Parto respetado

Elegir parir es un acto político

24-04-2016 / Palabras Pesadas, Política y Sociedad
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Una mirada sobre la relación entre la libertad de traer un hijo al mundo, las formas de parto y la industria de la salud.


Elegir parir es un acto político

Por Tefi Nosti.

Foto: Tali Elbert.

Hablar de parto respetado es hablar de una elección que se sobrepone a un paradigma normativizado de salud. Hablar de parto respetado es hablar de una lucha por empoderar a la mujer frente a una práctica hegemónica de cómo es ser madre y qué tipo de control se tiene o debe tener sobre el propio cuerpo. Hablar de parto respetado es hablar sobre el retorno a una forma de conciencia sobre la gestación y el nacimiento que se remonta a una idea primaria, a una profundización en la memoria natural de las células.

El modelo tecnocrático de la medicina, sostenido por la antropóloga Davis Floyd, considera que la manera en que la sociedad utiliza la tecnología rige sobre los valores y creencias que la sustentan. El entramado simbólico sobre el cual se erige la sociedad occidental moderna permite dar sostén a un modelo basado en “la ciencia, la alta tecnología, el beneficio económico y las instituciones dirigidas patriarcalmente”.

Bajo esta norma se concibe al cuerpo como una máquina, que debe ser manipulada, con rigurosidad. El paciente se convierte en un objeto que el médico estudia y analiza, de manera objetiva y distante. La ciencia y la tecnología se sobrevaloran por encima de lo vivencial y emocional. La finalidad última es obtener un resultado favorable, estandarizado, a corto plazo.  El tratamiento se da desde fuera hacia adentro, donde la responsabilidad del cuerpo del paciente recae sobre el profesional, no sobre el propio paciente sobre su propio cuerpo.

En contraposición a este modelo se encuentra el paradigma holístico, donde el cuerpo no se aleja de su dimensión espiritual y mental. Donde la persona debe ser curada contemplando su contexto y su interrelación con otros sistemas que la sostienen. Donde su curación debe ser posible de mantenerse a largo plazo y debe producirse desde dentro hacia fuera. Y, por sobre todo, donde la ciencia y la tecnología deben estar a disposición del sujeto, y no a la inversa.

Cada una de las corrientes en disputa lleva implícito un modo de entender la praxis en salud. ¿Qué implica un procedimiento médico? ¿Cuándo el cuerpo está enfermo? ¿Qué tan indispensable es una intervención frente al propio poder de sanación? ¿Qué tan rentable puede resultar la enfermedad?

La ley de parto humanizado (25.929)  busca la reivindicación del parto natural, puesto que el nacimiento no es una enfermedad. Las prácticas modernas para dar a luz conciben a la mujer como un objeto disponible, dispuesto de modo tal que facilite el trabajo del médico. La colocación del cuerpo de la embarazada en posición horizontal se asemeja al tratamiento de un paciente enfermo, y por lo tanto deficiente. Este mismo cuerpo que ha sabido de manera instintiva gestar una forma de vida, pareciera no estar preparado para completar su tarea.

Detrás de estas prácticas institucionalizadas, se encuentra un aparato industrial que fomenta la mercantilización de la salud. Anestésicos, descartables, maquinarias, fármacos, todos dispuestos a colaborar en la rutinización del nacimiento, como si no hubiera otra forma de llevarlo a cabo, como si todos los partos fueran iguales y, a la vez, como si todos fueran riesgosos.

La ley de parto humanizado defiende, entre otros aspectos, el derecho de la embarazada a ser tratada como una persona sana, de manera que se convierta en protagonista de su propio parto. A ser respetada en sus tiempos biológicos y psicológicos, evitando las prácticas invasivas y la suministración innecesaria de medicamento. Y también a poder elegir con quién desea estar acompañada, es decir, a poder estar acompañada.

El parir no es un tema de moda, es el reflejo de un proceso de construcción de autonomía, una batalla simbólica que busca remover al otro del lugar de la autoridad y poner en tela de juicio ciertos procesos de dominación que se encuentran naturalizados. Por esta razón, una mujer pariendo en su casa constituye un acto político.

Como sostiene el obstetra Michel Odent “para cambiar el mundo es preciso cambiar la forma de nacer”.