicar un libro que lleva el título de este texto. En el mismo digo que el rock está en las mujeres que salieron a la calle a reclamar por la ley del aborto legal, seguro y gratuito, como así también en lo que en algún momento fueron denominadas como minorías. Dos años más tarde y después de un intento fallido durante la presidencia de Cambiemos, al finalizar el 2020 fue ley. A la vez, la editorial me liberó el libro que agotó todos los ejemplares impresos para que lo pueda publicar de forma gratuita en las redes. Algunos pensamientos:

Track 1

Existen múltiples rutas de acceso al mundo cultural (del rock) y las ofertas suelen exceder a la demanda. Esta variedad auspicia una movilidad que, ocasionalmente, suele fomentar nuevas escenas o la repetición de viejas fórmulas. Esa puja contradictoria motoriza al estilo, que se mueve por distintos terrenos según lo determine la época. El rock es una de las músicas populares que permite su usurpación para uso personal.

En algunos casos, esta utilización es más ardiente e intensa que otras formas de cultura popular, entre las que podríamos considerar a la televisión o el cine.

Esto más allá de las transformaciones y tergiversaciones de las subculturas que varias veces no son equivalentes a la plataforma original del rock. Un ejemplo de ello sería la música electrónica, que goza de cierta autonomía y crea sus propias prácticas y códigos.

El sonido, las letras y las diversas lecturas realizadas ofrecen maneras de ser y patrones de (in) satisfacción. Los símbolos rockeros suelen ser contradictorios entre sí, por lo cual suponemos que allí estaría la fuerza que lo moviliza.

En las calles, conciertos y discotecas se puede comprobar que el inventario de pautas individuales sobrepasa lo exclusivamente musical. No es ninguna novedad, la gente de esta época vive en subculturas particulares.

Hay un extenso surtido sonoro y otras tantas interpretaciones del mismo efecto rock. La elección más cercana es observar las vibraciones que la música genera, para luego instalarse entre los contornos demarcados por los fundamentos y manifiestos contradictorios.

Así es la cultura (del) rock y se la puede abordar desde distintos sitios porque condensa instrumentos, vestimentas, ornamentas, costumbres, creencias, obras de arte, lenguajes, rituales y demás.

Las experiencias comunes determinan el valor de un determinado objeto dentro de la esfera del rock. No se da una conexión natural entre un par de lentes negros y lo que simboliza o viene a representar en la cultura rock.

La cultura (del) rock está (y estuvo) conformada por una población humana contemporánea que posee sus símbolos, a través de los cuales llegó hasta nuestros días y, en la mayoría de los casos, subsistió manipulando las mismas reglas de formas diferentes. Este uso creativo permite obtener disímiles versiones, florecimientos y conclusiones.

Punta de línea

Al comienzo de esta historia que actualmente podemos llamar “Cultura del rock”, las bandas blancas interpretaban los temas de los músicos negros. Nuevamente, unos se llenaban los bolsillos gracias al sudor de otros más postergados. Es probable que Litlle Richards, gracias al cover de «Tutti Frutti» que ejecutó Pat Boone, logre inscribirse como una excepción.

Si quisiéramos generar polémica, nos animaríamos a asegurar que el rock, en sus inicios, fue música de negros. Y para no arrugar, afirmaríamos que: negro y joven es igual a rock and roll. Underground en serio.

Punk y reggae es la misma cosa, aventuraron los adolescentes ingleses durante plena explosión en la Inglaterra de 1977. Mataron a Sid Vicious con drogas y aniquilaron al baterista de los New York Dolls en una habitación inglesa, luego de una caravana con groupies que quedaron varadas bajo el protectorado de Malcom McLaren, quien luego sería manager de los Sex Pistols y endosaría a una de estas chicas al bajista de esos macarras. Es muy largo de explicar, sólo quiero dejar sentado que, Nancy Spungen, neoyorquina, conoció a Sid, inglés, en Londres. El pibe tocaba en los Pistols. Ella, para mí, era la más inteligente de los dos y lo mismo pienso cuando evoco a John Lennon y a Yoko Ono. Listo. Podemos seguir con la breve descripción de la etapa inicial del rock.

