Por la vida

Poesía y música en defensa del Monte

21-12-2016 / Política y Sociedad
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Muchas de las noticias que han marcado el transcurso del año nos avergüenzan. Una de las últimas tiene que ver con un proyecto de reforma de la Ley de Bosques, a favor de los agronegocios, para arrasar con lo poco de monte que queda en nuestra provincia. Contra la miseria de quienes parecen dispuestos a aprobar la muerte, una celebración de la vida, en versos y melodías.


Poesía y música en defensa del Monte

Son tiempos de insensibilidad, de impunidad y represión. De historias que se repiten, como aquellas que desataron el caos hace justo 15 años.

Tiempos de estrategias mediáticas descomunales para desviar la atención de estragos cometidos en tiempo récord.

Una de las innumerables formas del desprecio a la vida, a favor de intereses con nombres y apellidos siempre ocultos y funcionarios que sabrán hacer el trabajo sucio, protegidos por cercos de seguridad, para levantar la mano cuando sea necesario con la suficiente indiferencia hacia sus propias indignidades, apunta por estos días a liberar la destrucción de las pocas hectáreas de bosque nativo que quedan en la provincia de Córdoba.

Aquí una síntesis de todo el proceso, realizada por La Tinta.

En honor a los que hoy luchan por frenar el desmonte, a las muchas organizaciones a favor de la vida, como el Movimiento Campesino de Córdoba, contra la codicia de los mismos de siempre, compartimos versos y melodías de grandes artistas.

En su programa «El Vagabundo de las Estrellas», el martes 20 de diciembre, Jorge «Chacho» Marzetti rescató la poesía inmensa de Antonio Esteban Agüero. Entre algunas de sus obras, «Digo la Flora», la «Cantata de los Molles» y acaso la más conocida, «Digo la Mazamorra», por la música que Peteco Carabajal supo encontrarle para convertirla en un himno.

Aquí compartimos poesías, lecturas y canciones. Una forma de acompañar a quienes resisten desde la lucha a favor de la vida.

El Vagabundo de las Estrellas – Martes 20 de diciembre de 2016.

 

Antonio Esteban Agüero – Digo La Flora

Quiero este digo como piedra dura
clara piedra de luna conmovida
vencedora del musgo y de la lluvia,
triunfadora del tiempo y de la ortiga
para decir los nombres de la flora
que navegan mi frente pensativa,
viejos nombres del árbol y la hierba
y también de las rientes florecillas,
nombres sabrosos, sugerentes nombres,
que a veces son como la cosa misma,
recorridos por músicas secretas,
perfumados de savia y de resina,
castellanos a veces y otras veces
con abolengos araucano o quichua.

El Tala nombro, cuya sombra tiene
transparencia de lumbre submarina,
con el ramaje complicado y vasto,
como creado por loca fantasía,
recubierto de pálida verdura,
que los ojos encanta y clarifica,
y el Chañar y su espíritu gregario,
pues no sabe crecer sin compañía,
bello de flores cuando acaba octubre,
rico de frutos cuando enero inicia,
y el Piquillín, agudo como un grito,
tunicado de innúmeras espinas
que defienden las gemas de su fruta
de toda humana o animal codicia,
piquillín del infante y de la abeja,
piquillín del pájaro y la víbora,
bajo el sol y la sombra de tu nombre
vuelvo a leer mi infancia campesina,
y el Palán-Palán, en cuyo acento
se oye sonar una remota esquila,
y el Espinillo con flores que parecen
oro de bucles, redonda pelusilla,
surtidor de fragancia que nos llena
el alma toda de una azul caricia,
y el Ucle de largos candelabros
que parecen arder a mediodía,
y el Tintitaco, el de leña fuerte,
y también la utilísima Jarilla,
que produce la escoba para el patio
y carbones de lumbre sostenida,
y es color en la lana de la colcha,
y salud en la criolla medicina,
y el Caldén, solitario en su grandeza
como los héroes de la saga antigua,
y el Molle, que nace donde el bosque
comienza a trepar por las colinas,
viejo amigo de cabras y regatos,
arbol señor en cuya fronda habitan
la frescura más riente de la sombra
y el sonido más puro de la brisa.

