» Cada día un disco – Marzo 2018 redaccion 351

Por Pablo Arietti | redaccion351@gmail.com

«Todo lugar es el centro del mundo» dice una canción de «Vivir en la Tierra», el tercer disco de Vivi Pozzebón. Para muchos de quienes decidimos pasar nuestros días en Córdoba, aquellas músicas que nacen por sus alrededores cuentan algo de nuestras posibilidades, de nuestras miradas de lo que pudimos y podremos ser. Buscamos en esos versos nuestro lugar en el mundo en medio de otras muchas miradas que también han decidido pasar por estas calles cada mañana, desde una concepción de lugar y tiempo remota de cualquier definición de «centro del mundo» que pueda germinar.

Para demasiada gente que camina nuestras mismas veredas, este jamás será el centro del mundo. Si hay algo parecido a un centro del mundo, «donde todo funciona», «donde todo es mejor», pues claramente no es ni será aquí. Aquí sí los padecimientos cotidianos y las ventajas que se puedan sacar, aquí sí el calor de las reuniones familiares o de amistades como símbolos de pertenencia fuera de los cuales acecha el enemigo de ocasión. De ahí esa eterna ingratitud hacia la posibilidad de escucharnos, esa admiración consuetudinaria y excluyente de nuestras mayorías cercanas por todo lo que siguen multiplicando, con su eficacia invisible de tan perfecta, las lógicas de mercado que cuentan qué podemos escuchar y ver, qué podemos recomendar, de qué podemos charlar en una sobremesa después de hablar mal de quien sea, y todo bajo los mismos algoritmos que, por ejemplo, recomiendan personalidades y medios a seguir desde las redes sociales, porque siempre habrá definiciones en juego. Los símbolos que definen dónde está el centro: vaya juego de tronos.

Dos ejercicios. Uno fácil sobre definiciones en juego, otro a voluntad, sobre música, una de las formas de definirnos. Primero: hacer la prueba de crear una cuenta en Twitter y dejarse llevar por las recomendaciones. Claramente, de estas calles que caminamos no surgen sentidos relevantes, ni siquiera activando nuestra ubicación. Segundo: pararse en Colón y General Paz, o en Santa Rosa y Rivera Indarte, o en Rondeau y Buenos Aires, o en la puerta del Super Park, o en la entrada de una cervecería de Güemes, o en la popular o en la platea de una cancha, o en la entrada de cualquier dependencia de cualquier universidad pública o privada, o en el patio de comidas de un centro de compras, o en una plaza. En fin: cualquier sitio donde se reúna gente que no esté allí por motivos, digamos, musicales. Acto seguido, acercarse a unas diez personas que pasen y si se detienen, pedirles que nombren tres o cuatro bandas de rock de Córdoba, o tres músicos de jazz de Córdoba, o tres cantantes mujeres de folclore, o, llegando a la resignación, tres proyectos musicales vinculados a Córdoba.

Sólo diez personas. Puede más, claro. Los que saben dicen que una buena muestra rondaría los 380 casos. Anticipo: antes de las veinte respuestas, será posible confirmar que Córdoba es el centro del cuarteto. Para el resto de nuestras músicas, la impiedad de los algoritmos amplificada en medios y plataformas y de allí las respuestas lineales. Por eso, tal vez, las radios que eran nuestras y ya no, por eso el temor a pensarnos diluido en la necesidad de abrirnos al mundo como actitud constante antes que complementaria. «Es cultural» por toda explicación. De allí, quizás, la ingratitud invariable de las ordenanzas; de allí, acaso, tres o cuatro decisiones oficiales decentes en medio de la desidia generalizada y que el mercado regule; de allí, probablemente, cada vez menos espacios, cada vez más proyectos que han decidido tomarse un tiempo, o emigrar adonde viva gente que crea que sus días transcurren, efectivamente, en el centro del mundo, donde a nadie se le ocurriría mirar lo que llega antes de lo que nace, acaso por cercanía a la cuna de todos los algoritmos, o por alguna valerosa indiferencia a los espejitos de colores.

En un largo mientras tanto, innumerables corazones cercanos y queridos plasmaron sus búsquedas musicales en registros que, a favor de ciertas verdades o a contramano de algunas mentiras, contaron y siguen contando algo de un lugar y tiempo propios, acercando definiciones en forma de versos y acordes, tan cerca y a la vez tan lejos de la multitud de miradas menos atentas a las fortunas cercanas que a la cotización de divisas.

Frente al constante oleaje que rompe desde lejos y aturde desde cerca, se trata de seguir buscando, encontrando y compartiendo, que para una gran minoría, felizmente desparramada, este tiempo y lugar sólo podrá ser el centro de algo a fuerza de arte.

La palabra clave: seguir.