Un día, los chicos se pusieron los pantalones largos y apareció la cultura joven. Y como se hizo popular, la clase obrera adoptó el concepto, aunque no le gustó al segmento dominante de la sociedad. Fue una pena para ellos ya que, un cierto tipo de sonido se transformó en un punto de encuentro y hasta que pudieron domesticarlo, les dio un poco de miedo.

Siempre es provocativo dar saltos en la cronología, por lo cual si saltamos de los ’50 a los ’80 nos toparemos con MTV y el videoclip, que logra masificar no sólo al rock, sino también al pop y al reggae. Ya saben lo que sucedió cuando pasaron por televisión los videos de hip-hop. De los barrios marginales de New York, el invento confluyó con el metal y el funk, al cual ya le habían devuelto protagonismo con los sampleos. Los Graffitis y los bailes callejeros se tornaron una vanguardia destinada a convertirse en lo que al comienzo odiaban sus cultores: un clásico. Siempre ocurre; la innovación se vuelve una moda y pierde la peligrosidad. No importa, el placer, muchas veces, se obtiene mientras se recorre el camino. La meta no suele ser lo más trascendente.

La cuestión detonó en el ’91 con Nirvana. Aunque la marea venía de antes, a ellos les adjudicaron un lugar en el universo alternativo y la cultura grunge. «Nevermind», su segundo disco, desplazó a todos y agobió a Kurt Cobain, temeroso de volverse un artista respetable.

La onda expansiva fue tal que, salvo aquellos que están en el rock, pocos recuerdan al Brit-Pop. Oasis y Blur encarnaron las pujas sonoras que tanto le gustaban a la prensa inglesa. Esos pibes (boys) amenazaron con encabezar una nueva invasión y únicamente se registró un triunfo momentáneo de los hermanos (macana) Gallagher -chicos de la clase trabajadora- en detrimento de Blur y sus atildadas camperas deportivas propias de una clase media que descansa durante el fin de semana. Liam y Noel consiguieron que unas tropillas de niñas creyeran en el rock, para luego pelearse de manera más cruenta que los mismísimos Beatles.

El rock de la calle

Estuve en la calle, en una movilización, tratando de escuchar cuál era la banda que servía de comunión para los jóvenes que iban a la Casa de Gobierno y sentí una gran depresión. La única canción que llegó a mis oídos fue “Mate” de Todos Tus Muertos y me hizo acordar a las tomas de Facultades en contra de la ley de educación superior durante la presidencia de Carlos Saúl Primero de Anillaco. En esa época, mi preocupación era que sonara The Clash y no Fabulosos Cadillacs.

En las tomas universitarias, mientras caminábamos al kiosco para reponer las cervezas consumidas, les hablaba a mis compañeros sobre “Rock ‘N’ Roll High School”, la película dirigida por Allan Arkush que narra la historia de un grupo de estudiantes que amaba el rock y detestaba la educación que le impartían. La revuelta escolar empieza cuando la directora le quita a una chica la posibilidad de conocer a Joey Ramone para darle una canción que ella había escrito. La obra en cuestión es la que le da nombre al film. “Rock, rock, rock, rock, rock ‘n’ roll en la secundaria/ Pues bien no me importa nada la historia / Rock, rock, rock ‘n’ roll en la secundaria / Porque no es ahí en donde quiero estar / Rock, rock, rock ‘n’ roll en la secundaria / Solo quiero tener algo de diversión / Solo quiero conseguir algunas chicas / Rock, rock, rock, rock ,rock ‘n’ roll en la secundaria…”, es lo que expresa el tema y si bien los chicos que toman colegios no tienen como objetivo principal conseguir una chica para pasarla bien, sino que pelean por mejoras edilicias y planes de estudio acordes a su presente, siempre en una situación como esta es bueno vivir una historia de amor porque la adrenalina es diferente. Y en esa producción cinematográfica hay varias apariciones de los Ramones. Suenan al comienzo en una especie de radio abierta, tocan en la habitación de la protagonista, en lo que podría calificarse como el ensueño provocado por un porro, actúan en un concierto en vivo y cierran la peli haciendo estallar la escuela al ritmo de su música. La banda no tiene un punto flojo: a las composiciones de los Ramones se suman una de Chuck Berry (“School Days”) y otra de Alice Cooper (citada en un párrafo siguiente).