Y el Quebracho rugoso y poderoso,
fuerte columna de las selvas indias;
y el Coco que guarda en su corteza
beta de jaspe o de alabastro,
rica para mano de artífice paciente
o para torno y gubia de ebanista,
y el Peje, el flechero silencioso
en quien lo verde se trocó en espina,
erizado dragón, guerrero rudo,
siempre dispuesto a la valiente lidia,
y el Llantón que llora si la lluvia
en alas del viento se aproxima,
y el Retamo de nudos sarmentosos,
cuya madera cuando está pulida
se parece a los ónices brillantes
oor sus betas verdosas y amarillas,
y el Algarrobo, siempre el Algarrobo,
con su joven verdor que purifica,
hijo del sol y padre de la sombra,
prócer y solo en la quietud del día.

Y ahora digo las hierbas numerosas
que conoce mi mano sensitiva,
verdes labios del bosque en primavera
que recogen la luz y la energía,
que navegan la luz para trocarla
en corazón y fuente de la vida.
pachamama las nutre de su seno,
cuando la savia su retorno inicia,
y ellas cubren el valle y la pradera,
en invasión que avanza cada día,
como asalto de viento o de marea,
sobre el terruño pardo de provincia.
olas alegres, renacer fragante,
verde mar prisionero en la semilla,
que despierta de pronto sobre el mundo,
para acunarlo en pechos de nodriza.

De repente los nombres de las flores
llegan a mí por sendas de la brisa,
a posarse en la rama de mi pecho,
donde se suele aposentar la dicha,
el Vinagrillo de color del oro
cuya corola es una copa fina,
y donde beben rocío los rundunes,
y dulzuras de polen las avispas,
y la Flor del Aire, suma de belleza,
nieve fragante, estrella florecida
reclinada en los troncos suavemente
como en un pecho varonil la niña
con su tenue fragancia que parece
venir de allá, donde la noche gira.
y los ángeles cantan a los muertos,
la celeste canción que resucita,
y la Verbena de color morado
y también la silvestre Margarita,
la luna con sol que sueña blandamente
bajo el beso y la nana de la brisa
y esa gota de sangre sobre el aire
que se llama Flor de Maravilla,
con que a veces inventan las muchachas
arrebol para labios y mejillas,
y el Suspiro, perfecta como el cielo
y traslúcida y leve y sensitiva,
flor de ver con los ojos entornados
y alabar con el alma de rodillas,
y el Topasaire como un sol pequeño,
y un Tulipán sin nombre todavía
cáliz azul, campánula luciente,
que cierta vez, al declinar el día
me detuvo en el bosque largo rato
como el destello de una perla viva,
y la Pasión, que en pétalo y estambre
más y mejor que la vitela escrita
nos refiere la historia del calvario
la sola flor que celebró la misa,
y el Loconte, la flor estrafalaria
a las barbas del duende parecida,
y el Hachón, esa virgen luminosa,
fieramente celada por espinas,
y también la modesta Salvilora
que descubre una trémula amatista,
y la copa solar del Kiskaluro,
y la Saeta con su luz marina,
que parece una lágrima temblando
sobre la fresca hierba amanecida,
y la bella Lagaña de los perros
a quien rindo galante pleitesía,
y el Ilolay, la flor de la leyenda
que nos devuelve la visión perdida.
¡Ellas guarden mi nombre del olvido
Bajo el sol y la luna de provincia!

 

MPA – «Digo la Mazamorra»

 

Ale Drube – «Al aire sin dueño»

Afilados,
son como aves de rapiña,
sin amar
destrozan todo lo que pisan.
Talan los bosques,
secan los ríos,
guagüita ese monte
es mi sueño herido.

Ambición,
de algunos brutos medriocres
va quemando
el rico lomo de la madre.
vallan pensando
qué van a hacer
cuando sus changos
sean fauna sin agua.

Canto, canto un rezo sentido
en el alto silencio
cuando se alza el rocío.
Canta, que la noche abierta
a tu sueño herido
le ha de llover estrellas.

Corazón
de bailarín endiablado
taconeando
pa’ sacurirse este dolor
gira su danza,
alza ya el vuelo
buscando el aire
el aire sin dueño.

Los secretos
de aquellos sitios sagrados
llevo conmigo,
cantaré
por sobre el hombro vencido,
canto y memoria
semilla viva
digo a los vientos
nuestro será el mañana.

 

Clara Cantore y Raly Barrionuevo – «Ramona»

 

Dúo Coplanacu – Desmonte

 

Juan Iñaki – «De Siesta y Monte»

 

José Luis Aguirre – «La sin tierra»