Siempre espero que el rock sea la banda de sonido de una novedad que incomode a los conformistas y a los devotos de la quietud.

Hay más referencias sobre la cultura del rock y los establecimientos escolares. “Escuela de rock”, con Jack Black, es una película que aborda el tema desde otra óptica y la rebeldía se encauza en un hecho productivo. No ocurre lo mismo en la canción “School Out” de Alice Cooper: “No más lápices / No más libros / No más maestros sucios / Fuera por verano…”.

Como si fuera un flash informativo de la vieja época, me acuerdo del show de Nirvana en cancha de Vélez. No tocaron “Smells like a teen spirit” pero sí “School”, la cual integraba “Bleach”. “No lo creas es simplemente mi suerte / Sin recreo/ Estás en mi escuela de nuevo”, repite como en un mantra el malogrado Kurt Cobain.

La calle es el sitio donde deben sonar nuestros reclamos, y la música tiene que acompañar y empujar. Pappo dijo alguna vez algo así como: “El rock no debe pedir, tiene que exigir”.

En “Rock: música dura, la suicidada por la sociedad”, Luis Alberto Spinetta expresa: “El Rock no es solamente una forma determinada de ritmo o melodía. Es el impulso natural de dilucidar a través de una liberación total los conocimientos profundos a los cuales, dada la represión, el hombre cualquiera no tiene acceso. El Rock muere solo para aquellos que intentaron siempre reemplazar ese instinto por expresiones de lo superficial, por lo tanto, lo que proviene de ellos sigue manteniendo represiones, con lo cual sólo estimulan ‘el cambio’ exterior y contrarrevolucionario. Y no hay cambio posible entre opciones que taponan la opción de la liberación interior. El Rock no ha muerto. En todo caso, cierta estereotipación en los gustos de los músicos debería liberarse y alcanzar otra luz. El instinto muere en la muerte, repito. El Rock es el instinto de vivir en ese descaro y en ese compromiso. Si se habla de muerte se habla de muerte, si se habla de vivir, vida. El rock, música dura, cambia y se modifica, en un instinto de transformación.”

Como cierre a este segmento, considero justo agregar la frase que usamos como contraseñas con algunos amigos: “Nunca es demasiado rock, siempre hay que tener más”.

Marcha de la Bronca

“Bronca cuando ríen satisfechos/ al haber comprado sus derechos/ bronca cuando se hacen moralistas/ y entran a correr a los artistas/ Bronca cuando a plena luz del día/ sacan a pasear su hipocresía…” La marcha de la bronca” – Pedro y Pablo.

Luego que el Senado vetó la posibilidad de convertir en ley la interrupción voluntaria del embarazo, Liz, de 34 años, se convirtió el 14 de agosto en la primera mujer argentina en morir a causa de un aborto casero. Tenía un hijo de dos años y quiso interrumpir su embarazo, con un tallo de perejil.

Recordemos que los elegidos por el pueblo para ocupar la Cámara Alta optaron por promover el aborto clandestino y seguir en su tesitura “antiderechos”.

Lo saben: de acuerdo con el anuario del Ministerio de Salud de la Nación, en 2016 (último dato oficial disponible) murieron 245 mujeres embarazadas por distintas causas. De este total, el 17,6% (43 defunciones) fueron muertes por un “embarazo terminado en aborto” y esto ubica al aborto como una de las principales causas individuales de la mortalidad materna en nuestro país.

«La comunidad científica internacional dice que por cada aborto que se interna, en los países donde el aborto está penalizado, existen diez más que se han hecho pero que no se complicaron. En la Argentina hay alrededor de 60 mil internaciones en hospitales públicos por abortos inseguros, sólo hay que hacer el cálculo», dicen los facultativos que están a favor de la interrupción voluntaria, legal, segura y gratuita del embarazo.

Cuando Patti Smith vino a Argentina, en febrero de 2018, respondió sobre el tema que nos ocupa. “En los ’50 y ’60, cuando yo era chica, muchas de mis amigas murieron por practicarse abortos ilegales… Es una situación sumamente dolorosa y difícil, cada individuo tiene que hacer lo que le parece que es correcto. No hay una respuesta absoluta o correcta. Si una mujer se realiza un aborto, va a pensar en eso durante toda su vida y si no lo hace también va a tener que hacer frente a cosas complicadas. Pero lo más importante me parece es salvar y proteger la vida de las mujeres. Eso está por arriba de cualquier ideología”, explicó la pionera del punk femenino, junto a otras como The Runaways, Siouxsie, Blondie y The Slits, entre otras.

Se puede chequear qué más pasó durante su visita. Se puso el pañuelo verde (¿notaron que la gente más copada del mundo se lo puso para apoyar la causa y que nadie, fuera del Río de la Plata, se anima a usar el celeste?) y otras acciones con el mismo sentido.

Supongo que, y puedo equivocarme, lo mejor de Patti fue haber cuestionado en “Gloria” a la Iglesia mucho antes de lo que muchos suponen. “Cristo murió por los pecados de alguien, pero no por los míos”.

Si bien citar a Pappo (Q.E.P.D) no es conveniente, porque el hombre era de los rotulados machistas, a pesar de que algunas decían que era un tierno (nunca entendí lo que significa esa palabra), pero considero pertinente referirme a “Insoluble”, un tema de Pappo´s Blues que cuestionaba en la década de los ’70 a ese altar al que todavía muchos temen.

“El sacerdote que brindó la misa por la moral
No se dio cuenta de que tenía grasa en el delantal”

La obra luego decía:

“No quiero que sigamos con la duda de que así está bien
 Yo solamente tengo conclusiones de lo que pensé”.

Aún retumba en mis oídos, el “Vamos todavía “, pronunciado por la ex vicepresidenta Gabriela Michetti, después de que no se aprobara la ley del aborto. Ahí me vino el enojo hacia Dead Néstor y Queen Christine por no haberlo hecho realidad cuando tenían todas las posibilidades para conseguirlo. La reina se dio vuelta como una media y no apoyó la ley estando en la presidencia, tal vez pensando en no perder apoyo popular.

No les voy a perdonar jamás a los patagónicos que después de la ley del matrimonio igualitario, los derechos para las personas trans y otras mociones que molestaron al ex cardenal Jorge Bergoglio, no dieron el tiro final con la ley del aborto y despenalización del uso de drogas. No lo hicieron, el milagro sucedió, Jesús dividió las aguas, se hizo el camino y Bergoglio terminó en Francisco y los aviones no alcanzan para ir a pedir clemencia y perdón.

Me alegra que la gente no les tenga miedo y esté en la calle, reclamando por sus derechos.

Me vuelvo a preguntar:

Si esto no es rock, ¿el rock dónde está?

La mujer es lo negro del mundo

El título de este segmento cita a una canción donde John Lennon ironiza sobre el rol que le adjudicaba (¿le adjudica aún hoy?) a las mujeres. Desde mi humilde posición, me animo a agregar que la mujer es lo invisible del mundo. Sé que los editores de ChaTmuyo me recortaron muchas citas, argumentando que el primer y único mandamiento que tienen en su sello es “No aburrirás”, pero me permite traer como referencia un número de la extinta revista Pelo. En ese ejemplar, los responsables de la publicación sacaron una nota sobre las groupies del entonces naciente rock argentino, aunque en esa época se hablaba de la “progresiva” o la “música beat”.

El informe en cuestión se tituló “Las groupies argentinas” y contaba con un subtítulo que, por lo menos, hoy sería totalmente incorrecto: ¿Se inicia la caza del músico en Buenos Aires? Ofrecen sus testimonios: Mónica Cramer y Liliana Fernández Blanco. Paradójicamente, la tapa de ese número exhibía una foto de Lennon. Las entrevistas a chicas, cuya profesión era el modelaje, se pueden consultar en Internet ya que se digitalizó gran parte de la colección de Pelo. La nota no tiene firma y las agrupaciones son encuadradas dentro de la “música beat”. A tono con la imagen que el House Organ del rock pretendía difundir del movimiento porteño, no hay referencias ni al sexo, ni a las drogas.

Sin embargo, esto no empaña que Pelo fue un acto de valentía en tiempos difíciles y que, en alguna ocasión, elaboraron una crónica donde varias cantantes de los ’70 se lamentaban por lo complicado que era ganarse un lugar en la (machista) escena rockera de Buenos Aires.

En el fondo, hemos sido unas marionetas que nunca pudimos descubrir dónde estaban los hilos con los cuales nos manejaban. Aunque ahora no tenemos más excusas, si no lo sabemos por lo menos lo sospechamos.

Estamos avisados: hay procedimientos de exclusión a pesar que no los veamos. Y las mujeres, más allá de esporádicas excepciones, estuvieron prohibidas arriba de los escenarios. Tal vez, a partir del punk se hicieron más visibles. Aparecieron Debbie Harry, las Runaways, Siouxsie, The Slits, Palm Olive, Patti Smith y varias más.

Por acción u omisión, a los del público y a los que estamos en el rock nos cabe hacer un mea culpa. ¿O acaso nadie recuerda a las chicas que insultaron en la previa de Nirvana? ¿O las burlas a las que sometieron a Viudas e Hijas de Roque Enroll? La lista sigue.

Negros, punks, rastas, jóvenes desocupados, mujeres, es lo mismo. Acá puedo haber encontrado al rock. Aunque siempre se me escapa. Hay que aceptarlo: es un género evasivo.

El corte final

Hoy, el rock está en la calle, en los movimientos sociales que ya no le tienen miedo a lo que nos hicieron entender que era lo políticamente correcto.

El rock está en las mujeres, una premisa que fue negada en este estilo, donde siempre primó el machismo. Recordemos que las chicas fueron destinadas, equivocadamente, a ocupar un papel de groupie, cuando muchas de ellas fueron fuentes de inspiración para artistas como Mick Jagger, David Bowie y Lou Reed, entre otros.

Si bien, el rock es como un Pac Man que absorbe otras corrientes y muta como un virus, sobrevivirá cuando las mujeres también obtengan una equidad de género en la cultura del rock que tanto amamos.

Bonus track

La idea de la búsqueda del rock continúa en mi cabeza. Estoy navegando en un Tiempo Anfibio para poder volver a decir : «Yo estuve ahí…»  Por los nuevos tiempos que llegaron hace rato. Salud y que Sea lo que sea como dice Todos Tus Muertos :

«Cada uno que haga lo que quiera
Y que viva a su manera sea la que sea.
Cada uno que viva en su tierra
Y que hable en su lengua sea la que sea.
Cada uno que pinte su bandera
Y que plante su bandera sea la que sea.
Cada uno que baile a su manera
Y que cante lo que quiera sea lo que sea.
Sea lo que sea, sea lo que sea, sea lo que sea.
Cada uno que vaya donde quiera
Y que pase la frontera sea la que sea.
Cada uno que viva a su manera
Y que elija su pareja sea la que sea.
Cada uno que elija su destino
Y que elija su camino sea lo que sea.
Cada uno que prenda su antena
Y que emita su frecuencia sea lo que sea.
Sea lo que sea, sea lo que sea, sea lo que sea.
Cada uno que vaya donde quiera
Y que pase la frontera sea la que sea.
Cada uno que pinte su bandera
Y que plante su bandera sea la que sea.

 

Carlos Rolando. Periodista – Redacción en otrasyerbasrock.com